“No somos indigentes”, fue lo primero que soltó Héctor Suárez esa mañana soleada de diciembre. Su rostro reveló un cansancio, un desespero, una lucha que poco a poco lo va consumiendo, su vida terminó entre cartones, en un rincón de una plaza caraqueña, así reseñó El Cooperante
Héctor solo tiene consigo un bolso de color rojo y gris con el emblema de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y otro azul, donde guarda su poca ropa, que se ha desteñido y desgastado con el tiempo.
En un pote tiene un pedacito de arepa y pellejo frito de pollo, con eso se medio alimenta, come como los pájaros, poquito a poquito, tratando de sentir algo en su estómago, como si fuera su último día para alimentarse.
Héctor cuenta sus agonizantes 22 meses en la plaza de la Moneda de Caracas, conocida oficialmente como plaza Juan Pedro López, ubicada detrás del Banco Central de Venezuela (BCV). En Maturín, Monagas, su ciudad de origen, laboró en una empresa petrolera dependiente de la Exxon Mobil, pero en ese entonces se hicieron cambios en la contractualidad petrolera que generó adeudos de sus pasivos laborales.
Ya siendo extrabajador petrolero, desde su ciudad natal, comenzó a denunciar y exigir su adeudo laboral, pero como lo dijo el mismo “la lucha en el pueblo se acabó”, y llegó hasta Caracas, junto con otros 560 extrabajadores petroleros, provenientes de Monagas, Delta Amacuro, Bolívar, Anzoátegui, Sucre y Guárico.
En Caracas los extrabajadores acudieron a varios entes del Gobierno para exigir su pago y terminaron pernoctando 300 de ellos en la plaza de la Moneda como una forma de protesta tras no recibir sus pasivos laborales.
Héctor, al igual que sus compañeros, ha sufrido la crueldad de estar en la calle. Con sus ojos llorosos, con voz quebrantada y sentado sobre una lámina de cartón contó que “a mí me han negado el agua aquí en Caracas cuatro veces, una fue en la plaza El Venezolano, le dije a una persona regálame un poquito de agua, que tengo sed, y me dijo: no hay, un muchacho en la Biblioteca Nacional estaba regando las matas con un chorro de agua, le dije que me diera un poquito y me respondió que tenía prohibido regalar el agua, me puse a llorar, y le dije: mijo que Dios te bendiga, tú no tienes la culpa”.
Los inicios
Desde hace 16 a 17 años los trabajadores de la Faja Petrolífera del Orinoco iniciaron varios reclamos por sus reivindicaciones laborales.
En 2007 se ejecutó la expropiación de las empresas que operaban en ese territorio, entre ellas la Exxon Mobil, un hecho que llevó a la nacionalización, por lo que se apartó la convención colectiva petrolera e instauraron las llamadas “actas convenio” que desmejoraron los derechos de los trabajadores petroleros.
El reclamo por sus pasivos laborales llegó a una suma de 5.500 millones de dólares que con los años fue aumentando. Presuntamente en 2015 les cancelaron a 3.500 extrabajadores petroleros, pero quedaron sin recibir su pago 12 mil 250.
“Nosotros fuimos pisatarios, obreros, perforadores, operadores de planta, expertos petroleros y terminamos en una plaza exigiendo lo de nosotros, pasando frío, hambre y sin saber de nuestras familias”, acentuó Humberto Sifontes, también extrabajador petrolero.
Una espera de miseria
Humberto proviene de Ciudad Bolívar ha permanecido en la plaza de la Moneda con sus otros compañeros por 22 meses pidiendo sus pasivos laborales.
Recordó cómo se desempeñó como agricultor, artesano, orfebre y pisatario petrolero, pero su realidad actual terminó siendo otra. Refleja un decaimiento, una desdicha y el dolor por no ver a su familia.
Duerme en láminas de cartón, como sus otros compañeros, en la plaza de la Moneda. Su almohada en un bolso, donde guarda su ropa, la música se ha convertido en su mejor aliada al inspirarse tocando su cuatro.
En su cuerpo se evidencia los signos de una desnutrición. Cuenta como ha padecido de amibiasis y sus colegas de problemas renales, infecciones y otras enfermedades tras pernoctar en la plaza.
Señala con un dedo los puntos de la plaza, donde han fallecido sus compañeros. “El compañero Pablo murió hace 15 o 20 días, durante una protesta por nuestros derechos murió Rubi Rubi, yo le toqué el pulso y me di cuenta que estaba muerto. Cerca de 26 han fallecido durante esta lucha, tres de ellos en la plaza, los demás en los hospitales al ser trasladados”, contó.
Día tras día los extrabajadores encarnan los estragos de la indolencia. Sus vidas han transcurrido bajo condiciones infrahumanas y expuestos a enfermedades que los han llevado uno a uno a la muerte.
Sus necesidades fisiológicas se observan en un punto de la plaza que se encuentra a pocos metros de donde preparan su alimento y en otro lugar que es una especie de canal, repleto, de punta a punta, de heces fecales y orina, un foco de infecciones y enfermedades.
Los gusanos se desbordan en estos puntos, en los desechos putrefactos, que han generado contaminación y enfermedades a los mismos extrabajadores, un escenario de decadencia y miseria.
La Trilla
Aquel lugar conocido como La Trilla, cercano a la plaza de La Moneda, ha sido también usado por los extrabajadores petroleros como un sitio para cocinar, bañarse y también realizar sus necesidades fisiológicas.
En ese espacio de áreas verdes, con un túnel por donde desemboca el río Guaire, repleto de desperdicios e inmundicia, los extrabajadores petroleros consiguen agua de un caño, que no es totalmente apta, y la usan para bañarse y lavar su ropa.
También cocinan con leña en el lugar lo que consiguen, atrayendo a los roedores, que generan más enfermedades para los extrabajadores.
Un “pellejito” de pollo
Los extrabajadores que una vez llevaron alimento a su hogar actualmente terminaron rebuscándose para afrontar los embates del hambre en aquella plaza. Pellejitos de pollo, picos de yuca u ocumo, retazos de alimentos es lo que logran conseguir.
Héctor Suárez cuenta que los pellejitos de pollo son con lo que principalmente se alimentan. “Se recogen en Quinta Crespo y en las Fuerzas Armadas. Te puedes imaginar el colesterol de nosotros”, dijo.
Los extrabajadores se organizan en grupos para cocinar lo que consiguen. “Cada grupo cocina su alimento y el de los demás, como somos muchos algunos hasta se quedan sin comer”, contó.
“La bendición”
A pesar de vivir a diario en condiciones denigrantes e inhumanas, de ir consumiéndose poco a poco, Enrique Ortiz, proveniente de Anzoátegui, quien también ha reclamado en la plaza sus pasivos laborales durante 19 meses, dijo sin pausa y sin recelo que no descansará hasta obtener lo que le deben.
“He dormido en el piso en cartones, bebiendo agua no potable, los médicos me dicen que necesito una operación urgente, ese dinero es el futuro de mi vida, de mis hijos y de mis nietos, lucho por eso, si el Gobierno no nos paga yo me moriré en esa plaza o seguiré la vida que llevo”, recalcó.
Recuerda con nostalgia cuando era dueño de un bodegón llamado “Gladio Enrique”, situado en su ciudad natal. “La bodega está cerrada, no tengo dinero, a mí me da ganas de llorar cuando veo a un nieto con hambre por eso estoy luchando”, reveló.
Como Enrique Ortiz también Héctor Suárez espera que le llegue “la bendición”, como él llama el dinero que le adeudan. “He pasado gripe, diarrea, vomito, fiebre y otros, pero esto ha valido la pena, tenemos la esperanza de que nos paguen, confiamos en jehová, pronto nos vamos para estar con nuestras familias”, contó.
A pesar de las enfermedades, de las condiciones infrahumanas y los embates del hambre los extrabajadores petroleros de la plaza de la Moneda no descansarán hasta lograr lo que les deben, así tengan que perder su vida en el intento.
Con información de El Cooperante
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