Angustiadas por el coronavirus, hay mujeres chinas embarazadas que dan a luz con miedo, evitan los exámenes prenatales en el hospital para eludir cualquier infección o acuden a costosas clínicas privadas consideradas más seguras.
Una joven madre, Xie, explica que tuvo que dar a luz a su hija sola, sin su marido ni ningún otro miembro de la familia, puesto que ninguno pudo acompañarla al hospital en Wuhan (centro), verdadero epicentro de la epidemia.
La ciudad, cuyos 11 millones de habitantes fueron puestos en cuarentena desde fines de enero, concentra el 62% de los casos del covid-19 registrados en China. La casi totalidad de la población de Wuhan está confinada en sus casas.
Por miedo a contaminarse en los hospitales, Xie renunció a pasar sus exámenes prenatales. Los numerosos controles de carretera en Wuhan habrían dificultado en todo caso su trayecto.
“Me dejaron pasar cuando fui a dar a luz”, dice la mujer. “Pero cuando llegué, solo quedaba una sola habitación disponible”.
“Durante mi estancia, debí llevar una mascarilla y guantes. Me lavaba regularmente las manos y apenas me levantaba de la cama”, dice Xie.
Unos 50 millones de personas están en cuarentena en Wuhan y otras ciudades de la provincia de Hubei.
Videos de propaganda divulgados por los medios muestran regularmente a voluntarios con combinaciones integrales conduciendo a mujeres embarazadas a los hospitales.
Aterrada
Xu Tingting, originaria de Huanggang, municipalidad limítrofe de Wuhan, relata a la AFP haber tenido grandes dificultades en hallar un vehículo cuando empezaron las contracciones.
“Pedí a mis padres que me llevaran al hospital. Pero tardaron dos horas en hallar un vehículo. Estaba aterrada. Pensaba que iba a dar a luz sola en mi casa”, cuenta la mujer.
“Mi marido estaba en otra ciudad y no estaba autorizado a venir debido a la cuarentena. Finalmente, fue el dueño de una tienda abajo de mi casa quien me llevó con su coche personal”.
Ahora, ambas mamás tienen miedo a la idea de ir a ver a un pediatra al hospital con sus bebés, dos niños.
“Aún tengo 20 días para vacunarlo. Espero que para entonces todo esté bajo control”, intenta tranquilizarse Xia.
En toda China –con más de 80.000 personas infectadas y 2.900 muertos– las mujeres embarazadas están preocupadas.
En Pekín, Angelika Fu va a dar a luz en dos semanas. Ha elegido una clínica privada pese a su precio diez veces superior al de un centro público.
“Es más caro, pero queremos evitar a tanta gente, y sentirme más segura” explica a la AFP.
Asistencia psicológica
Los servicios de ayuda psicológica aseguran haber constatado una fuerte alza de la demanda.
“En un mes, decenas de mujeres embarazadas y jóvenes mamás han llamado, totalmente angustiadas”, explica un voluntario de una asistencia telefónica creada por la iglesia protestante en Pekín.
La epidemia se produce en un contexto en el que la tasa de natalidad está en declive en China. Y ello pese a la flexibilización de la política que limita los nacimientos, que permite ahora a las parejas tener dos hijos.
Según Yi Fuxian, experto en obstetricia en la Universidad del Wisconsin en Estados Unidos, la crisis sanitaria tendrá un impacto demográfico.
“La epidemia provocará un freno en el crecimiento del PIB, un aumento del desempleo y una disminución del ingreso de las familias. Es decir, un descenso en la capacidad financiera para educar a niños y por tanto una baja de la natalidad”, explica
Otros estiman en cambio que los largos períodos pasados en casa en cuarentena pueden alentar la procreación.
Así, una banderola de propaganda exhibida en las calles de la ciudad de Henan (centro) vanagloria el patriotismo de los habitantes: “Tener un segundo niño es una buena forma de aportar su contribución al país”.
AFP
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