El mercado típico de China tiene frutas y verduras, cortes de res, cerdo y cordero, pollos enteros desplumados (con las cabezas y picos), así como cangrejos y peces vivos, que arrojan agua de las peceras motorizadas. Algunos mercados venden cosas más inusuales, como serpientes vivas, tortugas y cigarras, cuyos, ratas de bambú, tejones, erizos, nutrias, civetas de las palmeras e incluso lobeznos.
Los mercados son característicos de varias ciudades chinas y ahora, al menos por segunda vez en dos décadas, han sido la fuente de una epidemia que ha diseminado el miedo, agobiado a la burocracia del Partido Comunista y expuesto los riesgos epidemiológicos que pueden surgir en lugares donde convergen los humanos y la fauna silvestre.
El nuevo coronavirus, que ha cobrado al menos 56 vidas y enfermado a más de 1370 personas en China y en todo el mundo, se cree que se propagó precisamente desde uno de estos lugares: un mercado de venta al mayoreo en Wuhan, una ciudad en el centro de China, donde los vendedores comerciaban de manera legal con animales vivos en condiciones de hacinamiento.
“Así es como surgen enfermedades nuevas y nacientes que la población humana nunca antes ha visto”, afirmó Kevin J. Olival, biólogo y vicepresidente de investigación en EcoHealth Alliance, una organización de investigación sin fines de lucro, que le ha dado seguimiento a brotes anteriores.
Si bien la trayectoria exacta del patógeno no ha sido establecida, funcionarios del gobierno y científicos dijeron que la nueva enfermedad tenía similitudes ominosas con el brote del SARS (por su sigla en inglés, que en español significa síndrome respiratorio agudo grave), a finales de 2002, cuando murieron casi 800 personas y se enfermaron miles más en todo el mundo.
Ahora, conforme el gobierno lucha por contener la ira del público por el brote, debe enfrentarse a exigencias de que haga más para regular la venta de la fauna silvestre, o incluso que la prohíba. Asimismo, también debe responder a cada vez más preguntas sobre por qué las cosas han cambiado tan poco en los diecisiete años desde el brote de SARS.
En suma, el SARS fue rastreado a un coronavirus que saltó de los murciélagos a las civetas de las palmeras, una criatura con rasgos felinos considerada una delicia en el sur de China, y luego saltó a los humanos que participaban en el comercio de la vida silvestre. Según los funcionarios y científicos, el nuevo virus también parece que se originó en los murciélagos y luego saltó a otro mamífero, aunque aún no se sabe a cuál.
El brote más reciente (su alcance aún está por definirse) ha provocado reclamaciones tanto dentro de China como fuera del país para que haya mejores regulaciones o incluso se acabe con este sentido de aventura culinario. Aunque la tortuga y la carne de jabalí no son raras en los restaurantes chinos, la carne de animales de caza, como la de las civetas, serpientes o pangolines generalmente solo se consideran exquisiteces en algunas regiones. Su consumo está motivado tanto por el deseo de hacer alarde de riqueza como por una mezcla de superstición y fe en los beneficios a la salud que trae consumir fauna silvestre.
Una vez que el Mercado Mayorista de Mariscos Huanan en Wuhan fue identificado como la fuente más probable de este brote en diciembre, al poco tiempo lo cerraron las autoridades, aunque no quedó claro qué sucedió con los animales que estaban a la venta ahí. Apenas el 22 de enero los funcionarios anunciaron que habían prohibido la venta de animales salvajes en toda la provincia. Dos provincias más, Henan y Mongolia Interior, también decretaron la suspensión de esta actividad comercial esta última semana.
El 24 de enero, funcionarios de tres agencias nacionales anunciaron controles más estrictos, entre ellas la suspensión a nivel nacional de la venta y el transporte de animales que quizá estén vinculados con el nuevo coronavirus. La declaración solo especificó a tejones y ratas de bambú, una especie de roedores del sur de China que vive en (y come) matorrales de bambú. Ambos habían estado a la venta en el mercado de Wuhan.
La avalancha de acciones tomadas por el gobierno se dio tras profusas manifestaciones del público en contra de la venta de animales vivos. Una campaña en Weibo, la red social, atrajo 45 millones de vistas con la etiqueta #RejectGameMeat (rechaza la carne de caza).
“Comer animales de caza no cura la impotencia ni tiene propiedades sanadoras”, escribió Jin Sichen, conductor de televisión en Nankín, una ciudad en el sureste de China, el 22 de enero en su página de Weibo. “La carne de estos animales no solo no cura las enfermedades, sino que puede enfermarte a ti, a tu familia, a tus amigos y a muchas más personas”.
“Uno tiene que estar mal de la cabeza para comer esa carne solo con el objetivo de presumir y apantallar”, sostuvo Jin.
Un grupo de diecinueve académicos chinos también exigió que el gobierno hiciera más para regular el comercio y al público para que dejara de comer animales salvajes.
The Wildlife Conservation Society, una organización con sede en Nueva York que defiende a los animales, pidió la prohibición mundial de la venta comercial de fauna en mercados como los de China, arguyendo que este brote reciente demostraba que era una amenaza para la salud pública.
Christian Walzer, el director ejecutivo de salud en la organización, dijo que la increíble diversidad de fauna silvestre en mercados como estos, donde hay animales metidos en jaulas pequeñas en puestos de mercados concurridos, era el laboratorio perfecto para la incubación involuntaria de nuevos virus que pueden penetrar las células humanas. Los virus se contagian a través de la saliva, la sangre o las heces.
“Cada animal es un paquete de patógenos”, dijo en una entrevista telefónica.
No obstante, algunos consumidores chinos creen, debido a la medicina tradicional, que estos animales tienen beneficios para la salud. Los vendedores, e incluso funcionarios del Estado en los medios oficiales, han dicho que la fauna silvestre es una fuente alternativa de proteína, así como una fuente de ingreso en regiones empobrecidas. Un artículo de la agencia Xinhua a finales del año pasado, por ejemplo, dijo que criar ratas de bambú ayudaba a sacar a la gente de la pobreza en Guangxi, otra provincia del sur.
La epidemia ya ha hecho que los vendedores estén a la defensiva.
“¿Están seguros de que comer fauna silvestre es la causa de la epidemia?”, dijo Zheng Ming, el gerente de ventas de una compañía que vende animales en Yichang, una ciudad a 280 kilómetros de Wuhan. Hasta la prohibición de la venta que se anunció el 22 de enero, vendía erizos, civetas, cuyos y ratas de bambú, entre otros.
“Nos apegamos a la ley”, afirmó. “Este es un negocio totalmente legal”.
La sección de mariscos en Langfang, China, 23 de enero, 2020 (Giulia Marchi/The New York Times)
c.2020 The New York Times Company
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