Desde una sala de su casa en Washington, el jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) para América Latina, Alejandro Werner (Buenos Aires, 1967) responde las preguntas de EL PAÍS por videoconferencia, en un momento crítico para la economía mundial y, muy especialmente, para el bloque latinoamericano.
Por EL PAÍS
En una nebulosa económica que impide hacer pronósticos a más de unos pocos meses vista —¿cuándo pasará la pandemia y podrá volver la actividad económica?; ¿habrá una vacuna pronto?—, Werner sí tiene algo claro: la región se enfrentará este año a la peor recesión en medio siglo y se expone a una nueva década perdida incluso si la recuperación es rápida.
Pregunta. El coronavirus ha activado el botón del pánico en la economía mundial, pero los emergentes se están llevando la peor parte hasta ahora. ¿Está Latinoamérica en la situación más crítica en décadas?
Respuesta. Es difícil hacer una comparación, pero en términos de desempeño económico va a ser el peor año para la región en más de medio siglo: vamos a ver recesiones profundas en todos los países. Nunca habíamos visto una sincronización tan preocupante… Todos van a estar afectados por la pandemia. Además, al ser un choque global, todos los spillovers [el efecto derrame] del exterior les van a afectar simultáneamente: recesión en todos los socios comerciales; caída en los términos de intercambio; crisis en el mercado del petróleo, con una bajada en el precio mayor de lo que se justifica por la menor actividad; caída en el turismo; caída de las remesas; salida en los flujos de capitales mayor que en la crisis financiera global. Va a ser la recesión más profunda en más de medio siglo.
P. Pero llegará la recuperación…
R. Aunque sea rápida en 2021 y siga en los años sucesivos, probablemente la década de 2015 a 2025 va a volver a ser otra década perdida en términos de producto per cápita. Ahora bien, si la epidemia se controla, muchos países de la región tienen una situación macroeconómica lo suficientemente sólida como para fundamentar una recuperación relativamente buena después. Eso lo hace muy diferente de la crisis de deuda externa y la crisis financiera de los ochenta, donde salimos con problemas inflacionarios y de deuda. Y hubo que reestructurar el sector financiero, la deuda pública, restablecer un sistema monetario que funcionase…
P. Pero, a diferencia de en la última crisis, la de 2008, Latinoamérica no tiene el salvavidas de las materias primas.
R. Aquella no fue una crisis de mercados emergentes: nomás recibimos el contagio del exterior. Y la región, en promedio, venía de años muy buenos y tenía margen de acción. Después, los precios de las materias primas se recuperaron rápidamente por la demanda china. En esta ocasión es difícil esperar un impulso muy importante por el lado de las materias primas. Va a haber un impulso de la economía mundial, porque se están implementando paquetes de ayuda por el lado de la demanda agregada muy importantes y de manera mucho más rápida que en 2009-2010, pero el impacto en la región va a ser muy importante.
P. Es un choque con mil y una ramificaciones: le pega a los países productores de materias primas; a los turísticos; a México, manufacturero y muy conectado a EE UU por exportaciones y remesas… ¿Hay precedentes de algo similar?
R. Difícilmente uno pueda imaginar un choque con esta cantidad de elementos negativos para la región: es de demanda y de oferta, agravado por la caída en el precio del petróleo.
P. Hace justo dos semanas urgía a “tomar medidas decisivas”: “Es el momento”, escribía. ¿Está satisfecho con lo visto hasta ahora?
R. Los países se han ido moviendo en la dirección correcta. En salud pública se han enfocado decididamente a limitar el contagio del coronavirus. Y se están implementando medidas de política fiscal para tratar de limitar la crisis económica: hemos visto programas ya en Chile, en Perú… Los países van avanzando y vamos a ver muchas más medidas con el paso del tiempo. Obviamente, en América Latina es mucho más difícil por la falta de capacidad fiscal para hacer programas tan agresivos y expansivos como en las economías avanzadas, que, con tasas reales negativas, tienen un costo mucho más bajo.
P. La ambición de estos paquetes, en cambio, está siendo menor que en otras economías, tanto avanzadas como emergentes. ¿No cree que hay que pedir más?
R. La historia de América Latina también hace que los responsables de la política económica de manera prudente. Coincido en que la región tiene espacio para hacer más, pero siempre como parte de un paquete integral que ancle las expectativas de sostenibilidad de mediano plazo. También los bancos de desarrollo pueden tener una influencia importante.
P. ¿Hay más margen del lado de la inflación? Parece controlada.
R. Al no haber presiones inflacionarias, la política monetaria se puede concentrar más en apoyar la recuperación. Hay espacio para que los bancos centrales se muevan más.
P. Y, sin embargo, el golpe para las monedas de la región está siendo enorme: muchas de ellas están en o cerca de mínimos históricos…
R. Pero se están dando en simultáneo con reducciones de las tasas de interés: estos movimientos reflejan más bien factores reales, como la caída en los términos de intercambio o la desaceleración de la economía y los flujos negativos de capitales. México, por ejemplo, cuenta con reservas en divisas internacionales, una línea de crédito flexible con el Fondo y con la Fed. Brasil, Colombia o Perú también tienen reservas… Y, tradicionalmente, los inversionistas aprovechan las valuaciones más castigadas para llevar dinero de regreso a sus países. Vemos fortalezas, con movimientos cambiarios más parecidos al dólar canadiense, por ejemplo, que los tradicionales movimientos exagerados que detonaban pánicos. Eso abre la posibilidad de ser más agresivos.
P. Pero muchos países de la región llegan a esta crisis tras un periodo de fuerte convulsión social.
R. Las condiciones iniciales, sociales y políticas son complejas. La solidaridad nos debería llevar a que aquellos espacios de la sociedad donde hay mayor capacidad para resistir cooperen. Este choque debe llevar a buscar espacios de consenso y no de diferencias. Ojalá ese espíritu rija: hoy lo que hay que hacer es atender la emergencia, y en la medida en la que salgamos, las economías de América Latina van a estar en una mejor posición para corregir la mala distribución de ingreso y oportunidades.
P. Hablamos de política fiscal y monetaria, bancos de desarrollo… Pero, ¿dónde está el FMI en todo esto? Se echa en falta una actitud más proactiva.
R. En todos los países emergentes y en desarrollo debe haber un rol muy importante para que el Fondo y otras instituciones de desarrollo ayuden. Nosotros tenemos un balance de un billón de dólares y estamos empezando a movilizarlo a través de nuestros instrumentos de más rápido desembolso, que básicamente se usan para desastres naturales. 80 países nos han pedido esas líneas y estamos tramitándolas para que salgan rápidamente. Estamos perfectamente financiados para poder utilizar nuestra capacidad de préstamo, y es más importante utilizarla rápido dadas las necesidades que estar pensando en necesidades posteriores.
P. ¿Están preparados para nuevos programas si fueran necesarios?
R. Tenemos abiertos Argentina, Ecuador, Honduras, Barbados y dos líneas de crédito flexible. Y de las 80 peticiones de financiamiento rápido, 14 de ellas son de Latinoamérica y el Caribe. Si hay solicitudes de nuevos programas, trabajaremos en ellas.
P. ¿En qué punto está la negociación con Argentina? ¿Qué posibilidades ve de que los tenedores privados de deuda aprueben la quita propuesta?
R. No hacemos pronósticos. El proceso está avanzando. Obviamente, por la pandemia ha sufrido cambios en el calendario, pero las autoridades argentinas están enfocadas totalmente en llevarlo a buen término y estamos en la expectativa de que así sea, aunque el entorno económico sea más difícil.
P. Tras ser rescatado en 2019, Ecuador está hoy al borde del default y con un petróleo bajo mínimos que complica aún más todo.
R. Estamos trabajando con el Gobierno a marchas forzadas. Los precios del petróleo han sido un choque muy negativo: es el segundo o tercer país más expuesto de la región. Y es, además, uno de los que más está sufriendo la pandemia en términos per cápita. La situación más difícil tiene que ser reflejada en el programa.
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