Irán, enfrentándose a un panorama de seguridad alterado, observa cómo su influencia en Oriente Medio se derrumba tras la destitución de Bashar al-Assad como presidente de Siria, debilitando su estrategia de defensa nacional. La salida de Assad, pieza clave en el denominado “eje de resistencia” de Teherán, se convirtió en un golpe significativo, especialmente en un momento en que el presidente electo Donald Trump promete aumentar la presión sobre Irán. La caída de Assad es vista por Ali Vaez del International Crisis Group como la destrucción de la última línea de defensa iraní.
Por Infobae
Con la salida de Asad, Irán pierde el único Estado aliado que le garantizaba acceso terrestre a Hezbollah, su poderoso aliado no estatal en Líbano. Este cambio ocurre en un contexto donde Israel ha devastado a Hamás, su principal aliado palestino, desde un ataque inicial el 7 de octubre del año pasado. A partir de septiembre, Israel incrementó su ofensiva, resultando en la eliminación de la mayoría de los líderes de Hezbolá, obligando a sus comandantes restantes a esconderse.
El sentimiento de desventaja incrementa para Irán, contrastando con la oportunidad surgida tras la invasión estadounidense de Irak en 2003. Aunque esta situación anterior permitió a Irán expandir su influencia, la pérdida de Assad representa un retroceso, según recoge el artículo original.
La red de milicias y alianzas que Teherán construyó a lo largo de décadas con inversiones de miles de millones de dólares está en peligro. En esta coyuntura, no solo enfrenta el declive de su prestigio internacional, sino también una situación interna complicada con un liderazgo clerical que envejece y cuyo líder supremo, el Ayatolá Ali Khamenei, se acercará a los 86 años el año próximo. Mientras tanto, Israel se siente fortalecido frente a un Irán que ve disminuida su popularidad interna.
El colapso del régimen de Asad fue visto como un “golpe estratégico” significativo para Irán, comentó Norman Roule, exfuncionario de inteligencia estadounidense, luego de que Israel matara a una generación de comandantes del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) y de Hezbollah en Siria. Este panorama se agrava ante la eliminación de Hamas y Hezbollah como amenazas directas para Israel, lo que redujo la disuasión previa de Irán frente a potenciales ataques israelíes.
En otra nota, un informe de inteligencia estadounidense alertó sobre el riesgo creciente de que Irán pueda decidir fabricar una bomba nuclear. La agencia nuclear de la ONU anunció que Irán inició una expansión significativa en la producción de uranio altamente enriquecido y advirtió que, sin nuevos acuerdos de monitoreo, asegurar que no se produzca uranio apto para armas podría volverse difícil.
Desde la vuelta al poder de Trump, Irán ha mostrado disposición a dialogar sobre sus actividades de enriquecimiento nuclear, pero no ha indicado apertura para negociar sobre su programa de misiles o el respaldo a milicias en la región. Estas cuestiones eran una prioridad para Trump en su primer mandato, quien insistió en incluirlas en cualquier conversación nuclear.
En los últimos meses, funcionarios iraníes han reconsiderado la promesa de hace dos décadas del líder supremo, Ali Khamenei, de no adquirir armas de destrucción masiva, en un contexto donde los reveses recientes han incentivado discusiones abiertas sobre aumentar sus esfuerzos nucleares para restablecer cierta disuasión.
Sin embargo, en un contexto donde los ataques israelíes han alcanzado instalaciones militares en Irán y destruido sistemas de defensa aérea proporcionados por Rusia, el panorama se complica. Irán se enfrenta a la posibilidad de acelerar su programa nuclear en respuesta a estas presiones.
Irán, según Foad Izadi de la Universidad de Teherán, continúa siendo un adversario declarado de Israel y un firme defensor de la causa palestina. Esta postura lo diferencia como el único estado musulmán en el Oriente Medio que enfrenta abiertamente estas posiciones. En este contexto, las milicias leales a Irán, principalmente chiítas, juegan un papel relevante y superan los 100,000 combatientes en la región, como detalla Roule, un ex funcionario de inteligencia estadounidense. Este número se complementa con las fuerzas de élite iraníes que operan bajo las órdenes de líderes de línea dura.
Siguiendo su estrategia de “defensa avanzada”, Irán ha mantenido aliados en territorios fragmentados como Siria, donde sus lazos superan a los meramente políticos con el régimen de Assad. Desde que Siria se convirtió en el primer estado árabe en reconocer la República Islámica en 1979, ambos gobiernos se han aliado estratégicamente. Renad Mansour, director de proyectos en la Iniciativa Irak en Chatham House, señala que ante el debilitamiento de otros aliados como Hezbollah y Hamas, Irán ahora centra su atención en Irak. Este país vecino se ha vuelto crucial no solo como conducto económico, particularmente para la evasión de sanciones, sino también como frente de seguridad esencial.
Después de la invasión estadounidense de 2003, Irán estableció una red de milicias chiítas en Irak, extendiendo así su influencia política y militar. Muchas fuerzas sirias vinculadas a Irán se han visto obligadas a retroceder a Irak debido al avance de las fuerzas rebeldes. Según Mansour, el enfoque iraní en Irak responde a la necesidad de mantener los conflictos lo más alejados de su propio territorio. Sin embargo, la historia de alineaciones políticas en la región sugiere que, independientemente del futuro de Siria, Irán podría mantener su influencia en esta zona.
Roule resalta el poder sostenido de movimientos como los hutíes en Yemen, sugiriendo que incluso si Hezbollah y Hamás sufren reveses temporales, tienen potencial para recuperarse. La perdurabilidad de las estructuras de poder de Irán exigirá un plan regional e internacional para evitar que restablezca sus redes logísticas y de entrenamiento junto a sus aliados restantes.
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