La muerte de un líder vecinal de 84 años durante un enfrentamiento con la Policía por unas tierras en el norte de Vietnam podría generar una revolución contra el régimen comunista en Vietnam.
El hecho ha reactivado a la oposición interna al régimen comunista de Hanói y ha convertido al anciano fallecido en un héroe de la resistencia.
El choque, en el que también murieron tres agentes policiales, tuvo lugar en la madrugada del pasado 9 de enero, cuando un destacamento de cientos de agentes entró en la aldea de Dong Tam, a las afueras de Hanói, para proteger la construcción de un muro en un terreno disputado por los vecinos y el Ejército.
Según el Gobierno, cientos de lugareños, encabezados por el líder vecinal Le Dinh Kinh atacaron a la Policía con granadas de mano, bombas caseras y cuchillos, y prendieron fuego a tres agentes.
En el enfrentamiento falleció Kinh, que ahora se ha convertido en un mártir para los disidentes del régimen comunista de partido único en pie desde 1975.
Una hora antes del choque, el grupo de vecinos se había conjurado para luchar hasta la muerte» por defender las 59 hectáreas de terreno agrícola que les quieren expropiar.
«Estoy desolado por la muerte del señor Le Dinh Kinh, creo que las autoridades no han respetado las leyes nacionales e internacionales al enviar a cientos de policías armados», comenta a Efe Trinh Ba Phuong, uno de los activistas más próximos a los vecinos.
SÍMBOLO DE LA RESISTENCIA
Al igual que otros muchos disidentes, Phuong ha cambiado su foto de perfil en las redes sociales por la del anciano fallecido, que con su aspecto venerable y su larga perilla blanca que recuerda a la del héroe nacional Ho Chi Minh, es hoy un símbolo de la resistencia contra la arbitrariedad de las autoridades.
Miembro del Partido Comunista que ocupó cargos de responsabilidad en la administración local, la figura de Kinh se agigantó en abril de 2017 por su detención (y supuesta tortura) cuando defendía la propiedad de las tierras de los vecinos en el mismo conflicto con la empresa militar Viettel.
En aquella ocasión decenas de vecinos se atrincheraron en la aldea levantando barricadas con troncos y piedras y retuvieron varios días a 38 policías, hasta que llegaron a un acuerdo para que las autoridades liberaran a Kinh, revisaran el caso y no tomaran represalias.
Si entonces el conflicto trascendió el ámbito local en el que se suelen quedar estas disputas, el estallido de violencia ocurrido ahora no sólo ha provocado la ira de los activistas, sino también la de ciudadanos poco implicados en la lucha política.
«Después de este incidente, creo que muchos vietnamitas se han dado cuenta de cómo el Partido Comunista dirige este Estado», señala Phuong.
«Siento un gran enfado por la muerte del señor Kinh, es realmente terrible», dice Tran, una joven ajena a cualquier movimiento disidente.
Criticado por organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, el Gobierno indicó que la Policía se vio obligada a emplear la violencia ante el ataque «terrorista» de los vecinos.
Por su parte, los activistas han difundido por las redes sociales la versión de que la Policía ejecutó a Kinh de varios disparos en su casa y que uno de sus hijos resultó herido de gravedad.
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«La gente solo quería proteger la tierra que sus padres les habían dejado. Pero ahora los vecinos quieren que la opinión pública nacional e internacional y las organizaciones de defensa de los derechos humanos les ayuden a exigir justicia», dice Phuong.
En un país con una disidencia maniatada por las constantes detenciones y donde la prensa está bajo control estatal, los conflictos por la tierra han sido uno de los escasos motivos de agitación social.
Aunque la mayoría de ellos apenas tienen repercusión en los medios y se terminan con la resignación pacífica de los expropiados, algunas veces desembocan en violencia.
Uno de los casos más notorios fue el de Doan Van Vuon, un hombre que en 2012 plantó cara a las autoridades con armas de fabricación propia para evitar que le arrebataran su casa.
Fue arrestado y condenado a cinco años de prisión, pese a que su desahucio fue declarado ilegal por el entonces primer ministro, Nguyen Tan Dung.
El fuerte crecimiento económico de los últimos treinta años ha tenido a menudo su reverso en la expropiación de tierras a campesinos, que pierden al mismo tiempo su vivienda y su sustento a cambio de compensaciones económicas muy inferiores a las que fija el mercado.
Su desesperación es para algunos expertos un reflejo de los desequilibrios del crecimiento económico vietnamita, boyante en las grandes urbes, pero apenas perceptible en comunidades rurales donde la emigración es a menudo la única salida.
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