En un día en el que se espera que las temperaturas trepen hasta los 34°C en París, la Torre Eiffel reabrió sus puertas este jueves tras permanecer cerrada 104 días debido a la crisis sanitaria desatada por el Covid-19.
Unos 50 visitantes fueron recibidos al cálido ritmo de una batucada, acorde al tiempo y al calor que deberán soportar para subir a pie y con mascarillas los 674 escalones sin quieren gozar del paisaje, puesto que durante los primeros ocho días solo los dos primeros pisos están habilitados.
Si la situación sanitaria lo permite, los ascensores reabrirán en julio, excepto aquellos, más pequeños, que llevan hasta la cumbre de la torre de 324 metros de altura. Todo ello para garantizar una distancia segura entre los visitantes y limitar el riesgo de infección.
La empresa que gestiona el monumento colocó en el suelo marcas de color azul, con las que invitan a las personas a mantener al menos 1,50 de distancia entre ellas. Todos, excepto los niños de hasta 11 años, deberán llevar tapabocas para acceder a la torre.
“Quería participar en este momento de alegría. Casi estoy llorando, pero es de felicidad. Después de estos meses difíciles esto es una gran emoción”, dice Thérèse, de 60 años, que ha venido de Perpiñán, sureste de Francia, para visitar a su nieto, y no ha querido perderse la apertura del emblemático monumento parisino.
“Voy a subir despacio… y si no llego hasta arriba no importa”, agrega la mujer.
“Es muy especial estar aquí para la reapertura de la Torre Eiffel”, dice Manuel Mehl, un turista alemán de 42 años de Pfaffenhofen (sur de Alemania) con su esposa americana, Shanique Chintsanya (28), que estará aquí durante tres días en la capital francesa.
“Estoy un poco triste porque la parte superior de la Torre no está abierta, pero no pasa nada, tenemos que subir las escaleras”, se ríe Chintsanya.
“Hay 700 escalones hasta el segundo piso, hay que ser deportivo”, explica por su parte Yacine Gueblaoui, jefe de equipo del personal de la Torre.
En cuanto a la Torre, espera empezar a recuperarse económicamente. El cierre del monumento, el más extenso desde la Segunda Guerra Mundial, provocó pérdidas de nueve millones de euros al mes (10,1 millones de dólares), según Patrick Branco Ruivo, el director general de la sociedad de explotación que gestiona el monumento construido en 1889.
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