En el sector de la investigación, el profesor Christian Happi se ganó el respeto por su lucha contra las epidemias y ahora quiere colocarse al frente de una nueva generación de científicos africanos que aporten conocimientos para que el mundo deje de decirle a África «lo que tiene que hacer».
El biólogo molecular de 52 años, criado en Camerún y formado en Harvard, lucha contra las epidemias que devastan el continente africano y transmite su sabiduría, dos combates esenciales en estos tiempos de pandemia de nuevo coronavirus, para la cual desarrolló un test de diagnóstico de bajo costo.
“Quiero desarrollar soluciones simples y poco costosas, adaptadas a África y a nuestro entorno”, recalca en su oficina, decorada con diplomas, premios científicos y fotos de familia.
En Ede, una ciudad del suroeste de Nigeria, fundó en 2016 el Centro de Excelencia Africano de Investigación Genómica y de Enfermedades Infecciosas (Acegid), gracias a la financiación del Banco Mundial y de filántropos extranjeros y nigerianos.
Cerca de 1.000 investigadores en bioquímica y genómica del oeste de África, nigerianos en su mayoría, han pasado por estos locales, un tanto envejecidos, mientras esperan a que el año que viene abra el “mayor centro de investigación genómica de África”, en el bosque tropical de Ede.
“Tiene sentido estar aquí, en Nigeria. Este país es el gigante de África, si flaquea, todo el continente le seguirá detrás”, afirma el científico.
En parte a causa de su clima y su densa población, Nigeria vive cada año un número incalculable de episodios epidémicos: malaria, fiebre tifoidea, meningitis, cólera, fiebre amarilla y, más recientemente, ébola.
Este año, todos los investigadores y estudiantes del Acegid están centrados en la lucha contra la COVID-19.
En Nigeria se habían registrado tan solo unos 30.000 casos a principios de julio y cerca de 800 muertos, pero la media de tests realizados al día era solo de 3.000, en un país de 200 millones de habitantes.
Todos los especialistas advierten que, sin que haya capacidades de diagnóstico, las cifras oficiales no reflejan la realidad.
Exámenes de COVID para clínicas rurales
En Ede, el equipo del profesor Happi desarrolló un test de diagnóstico rápido, certificado por la Food and Drug Administration (FDA) estadounidense y que está en proceso de validación a nivel nacional y continental, de cara a una puesta en circulación inminente.
El test se parece a uno de embarazo y fabricarlo cuesta unos 3 dólares, frente a los 100 que cuestan los PCR tradicionales.
“A mí las grandes máquinas PCR que se utilizan en Europa o en Estados Unidos y que ningún hospital público de aquí podrá pagarse, no me interesan”, explica el profesor Happi.
Además, el Acegid es el primer laboratorio que ha secuenciado el ARN (la lectura genética del ADN) del nuevo coronavirus en África. Lo hizo a principios de marzo, a penas unos días después de la aparición del primer caso en Lagos.
“Antes, nos hubiéramos visto obligados a enviar las pruebas a Europa o a Estados Unidos”, explica a la AFP Chikwe Ihekweazu, director del Centro Nacional de Enfermedades Infecciosas, primer gestor de la crisis de la COVID-19 en Nigeria. “El virus puede evolucionar muy rápidamente y gracias a la secuenciación, podemos seguir esta evolución muy de cerca”.
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“De epidemia en epidemia”
Oriundo de Camerún, donde creció y estudió Bioquímica, Christian Happi viajó por primera vez a Londres en 1998, con 30 años, para una conferencia internacional sobre la lucha contra la malaria organizada en Oxford. En aquel entonces, los científicos africanos invitados a ese tipo de congresos eran muy pocos.
La prestigiosa universidad estadounidense de Harvard se fijó en él y lo fichó para que continuara allí su investigación.
En Harvard permaneció doce años, principalmente trabajando en sus proyectos contra la malaria, una enfermedad que aún deja unos 400.000 muertos al año en el mundo (unos 100.000 de los cuales, en Nigeria).
“Pero mientras que la investigación no se haga en el continente, no habrá vacuna”, asegura. “Hay que estar sobre el terreno”.
En 2007, decidió volver a África tras oír hablar de la fiebre de Lassa -parecida al ébola- y de los 700 muertos que causaba cada año en Nigeria.
Al enterarse de que los tests de diagnóstico se enviaban a Alemania y que, mientras llegaban los resultados, un 90% de los pacientes moría; decidió recaudar fondos y construir un laboratorio para efectuar exámenes dentro del país.
“No había nada, ni mano de obra ni material”, recuerda. “Ni siquiera electricidad. ¡Tuvimos que utilizar una batería de auto para hacer funcionar la máquina PCR!”.
Ahora, la fiebre de Lassa, endémica en Nigeria, provoca entre 100 y 200 muertes al año.
A partir de esa experiencia, el profesor fundó el Acegid y, desde entonces, va “de epidemia en epidemia”, como dice.
Con todo, Happi recalca la enorme falta de profesionales que se queden en el país.
“Los jóvenes estudiantes africanos pueden estar formados en las mejores universidades del mundo, pero esto de nada sirve si no hay ninguna estructura que los acoja en África cuando se hayan graduado”, afirma.
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