Se cree que el COVID-19 es la enfermedad que más desarrollo científico y tecnológico cosechó en un corto tiempo en la historia de la medicina, sin antecedentes de un cuadro similar que amalgame características distintivas como lo son su gran transmisibilidad, un amplio abanico de manifestaciones clínicas y una expansión global sin precedentes, que tiene inmovilizado al planeta.
En este contexto, parecería que nadie puede predecir el futuro, ni conocer a ciencia cierta qué ocurrirá con la evolución de la pandemia.
El SARS-CoV-2 irrumpió desde China hacia toda la población mundial como un nuevo virus para la especie humana, y como tal con mayor virulencia y posibilidades de expansión más rápidas que sus parientes cercanos, los coronavirus del resfriado común. Si bien la tasa de letalidad se mantuvo baja, es causa de muchas muertes alrededor de todo el mundo por su extraordinaria contagiosidad y la gran cantidad de afectados”. El médico especialista en clínica e infectología Osvaldo Teglia (MP 8247) es profesor adjunto a cargo de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral y destacó que “los coronavirus del SARS y el MERS, que hace algunos años azotaron distintas partes del mundo -el primero desde China y el segundo desde Oriente medio- conllevaron mayor letalidad, pero menor contagiosidad que SARS-CoV-2, con un consiguiente menor impacto en la población mundial”.
Esta diferencia estribó en que el COVID-19 contagia desde antes que el paciente se encuentre sintomático, e incluso desde individuos asintomáticos que nunca desarrollarán infección, en tanto SARS y MERS contagian luego de que la infección está instalada por varios días. Una diferencia abismal a la hora de diseminarse la enfermedad.
En un intento por predecir la evolución de la pandemia, Teglia esbozó que “tal vez se puedan suponer dos escenarios distintos en la medida de que los ocho mil millones de habitantes del planeta que actualmente aún no se enfermaron de COVID-19 no reciban prontamente una efectiva vacuna”.
En ese sentido, señaló que “uno de ellos es la interrupción total de la cadena de transmisión y el cese definitivo de la enfermedad COVID-19 por haberse alcanzado una inmunidad natural a través de un número crítico de infectados”, en tanto el otro, podría ser “la instalación de una circulación endémo/epidémica del SARS-CoV-2, continuando con la enfermedad de distintos modos”.
“Un freno total a la cadena de transmisión se podría lograr si el número de afectados por el virus es lo suficientemente grande como para generar la denominada ‘inmunidad de rebaño o colectiva’, que se traduciría en la dilación de la propagación de la enfermedad”, consideró el especialista, quien se preguntó “qué porcentaje de población contagiada es necesaria para frenar el avance del virus”, a lo que respondió: Se estima que se necesitaría un 60% de inmunidad en la población para evitar que un virus no alcance más a los susceptibles que se encuentran detrás de esta barrera de personas que están pasando la enfermedad o se recuperaron de la misma, y que ofician como una especie de dique de contención contra la expansión del virus”.
Según él, “aparentemente, si bien el coronavirus logró paralizar el mundo, está lejos de que se afecte el 60% de la población global, requerido para obtener la inmunidad colectiva protectora”.
Desde Europa aseguran que sólo el 5% de los españoles presentan test de anticuerpos positivos contra el nuevo coronavirus. Es decir, poco más de dos millones de personas. Una inmunidad muy escasa y que obliga a seguir teniendo mucha atención en la fase de des-escalonamiento de la cuarentena. Este porcentaje nacional ofrece diferencias entre distintas regiones o ciudades. Por ejemplo, en la zona central -que incluye Madrid- la prevalencia alcanza casi al 15%, porcentaje que es cerca del 8% en Barcelona y del 5% en la comunidad Andaluza. Estos datos provienen de un estudio de vigilancia epidemiológica llevado a cabo por el Ministerio de Sanidad y el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), en el que participaron 36 mil hogares de toda España y unas 60 mil personas. El 26% de las personas que habían estado infectadas fueron asintomáticas, lo que aportó data en otra de las incógnitas del COVID-19, la de los portadores asintomáticos.
Cifras de otros países europeos indican que en Italia se afectó el 9,8% de la población, en Francia el 3%, en Reino Unido el 2,7% y en Alemania menos del 1%.
América es ahora el epicentro de la pandemia, pero la tasa de positivos es tan sólo del 5% en los Estados Unidos, uno de los países más comprometidos. En algunas zonas muy castigadas por el virus del estado de Nueva York, se encontró que entre un 20 y un 30% de la población había contraído la enfermedad.
“Estos datos sugieren que por ahora no podremos contar con la inmunidad de rebaño para alejarnos de los efectos del SARS-CoV-2”, sostuvo Teglia.
¿Qué nos espera entonces? “El horizonte más probable parece el proscenio de un virus endémico, con algunas ‘olas’ de nuevos casos (epidemias)”, opinó el infectólogo, para quien “en la búsqueda de respuestas, vale la pena analizar algunos ejemplos históricos”.
Por ejemplo, citó la epidemia de Gripe Española de 1918, que afectó a 500 millones de personas y produjo entre 50-100 millones de muertes. “Se desarrolló en tres avalanchas, en la primavera y en el otoño de 1918 y en el invierno de 1919. El 64% de los fallecidos se produjeron en la segunda oleada de infecciones -precisó-. Algo parecido ocurrió en la pandemia de Gripe Asiática de 1957, pero no en la más reciente de H1N1 de 2009, que se agotó rápidamente y terminó mezclándose con la gripe estacional gracias al rápido advenimiento de una vacuna, disponible a los pocos meses de iniciada la epidemia”.
Sobre si el SARS-CoV-2 podrá tener un comportamiento parecido al de la Gripe Española o Asiática, Teglia consideró que “decidida y afortunadamente, hay dos cosas que diferencian al actual coronavirus de estos antecedentes. Primero, su capacidad de adaptación, de variación genética (lo que aumenta la virulencia), no es como la de los virus de la gripe, aparentemente el nuevo coronavirus no acumula mutaciones que aumenten su virulencia, es un virus estable”. “Por el otro -continuó- la efectividad de los sistemas de salud dando respuesta a los enfermos más graves hasta que contemos con medicamentos específicos, y el accionar de gobiernos y de la sociedad tendientes a mitigar la propagación del virus permiten albergar esperanzas de que hasta que dispongamos de una efectiva vacuna, decididamente no será la misma situación y por cierto todo será más controlado que en las epidemias de gripe del siglo pasado”.
“Si bien tanto el SARS-CoV-2 como los virus de la influenza o gripe son virus RNA, el RNA de los de la gripe tiene varios fragmentos en su genoma capaces de sufrir intercambios con otros virus de la gripe procedentes de aves y porcinos, haciendo que las vacunas deban ser revisadas cada año y dando más posibilidad de epidemias por la mutabilidad”, explicó el experto, quien diferenció que “por el contrario, el SARS-CoV-2 si bien muta como todos los virus es mucho más estable. Se identificó en él una enzima denominada nsp14-Exon cuya función es corregir errores que aparezcan durante la replicación, haciéndolo un virus más equilibrado”.
– ¿Cómo seguirá la pandemia?
– De no mediar la aparición de una efectiva vacuna antes, un escenario previsto por autoridades en el tema es que la pandemia continuará por varios meses; incluso un par de años o hasta que el 60-70% de la población finalmente se infecte y genere un rebaño protector del resto. El virus seguirá entonces circulando, infectando gente y en ocasiones causando algunos casos fatales, mezclándose paulatinamente como un virus respiratorio más. Como aquellos, podrá haber repiques en forma de brotes que variarán geográficamente y en su magnitud, dependiendo ésta de la vigilancia epidemiológica y de la pronta instrumentación de las medidas de mitigación.
Abona esta hipótesis la reciente aparición de nuevos casos en países que ya consideraban agotada la pandemia. Por estos días, un nuevo brote de COVID-19 en la ciudad de Pekín, aparentemente con origen en el mercado de productos frescos más grande de esa ciudad, parece asegurarnos cómo será la situación hasta que contemos con una vacuna. Las autoridades chinas se movilizaron con celeridad volviendo a las medidas restrictivas y realizando millones de testeos. También se reportan nuevos casos desde Corea del Sur y Singapur. En la Argentina, aún nos resta superar el embate inicial.
Tal vez hoy el SARS-CoV-2 sea como las rocas gigantes de hielo o el clima inclemente que vimos en la película El día después de mañana, pero tengamos esperanzas. Tal como se trasluce al final de aquella ficción, todo pasará, la atmósfera volverá a ser diáfana y nos reencontraremos con nuestros seres queridos.
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