El coronavirus ha paralizado al mundo pero no detiene a los bailarines cubanos, que en medio del aislamiento ya no danzan en grandes salones sino en las salitas y azoteas de sus casas, tirando de ingenio para mantener la forma hasta que vuelvan a alzarse los telones.
EFE
Los ensayos en salas ventiladas, la música batiendo en las paredes, los ejercicios en las barras y la voz del «maitre» repitiendo «otra vez», solían ser rutina en las compañías de baile en la isla, donde la danza es un modo de vida. Ahora, en un país casi paralizado por la COVID-19, esta es una realidad distante
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