No hay arma mala ni buena. Las armas, sin una mano que dispare, son inofensivas. Como las “ballenas” de Caracas, esas máquinas monstruosas que se usan para dispersar manifestaciones a base de chorros de agua a presión, con fuerza para derribar a varias personas a la vez.
La jornada arranca a las 19:00 hora local, cuando comienza el toque de queda y las calles se vacían por completo, y se prolonga hasta que la tarea finaliza. No importa el tiempo, sino el objetivo: desinfectar cada rincón de la capital venezolana y lugares aledaños para impedir la propagación del COVID-19.
La desinfección y limpieza está coordinada por personal de Protección Civil del Distrito Capital, del municipio Libertador, la Alcaldía de Caracas y efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), encargados de manejar los vehículos blindados.
HIPOCLORITO DE SODIO, LA “MUNICIÓN”
El agua con la que normalmente se llena el depósito de las “ballenas” no es suficiente para matar al enemigo, así que la “munición” tiene que ser mas fuerte: hipoclorito de sodio. Cloro en estado puro, con gran poder desinfectante y más económico que otras fórmulas más sofisticadas con un costo mucho más elevado.
Pero igual que este producto tiene un gran poder de desinfección, también es altamente tóxico para el ser humano, así que el trabajo debe hacerse con precisión y con las medidas de protección que exige una labor mucho más delicada y compleja de lo que aparenta.
Enfundados en trajes de seguridad de color blanco, gafas, guantes y mascarillas quirúrgicas, los operarios se enfrentan a dos enemigos: la alta toxicidad que producen los vapores del hipoclorito y el invisible COVID-19, que puede estar en cualquier superficie y atacar sin previo aviso.
Así, con todo bajo control, las calles de Caracas quedan libres de cualquier resto humano que pueda transmitir el virus, al menos hasta las 6:00 horas del día siguiente, cuando se levanta el toque de queda para que los ciudadanos puedan salir a hacer su compras imprescindibles o a trabajar aquellos cuyo desempeño no permite el teletrabajo.
DESINFECCIÓN DE RECINTOS CERRADOS
Una vez concluye la limpieza de avenidas y aceras, llega la hora de desinfectar interiores que, durante la jornada, soportan una gran afluencia de gente: hospitales, mercados o estaciones de Metro, entre otros.
El químico usado es el mismo, pero el sistema cambia. Es la hora de usar los rociadores, a motor o por bombeo, que China ha donado al régimen de Nicolás Maduro para hacer frente al COVID-19, que llegó a Venezuela hace tres semanas, y que, según el último informe del Ejecutivo (6 de abril) ha contagiado a 165 personas y causado la muerte de siete.
Con los equipos colgados a sus espaldas a modo de mochila, los operarios de Protección Civil se adentran en las zonas de riesgo. Miles de personas pasaron a lo largo del día por esos lugares, así que las posibilidades de que haya restos del virus son muy altas.
Los mostradores o vitrinas de los mercados, los tornos del Metro, los asientos, las barras de sujeción, las salas de espera de los hospitales, puertas, cristales, sillas y mesas de los sanitarios, los suelos o las camillas quedan listos con garantías de higiene y desinfección para arrancar la próxima jornada.
MEDIDAS FRENTE A LA PANDEMIA
El régimen de Venezuela impuso medidas estrictas para evitar la propagación del coronavirus cuando en el país solo se habían reportado dos contagios.
El día 13 de marzo, dos personas que habían estado en el extranjero dieron positivo en las pruebas de detección, por lo que Maduro ordenó el aislamiento social desde la madrugada del día 15 hasta una fecha indefinida. En Venezuela, al contrario que la mayoría de países, no hay plazos.
Maduro dio la orden de no salir de casa, cerrar los comercios -excepto tiendas de alimentación, supermercados y farmacias- y suspender las clases en todos los centros y niveles educativos.
El obligado cumplimiento de la normativa es recordado a diario por miembros de los cuerpos de seguridad del Estado, que recorren las calles con megáfonos para advertir de las consecuencias de no seguir las instrucciones.
Solo aquellas personas que vayan a comprar o a trabajar con salvoconducto podrán moverse, aunque nadie está exento de limitaciones.
A las 19:00 horas, todos los establecimientos deben estar cerrados y los ciudadanos en sus casas.
Todo listo nuevamente para que las “ballenas” y sus operarios comiencen de nuevo su tarea: acabar con el enemigo invisible, el COVID-19.
EFE
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