Nicolás Maduro no quedará detenido en Nueva York cuando pise esa ciudad el próximo 24 de septiembre. Su inmunidad diplomática se lo garantiza. Podrá circular libremente para participar de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas que comienza unos días antes de su arribo. No lo alarman las denuncias por torturas, secuestros, asesinatos y narcotráfico que lo definen y horrorizan a la opinión pública internacional.
Por Laureano Pérez Izquierdo / Infobae.
Desfilará por la Quinta Avenida tal como en el pasado lo hicieran otros dictadores. Ejemplos sobran: Muammar Gaddafi, Idi Amín o Fidel Castro, todos ellos enemigos confesos del país anfitrión y de las libertades individuales. El más reciente: Teodoro Obiang Nguema, de Guinea Ecuatorial. Hace 40 años que está en el poder. Tampoco tiene impedimentos para hablar ante sus pares.
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Nada de eso le provoca desvelo al venezolano. No. Reconoce que debe ir, procurar reconvertir su desprestigio ante el mundo, tomar la palabra, hilvanar un mensaje medianamente decoroso e irse. O quizás montar un show para distraer a una audiencia que estará atenta ante cada uno de sus movimientos. Lo considera una oportunidad para contradecir los durísimos informes que pesan sobre su administración. El más duro: el elaborado por la ex presidente de Chile Michelle Bachelet, actual Alta Comisionada para los Derechos Humanos de ese organismo.
Maduro -si decidiera querer centrar las luces neoyorquinas en él- hasta tendrá la oportunidad de rendir homenaje a Hugo Chávez y provocar como lo hiciera el creador del Socialismo del Siglo XXI el 20 de septiembre de 2006: “En este lugar huele a azufre“, dijo entonces el extinto militar en referencia a George W. Bush, presidente de los Estados Unidos quien 24 horas antes había pronunciado su mensaje ante la Asamblea. En aquella oportunidad el discurso del venezolano dio la vuelta al mundo. Su heredero podría tantear una experiencia similar.
No obstante, el patrón que conversa con aves vacila. Es consciente de que en su viaje tendrá que escudarse en los pocos aliados que le quedan –Cuba, Rusia, Irán, Turquía, Nicaragua, Bolivia…- para no parecer un paria en Nueva York. A eso tendrá que sumarle contrarrestar el papel que intentará ejercer su antagonista Juan Guaidó sobre quien igualmente se depositará la atención. El presidente interino venezolano anunció que arribará a la ciudad para participar de la cumbre. Serán momentos de desconcierto diplomático para algunos. El joven líder opositor también tendrá otro desafío por delante: volver a su país tras el periplo norteamericano. ¿Ingresará por la militarizada frontera colombiana?
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Pero lo que en verdad priva de sueño al amo del Palacio de Miraflores es algo mucho más peligroso: cree que ausentarse menos de 48 horas de Venezuela podría convertirse en su perdición. Recela, sobre todo, de un alto funcionario. Lo apodan Zamuro, como le dicen a los buitres en Venezuela. Sospecha que al hacer pie en territorio norteamericano quienes se muestran leales hoy le soltarán la mano y lo dejarán caer. A sus oídos llegaron los rumores de que el ministro del Poder Popular para la Defensa Vladimir Padrino López podría encabezar un golpe junto a sus uniformados más confiables para alterar el orden del país y comenzar una nueva era. Alejado y sin controlar el tablero de poder, sería casi nulo lo que el dictador podría hacer para repeler tal acción.
Contaría además con un socio de peso: Diosdado Cabello. El descarnado chavista y presidente de la Asamblea Nacional Constitucional formaría parte de la presunta conspiración que llegó a conocimiento de Maduro. Es quien actualmente maneja los oscuros servicios de inteligencia, necesarios para no interrumpir la marcha del temido coup d’État. Sumado a los espías igualmente agrupa a los colectivos chavistas.
La alianza entre los pesos pesados del régimen sería circunstancial, no permanente. Entre ambos todavía hay cuentas pendientes que prefieren dejar de lado por el momento. Ya habrá tiempo. Su objetivo principal sería terminar con el déspota. El momento podría ser el propicio.
Eso es lo que le susurran al oído los monjes negros cubanos a su anfitrión, Maduro. Información de inteligencia castrista le advirtió de la posible movida desestabilizadora de ambos servidores.
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Padrino López contemplaría así lo que no pudo ejecutar en la madrugada del pasado 30 de abril, cuando formó parte de un complot para terminar con la actual administración, liberar presos políticos y comenzar una transición -menos dolorosa- que pudiera conducir a elecciones democráticas. El generalísimo de Caracas siempre negó su participación en dicha conjura, pero despertó la mirada inquisidora permanente de su jefe quien lentamente fue restándole poder. Si hasta lo dejó afuera de las recientes y temerarias maniobras militares en el límite con Colombia.
Aunque en voz baja, los rumores en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) son cada vez más explícitos y repetidos por estas horas. Soldados, oficiales, coroneles y hasta generales, todos, desconfían de posibles “soplones” por lo que la línea de diálogo es cada vez más delgada, imperceptible y segura. Esos “sapos” fueron capacitados por decenas de agentes castristas que infiltraron los cuarteles. Esto produjo hartazgo entre algunos comandantes. Sin embargo, la situación de deterioro, insolvencia y pobreza es tal entre los miembros de un Ejército que alguna vez brilló que ya nadie soporta ni calla. Padrino López sólo debe neutralizar a algunos altos mandos, empapados con negociados que los tienta a eternizarse en sus comandos.
El militar cuenta aún con el compromiso de sus subalternos y conoce como pocos sus padecimientos y cada uno de los resortes que activarían una sublevación. Reconoce que es el momento de capitalizar la ausencia del dictador. Maduro lo sabe. Como también está al tanto de la inestable situación que se vive en el seno de los cuarteles. ¿Por ellos recurre a marginales de las FARC y al ELN colombiano? Cabello sería clave para contener el desmadre de colectivos y mantener a raya a sus hombres del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin).
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La pobreza y el hambre está golpeando la moral de los soldados. Infobae habló hace pocos días con un oficial que siente decepción: “Me quiero ir porque de verdad no quiero seguir más órdenes de personas que todo el tiempo están fuera de la ley“, dijo bajo absoluta reserva de identidad. Es el sentimiento que atraviesa a la mayoría. Una simple señal de Zamuro podría desencadenar una rebelión incontenible. Y unificar a la fuerza.
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