La jefa de enfermeras acudió a la televisión nacional para hacer una declaración en nombre de sus compañeros de los servicios de atención médica: por favor, no nos agredan.
Por Infobae
En México, las enfermeras que trabajan bajo sus órdenes han sido atacadas brutalmente en al menos 21 ocasiones, acusadas de propagar el coronavirus. Muchas ya no usaban sus uniformes mientras viajaban hacia o desde el trabajo por temor a ser lastimadas, dijo la funcionaria, Fabiana Zepeda Arias, jefa de la División de Programas de Enfermería del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
“Nosotros podemos salvar sus vidas”, dijo, dirigiéndose a los atacantes. “Ayúdennos, por favor, a cuidarlos. Y para eso necesitamos que ustedes nos cuiden”.
En muchas ciudades, los médicos, los enfermeros y otros trabajadores de la salud han sido reconocidos con coros de aplausos y vítores desde las ventanas y los tejados por brindar la defensa de primera línea contra la pandemia.
Pero en algunos lugares, los trabajadores de la salud son estigmatizados como si fuesen vectores de contagio debido a su trabajo. Han sido agredidos, maltratados y marginados.
En Filipinas, unos atacantes rociaron con cloro a un enfermero y lo dejaron ciego. En India, un grupo de trabajadores médicos fue perseguido por una turba que lanzaba piedras. En Pakistán, una enfermera y sus hijos fueron desalojados del edificio donde residían.
Se han reportado decenas de ataques contra trabajadores de la salud en México, donde los brotes intensos entre el personal hospitalario que atiende a los enfermos de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, han inquietado a los residentes y a los miembros de la comunidad médica. Decenas de médicos y enfermeras se han enfermado en varios hospitales de todo el país y los trabajadores de la salud han protestado de manera generalizada por los equipos de protección inadecuados.
Las enfermeras en el estado de Jalisco denunciaron que se les impide utilizar el transporte público debido a su ocupación. Una enfermera en Culiacán, la capital del estado de Sinaloa, al noroeste de México, dijo que le lanzaron cloro mientras caminaba por la calle.
En Mérida, la capital del estado de Yucatán, un enfermero dijo que alguien que manejaba una motocicleta le arrojó un huevo.
Zepeda Arias, quien habló la semana pasada durante una conferencia de prensa, dijo que 21 de sus enfermeros del Instituto Mexicano del Seguro Social habían sido atacados en el último mes.
“Duele hablar de esto, duele hablar de lo que le pasa a tu gente”, dijo conteniendo las lágrimas. “La agresión no es algo que nadie quiera. Los invitamos de verdad a respetarnos”.
Los ataques contra los trabajadores de sistema de salud parecen estar enraizados en el miedo y la ignorancia, son alimentados con información errónea, dijo Edith Mujica Chávez, presidenta de la Comisión Interinstitucional de las Enfermeras de Jalisco.
“Es comprensible, considerando cuánta incertidumbre y desinformación hay”, dijo en una entrevista. “Hay algunas personas que entran en pánico y se encierran en sus casas, otras piensan que no les va a pasar nada y andan despreocupadas, y otras piensan que son los enfermeros y los médicos quienes transmitirán el virus porque estamos en contacto con los pacientes”.
México actuó de manera más lenta que otros países de la región para exigir el distanciamiento social y alentar a las personas a quedarse en casa, y el número de casos de coronavirus ha aumentado considerablemente en las últimas semanas. El domingo por la noche, funcionarios del gobierno reportaron 14.677 casos confirmados en el país y 1351 muertes.
Las autoridades han dicho que los casos confirmados incluyen a más de 500 trabajadores de la salud.
Los funcionarios mexicanos han condenado la agresión contra médicos y enfermeros y han calificado los episodios como aislados.
En una conferencia de prensa celebrada el viernes por la noche, Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, calificó los ataques y la discriminación contra los equipos médicos que trabajan para mantener seguro al país como algo “extremadamente preocupante, absolutamente inaceptable”.
“Todo esto es hasta cierto punto inexplicable, es sorprendente”, comentó. “Precisamente las personas que tienen la mejor posibilidad y la mejor intención de ayudar, que son las y los trabajadores de la salud que están en el primer frente de respuesta, sean agredidas y agredidos por el hecho de ser trabajadoras y trabajadores de la salud”.
Diversos actos de hostilidad han sucedido en todo el mundo.
En Filipinas, un enfermero en la provincia sureña de Sultan Kudarat fue atacado por cinco hombres que pensaban que estaba infectado con el virus debido a su trabajo. Le echaron cloro en la cara provocando lo que, según sus médicos, podría ser un daño permanente en la vista.
En un discurso televisado este mes, el presidente del país, Rodrigo Duterte, advirtió que las personas que discriminaban a los trabajadores de la salud serían procesadas rápidamente.
“Quiero ordenarle a la policía que arreste a cualquiera que los acose”, dijo. “Una vez en prisión, no los alimenten. Déjenlos morir de hambre”.
En India, trabajadoras de la salud informaron haber sido atacadas físicamente, escupidas y amenazadas con violencia sexual por tratar a pacientes con el coronavirus.
A principios de este mes, un grupo de médicos que usaban sus equipos de protección fue perseguido por una turba, la cual arrojaba piedras contra ellos en la ciudad de Indore, después de que intentaron examinar a una mujer para ver si tenía COVID-19.
“Ellos gritaban: ‘¡Atrápenlos! ¡Golpéenlos!’”, recordó una de los médicos, Zakia Sayed, en una entrevista con India Today, una cadena de televisión. “No sabemos cómo y por qué la situación empeoró tanto”.
En varios países han proliferado los reportes de trabajadores de la salud a los que sus vecinos temerosos les han impedido llegar a sus hogares o que fueron desalojados por los caseros.
Ghazala Bhatti, una enfermera en Karachi, Pakistán, y madre de tres hijos, dijo que su arrendador le pidió que abandonara su apartamento por temor a infectar a otros en el edificio después de tratar a pacientes con COVID-19.
“El arrendador me dijo que estaba preocupado por la salud de su padre de 72 años que lucha contra el cáncer, que vive en el primer piso del edificio”, dijo Bhatti, quien se mudó con su hermano porque no pudo encontrar un lugar para alquilar debido al cierre de la ciudad.
“Estoy desconsolada”, dijo. “Nunca había sentido miedo de ser enfermera hasta que sucedió esto”.
Paulina Villegas colaboró con este reportaje desde México; Jason Gutiérrez, desde Manila; Zia Ur Rehman, desde Karachi, Pakistán, y Kai Schultz, desde Nueva Delhi.
(c) The New York Times 2020
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