Leonor Díaz lleva cinco horas en una de las largas filas formadas en Venezuela para pagar con petros, después de que Nicolás Maduro aprobara un bono navideño a pensionados y empleados públicos en esa criptomoneda estatal.
El gobierno cotiza cada petro en unos 60 dólares. El pago especial de Navidad y Fin de Año es de medio petro, lo que equivale a unos 30 dólares, en un país en crisis que arrastra seis años de recesión, con una inflación que el FMI proyecta en 200.000% para 2019 y donde el salario mínimo, incluyendo un bono de alimentación, es de poco más de seis dólares por mes.
Sin embargo, la usabilidad de la moneda virtual es limitada. Según cifras oficiales, solo unos 4.800 comercios en todo el país cuentan con sistemas para recibir este criptoactivo, lo que ha provocado enormes aglomeraciones en los establecimientos que sí lo aceptan.
“Es una humillación (…) más que todo a nosotros, las personas de la tercera edad (…). No tenemos la resistencia para estar en una cola cinco, seis o siete horas”, dice Díaz, mientras espera para entrar en un supermercado de Caracas.
Este fin de semana largas colas se volvieron a observar en los comercios marabinos con personas interesadas en realizar comprar con el petroaguinaldo.
Jubilados, pensionados y trabajadores públicos denunciaron confusión e incertidumbre para el pago con el petro aguinaldo otorgado por el gobierno nacional.
Las personas acudieron a las afueras de las tiendas autorizadas para exigir información sobre el pago con el petro aguinaldo, en vista de que la criptomoneda es admitida en pocos establecimientos en el Zulia.
«Son pocas las tienda que están aceptando el petro como pago. Fui a una y en la misma me exigieron que tengo que gastar todo el medio petro. En un segundo establecimiento los precios de los productos eran más caros si los iba a cancelar usando el petroaguinaldo. Deberían hacer un operativo en Maracaibo para que no se presenten estas irregularidades en los comercios», dijo Ana María Bermúdez, de 45 años.
Primer criptoactivo soberano
Maduro anunció a finales de 2017 el petro como el primer criptoactivo soberano del mundo, lo que se consideró un intento por eludir las sanciones económicas estadounidenses. La moneda se lanzó efectivamente en febrero de 2018, en medio de cuestionamientos.
Los petros pueden transarse por productos con un sistema biométrico que registra huellas digitales para ejecutar los pagos y también con una aplicación para teléfonos móviles.
Son canjeables por bolívares (la moneda local) en sistemas electrónicos de la banca, pero únicamente por subastas. Si no aparece quien puje, como le pasó a Leonor, los petros son devueltos a las cuentas bancarias de los usuarios tras el descuento de una comisión.
Rafael Espinoza, de 66 años, también hace cola, pero a diferencia de Díaz él cree que los petros son una buena iniciativa. “Yo lo veo bien (…), gracias a nuestro presidente”, comenta a la AFP.
Una falla en el sistema biométrico en el supermercado ralentiza el proceso, entre discusiones entre seguidores y opositores del chavismo.
Filas kilométricas para comprar alimentos han sido habituales por años en Venezuela, pero se hicieron menos comunes en los últimos meses en la medida que la escasez retrocede con la flexibilización de controles de cambio y precios.
Siguen siendo cosa del día a día en estaciones de gasolina en la provincia por desabastecimiento de nafta, en el país con el combustible más barato del mundo.
¿Maravilla o adefesio?
“El petro es una maravilla y un milagro (…) Es una nueva experiencia única y extraordinaria”, celebró este sábado Maduro en un mensaje en Twitter.
Especialistas como Asdrúbal Oliveros, no obstante, ni siquiera consideran el petro una auténtica criptomoneda. “Es un adefesio”, apunta el director de la firma financiera Ecoanalítica.
Oliveros critica que quiera imponerse “a la fuerza” en un contexto de “hiperinflación” y “cero confianza”. Así, agrega, “el resultado es que la mayoría no quiere petros y los adultos mayores y empleados públicos sufren las consecuencias”.
Más allá de diatribas, quienes cobraron el aguinaldo en petros buscaban darles uso.
“Veo esto como complicado, de verdad; eso de si pásalo para este lado, que si pásalo para el otro, ponlo por aquí, ponlo por allá”, dice jocosamente a la AFP Doris Lozada, de 55 años, empleada del sector público.
Se refiere a la aplicación para móviles del petro, que usaba por primera vez.
Doris hacía fila en una sucursal caraqueña de una tienda por departamentos para comprar un pantalón y un poco de comida, “hasta donde alcance”.
La opacidad con la emisión, así como con la cadena de bloques (base de datos cifrada que registra y valida cada operación con criptoactivos), han atentado contra la idea según expertos.
Washington, además, prohibió negociar petros. No está disponible en casas de cambio virtuales junto al Bitcoin y otras criptomonedas, y webs de calificación de riesgo como icoindex.com lo tildaron de “estafa”.
AFP
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