Los precios del petróleo se hunden y con ellos las últimas posibilidades de que la crisis en Venezuela fuera menos severa de lo esperado incluso antes del brote global del coronavirus. La precariedad es tal que sólo se pueden esperar ingresos petroleros por el orden de los 5.000 millones de dólares para todo el año, con los que será imposible atender los requerimientos básicos del país como la gasolina y los alimentos, que ya no se producen en el territorio. Mientras tanto, los venezolanos movidos por la necesidad desoyen las restricciones de la cuarentena para buscar opciones diarias para sobrevivir, a sabiendas de que sólo se espera un panorama desolador.
Zenaida Amador / ALnavío
La orden de “quédate en casa” se ha cumplido en 90%, según dicen de tanto en tanto los voceros del régimen de Nicolás Maduro. Aseguran que es gracias a la medida de parálisis general de actividades que el ritmo de expansión del Covid-19 ha sido lento, lo que a la fecha ha evitado una crisis sanitaria severa, como la que han reportado otros países.
Sin embargo, por las calles de Caracas, donde los comercios en general permanecen cerrados desde el 16 de marzo, abundan los transeúntes, una que otra unidad de transporte público operando y cierto flujo de automóviles particulares que han podido surtirse de las limitadas existencias de gasolina.
Esa “vida”, que se apaga sobre las dos de la tarde, cuando comienzan a quedarse vacías las calles y la sensación de territorio arrasado se intensifica, está determinada por las compras de alimentos y medicinas autorizadas por las autoridades, pero también por la necesidad de ganarse la vida de ese casi 60% de la población que está fuera del sector formal de la economía.
Según estimaciones del sociólogo Luis Pedro España, hechas a inicios de año, más de dos tercios de la población venezolana tiene que “rebuscarse” para poder comer, eso implica prácticas como sobretrabajo, desempeño de varios oficios a destajo o vender cualquier cosa (desde tortas y café hasta desprenderse de sus bienes).
Economía agonizante
Venezuela entra en la dimensión de la crisis económica estimulada por el Covid-19 en el marco de su séptimo año consecutivo de contracción económica, lo que implica que las oleadas recesivas de la pandemia a nivel global vienen con fuerza a golpearle y encuentran al país como a sus ciudadanos: sin ahorros y sin capacidad de generar ingresos.
La guerra petrolera global, con Rusia y Arabia Saudita al frente, más el enfriamiento de la demanda de hidrocarburos debido al efecto contractivo estimulado por el brote del coronavirus, hizo que la semana pasada el crudo venezolano se vendiera en promedio en 13,74 dólares por barril, un nivel tan bajo que ni siquiera cubre los costos de producción. En lo que va de año, la cesta petrolera venezolana ha perdido 70% de su valor y las perspectivas no son favorables, ya que el petróleo sigue generando el 86% de los ingresos de la nación.
Sin gasolina
Desde hace años se viene acentuando la escasez de gasolina por la desinversión en la industria petrolera, que echó al piso el bombeo de crudo y dejó operando en menos de 10% de su capacidad al sistema refinador nacional. Esto, más el descalabro de las finanzas públicas y el efecto más reciente de las sanciones internacionales, ha dejado al país sin combustibles, que casi en un 80% provienen de las importaciones.
En marzo, según Reuters, las importaciones de combustibles sumaron 84.000 barriles diarios y la demanda se ubica en 110.000, lo que acentuó las fallas. Por eso en medio de la cuarentena cesaron los suministros de gasolina y el surtido, controlado por los militares, se restringe a sectores priorizados como salud, alimentos, seguridad y servicios públicos básicos.
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