Las tendencias se revirtieron, si en años anteriores la principal preocupación que afectaba a los venezolanos era la inseguridad, ahora la angustia se centra en sobrevivir a la crisis económica, generada por la hiperinflación que devora el poder adquisitivo. Sociólogos y psiquiatras consideran que la población vive en “precariedad crónica”, condición que está haciendo estragos en la salud mental y física de la gente.
Por Ana Uzcátegui | LA PRENSA de Lara
Liliana Fréitez, trabaja limpiando oficinas en el centro de Barquisimeto, contó que devenga un salario semanal de 90 mil bolívares (360 mil bolívares al mes), angustiada relata que el monto no le alcanza para comer cinco días, debido a que los precios de los alimentos se han disparado descontroladamente este mes. “Ayer mi hija se acostó mareada, sólo comimos arroz puro para el almuerzo. La plata se vuelve sal y agua cuando uno la cobra y ya no podemos adquirir alimentos que antes mataban el hambre, como las caraotas, pues el kilo ya cuesta 75 mil bolívares”, expresó lo mujer. Con su ingresos mantiene a una niña de nueve años y a su esposo, quien sufrió un accidente cerebrovascular y está impedido para trabajar.
“En la casa vivimos ocho hermanos, cada uno con su familia y todos tenemos que trabajar para poder comer”, indicó Francys Lucena, ama de casa. En su labor por administrar su hogar, asegura que le toca hacer magia para estirar los ingresos que obtiene su esposo quincenalmente y mantener a sus dos hijos.
“Se adquiere lo más económico y se reducen las porciones. Si compramos frutas, nos falta la plata para comprar azúcar. Si logramos comprar carne molida, nos la comemos sola, porque a veces no tenemos para el kilo de arroz. Así es con todo, de a poquito”, expresó la consultada, quien asegura que se siente abrumada por una economía que está controlada por el precio del dólar paralelo.
En Venezuela se instaló la pobreza generalizada, así lo señala Carlos Meléndez, sociólogo, quien estima que el 80% de los ciudadanos devenga salarios bajos, trabajen en el sector público o privado. “El sueldo de los venezolanos no logra convertirse en bienes valiosos, como una alimentación balanceada, en abrigo, o en educación. Cuando el salario pierde la fuerza, nos encontramos ante una sociedad frustrada, que no puede cumplir sus metas, ni satisfacer sus necesidades”, explicó.
Marco Tulio Mendoza, psiquiatra, considera que el diagnóstico que arroja la realidad actual, es que la sociedad es como un paciente con una distorsión en la conducta, donde la angustia y la depresión se han apoderado de la mente de la mayoría. “En la época decembrina, esa angustia o incertidumbre se agudiza, porque hay un sector que ha sido marginado a la celebración de la Navidad. Hoy vemos casos de profesores universitarios que ganan 300 mil bolívares mensual y se están muriendo de hambre, gente que hurga en la basura y que presenta desnutrición severa”, argumenta.
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Nelson Fréitez, coordinador de la Red de Derechos Humanos de Lara, sostiene que vivir en precariedad y en pobreza, convierte a las personas en vulnerables y responsabiliza al gobierno nacional, por aplicar un modelo económico que ha disparado el desempleo, porque los empleos formales no gozan de salarios estables ni de seguridad social. “Vivir en una hiperinflación, desde noviembre de 2017, ha agravado la emergencia humanitaria. El país vive una tortura psicológica por fallas en los servicios públicos, el elevado precio de los alimentos, la migración forzada y el miedo al futuro que impide la planificación”, mencionó el profesor de la UCLA.
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