El dolor y las lágrimas rompieron el silencio. José Pastor Ortiz, padre de un niño que falleció por deshidratación en el Hospital Pediátrico Dr. Agustín Zubillaga el 8 de mayo, descargó todo lo que sentía por las redes sociales y a LA PRENSA cuando denunció que por una arepa con mortadela y negligencia en la Villa Bolivariana su hijo se enfermó del estómago y falleció.
Jennifer Orozco | LA PRENSA de Lara.
El hombre detalló que todo ocurrió mientras él, junto al resto de la familia entre ellos su pequeño, estaban en confinamiento y aseguró que el personal de la sede que asignó la Gobernación de Lara para aislamiento ante el COVID-19 no los atendió a tiempo lo que tuvo como consecuencia la muerte de su hijo en los brazos de una doctora.
Luego de explotar en las redes sociales, Ortiz cedió una entrevista a LA PRENSA en la que recordó minuto a minuto lo ocurrido. El padre tomó la decisión de contar su historia «para que casos terribles como éste, no se repitan», acotó.
«Nosotros nos vinimos de Bogotá el 29 de abril y ya el 30 estábamos en Guasdualito (estado Apure). Allí, fuimos encerrados en una escuela durante 8 días. Aunque la comida era poca, el personal encargado tenía la posibilidad de comprar comida cruda, que cocinábamos en leña».
La familia Ortiz Barco llegó a la Villa Bolivarian el 8 de mayo sana. FOTO: Cortesía.
Cuenta Ortiz que el 7 de mayo, antes de las 6:00 de la mañana, en el lugar les avisaron que debían estar listos, pues él, su familia y otras 40 personas, serían trasladados hasta Barquisimeto para seguir cumpliendo la cuarentena.
«Llegamos el 8 de mayo a las 2:00 de la mañana. Nos recibieron en la Villa Bolivariana con unas arepas que estaban rellenas con un embutido que parecía mortadela. Fuimos llevados a la habitación donde nos íbamos a quedar mi esposa, mi hija de 6 años, mi hijo de 1 año y 8 meses, una muchacha con su hijo de 1 año y 5 meses, un señor de 60 años, dos muchachas de 30 años, una muchacha y su sobrino de 17 años, en total éramos 11 personas. Todos comimos a medias, pero como mi bebé era comelón se comió toda la arepa«, relata.
Tras acostarse a dormir, a las 3:00 de la mañana, la niña mayor de Ortiz comenzó a vomitar; después de ella los demás niños, incluyendo al bebé; y luego los adultos. A las 6:00 de la mañana todos comenzaron a tener diarrea.
«Entraban al baño uno detrás de otro con una diarrea imparable. Las necesidades las hicieron una arriba de la otra porque no había agua en la habitación. A esa hora empecé a gritar por la ventana que nos abrieran el agua, pero me ignoraron. Unos abuelos de la habitación de al lado nos pasaron un pote de agua por la ventana que usamos para los niños; los adultos nos aguantamos la sed», cuenta.
El padre explica que gritó durante tres horas seguidas que necesitaban atención médica, pero que nadie «nos paró». A las 9:30 de la mañana les abrieron el agua media hora, lo que les dio chance de lavar el baño y bañarse. Aunque los adultos estaban un poco mejor, los niños tenían diarrea aún.
«A las 10:00 de la mañana nos subieron desayuno y también nos atendió una doctora que nos dijo que no había tratamiento para la diarrea. Nos recomendó que le preparáramos un suero a los pequeñitos. Eso hicimos, mi bebé aún tenia fuerza, pero a las 12:00 del mediodía ya estaba casi desmayado», relata.
Ahí comenzó la angustia de la familia Ortiz Barco, que trató de derribar la puerta a las patadas y hasta una mesa utilizaron para poder abrir la cerradura. Gritaron, todos los confinados gritaban, pero nadie los atendía.
Espera fatal
Ortiz especifica que a las 3:00 de la tarde volvió la doctora y al ver el estado del niño, lo mandó a la enfermería de la Villa junto a su mamá. «Ahí no tenían yelco de niño, así que usaron un yelco de adulto para aplicarle tratamiento, pero le dañaron la vena al bebé, el tratamiento nunca bajó», denunció.
El padre recuerda que la doctora, casi a las 5:00 de la tarde, ordenó el traslado del pequeño hasta el Hospital Pediátrico, pero como no había ambulancia, esperaron que pasara un taxi por la avenida Libertador. «Cuando llegaron al Pediátrico, el bebé iba muy mal, trataron de ponerle tratamiento, pero ya estaba grave, cuando lo fueron a intubar le dio un paro respiratorio y murió en los brazos de la doctora», cuenta.
«La negligencia fue allá en la Villa y no en el hospital», suelta Ortiz, asegurando que la doctora le dijo que si hubiesen llegado 20 minutos antes, su bebé se salvaba.
El niño llegó al Hospital Pediátrico con signos vitales, pero muy débil y murió deshidratado. FOTO: LA PRENSA.
«No le gana nadie»
Ortiz afirma que han sido días muy difíciles. «Recuerdo cómo mi bebé sonreía en el autobús. Él llegó sano, todos dimos negativo dos veces en las pruebas. No estaba desnutrido, ni enfermo como dijeron».
«Escuché a la gobernadora decir que todo estaba bien al otro día que murió mi bebé, pero no es así y eso es lo que me motiva a contar la historia, que lo sepan las autoridades para que no pase, para que no mueran más niños. No había denunciado porque al gobierno no le gana nadie, nadie puede con ellos», cerró.
Ortiz en la morgue no se atrevió a denunciar, pues dijo que le prohibieron dar declaraciones. Foto: LA PRENSA.
cuando denunció que por una arepa con mortadela y negligencia en la Villa Bolivariana su hijo se enfermó del estómago y falleció.
El hombre detalló que todo ocurrió mientras él, junto al resto de la familia entre ellos su pequeño, estaban en confinamiento y aseguró que el personal de la sede que asignó la Gobernación de Lara para aislamiento ante el COVID-19 no los atendió a tiempo lo que tuvo como consecuencia la muerte de su hijo en los brazos de una doctora.
Luego de explotar en las redes sociales, Ortiz cedió una entrevista a LA PRENSA en la que recordó minuto a minuto lo ocurrido. El padre tomó la decisión de contar su historia «para que casos terribles como éste, no se repitan», acotó.
«Nosotros nos vinimos de Bogotá el 29 de abril y ya el 30 estábamos en Guasdualito (estado Apure). Allí, fuimos encerrados en una escuela durante 8 días. Aunque la comida era poca, el personal encargado tenía la posibilidad de comprar comida cruda, que cocinábamos en leña».
La familia Ortiz Barco llegó a la Villa Bolivarian el 8 de mayo sana. FOTO: Cortesía.
Cuenta Ortiz que el 7 de mayo, antes de las 6:00 de la mañana, en el lugar les avisaron que debían estar listos, pues él, su familia y otras 40 personas, serían trasladados hasta Barquisimeto para seguir cumpliendo la cuarentena.
«Llegamos el 8 de mayo a las 2:00 de la mañana. Nos recibieron en la Villa Bolivariana con unas arepas que estaban rellenas con un embutido que parecía mortadela. Fuimos llevados a la habitación donde nos íbamos a quedar mi esposa, mi hija de 6 años, mi hijo de 1 año y 8 meses, una muchacha con su hijo de 1 año y 5 meses, un señor de 60 años, dos muchachas de 30 años, una muchacha y su sobrino de 17 años, en total éramos 11 personas. Todos comimos a medias, pero como mi bebé era comelón se comió toda la arepa«, relata.
Tras acostarse a dormir, a las 3:00 de la mañana, la niña mayor de Ortiz comenzó a vomitar; después de ella los demás niños, incluyendo al bebé; y luego los adultos. A las 6:00 de la mañana todos comenzaron a tener diarrea.
«Entraban al baño uno detrás de otro con una diarrea imparable. Las necesidades las hicieron una arriba de la otra porque no había agua en la habitación. A esa hora empecé a gritar por la ventana que nos abrieran el agua, pero me ignoraron. Unos abuelos de la habitación de al lado nos pasaron un pote de agua por la ventana que usamos para los niños; los adultos nos aguantamos la sed», cuenta.
El padre explica que gritó durante tres horas seguidas que necesitaban atención médica, pero que nadie «nos paró». A las 9:30 de la mañana les abrieron el agua media hora, lo que les dio chance de lavar el baño y bañarse. Aunque los adultos estaban un poco mejor, los niños tenían diarrea aún.
«A las 10:00 de la mañana nos subieron desayuno y también nos atendió una doctora que nos dijo que no había tratamiento para la diarrea. Nos recomendó que le preparáramos un suero a los pequeñitos. Eso hicimos, mi bebé aún tenia fuerza, pero a las 12:00 del mediodía ya estaba casi desmayado», relata.
Ahí comenzó la angustia de la familia Ortiz Barco, que trató de derribar la puerta a las patadas y hasta una mesa utilizaron para poder abrir la cerradura. Gritaron, todos los confinados gritaban, pero nadie los atendía.
Espera fatal
Ortiz especifica que a las 3:00 de la tarde volvió la doctora y al ver el estado del niño, lo mandó a la enfermería de la Villa junto a su mamá. «Ahí no tenían yelco de niño, así que usaron un yelco de adulto para aplicarle tratamiento, pero le dañaron la vena al bebé, el tratamiento nunca bajó», denunció.
El padre recuerda que la doctora, casi a las 5:00 de la tarde, ordenó el traslado del pequeño hasta el Hospital Pediátrico, pero como no había ambulancia, esperaron que pasara un taxi por la avenida Libertador. «Cuando llegaron al Pediátrico, el bebé iba muy mal, trataron de ponerle tratamiento, pero ya estaba grave, cuando lo fueron a intubar le dio un paro respiratorio y murió en los brazos de la doctora», cuenta.
«La negligencia fue allá en la Villa y no en el hospital», suelta Ortiz, asegurando que la doctora le dijo que si hubiesen llegado 20 minutos antes, su bebé se salvaba.
El niño llegó al Hospital Pediátrico con signos vitales, pero muy débil y murió deshidratado. FOTO: LA PRENSA.
«No le gana nadie»
Ortiz afirma que han sido días muy difíciles. «Recuerdo cómo mi bebé sonreía en el autobús. Él llegó sano, todos dimos negativo dos veces en las pruebas. No estaba desnutrido, ni enfermo como dijeron».
«Escuché a la gobernadora decir que todo estaba bien al otro día que murió mi bebé, pero no es así y eso es lo que me motiva a contar la historia, que lo sepan las autoridades para que no pase, para que no mueran más niños. No había denunciado porque al gobierno no le gana nadie, nadie puede con ellos», cerró.
Ortiz en la morgue no se atrevió a denunciar, pues dijo que le prohibieron dar declaraciones. Foto: LA PRENSA.
https://youtu.be/MC50t1jSTVs