Grasa de carne cocida y la última porción de arroz que queda en la despensa fue el almuerzo de la familia de Marielys Acosta, una caraqueña que distribuyó los últimos alimentos entre al menos, 7 de las 13 personas que viven con ella en una casa de latón y barro.
Con información de La Voz de América
La joven madre y su pareja trabajan vendiendo salsas picantes artesanales que preparan en un fogón, pero por la pandemia y las medidas de cuarentena, los ingresos han caído.
«Hay días buenos y días malos. Algunas veces hacemos trueque de comida, pero a veces, mi esposo no vende nada. Vivimos así el día a día. En ocasiones, no tenemos nada que darle a los niños y tengo que quitarme el plato de comida para dárselo a mis hijos», explicó Acosta.
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Dos de sus tres niños pesan alrededor de 6 kilos menos que el promedio para sus edades, y a pesar de recibir apoyo para alimentarlos, a través de una fundación, dice que comprar comida es angustiante.
«Algunas veces no hallo que hacer. Me desespero, porque los niños me piden comida. No puedo decirles que no, porque ellos no entienden. Ellos no son como uno, que pueden aguantar y tomar agua para poder mantenerse», contó Acosta a la Voz de América.
Sus hijos son parte del 30 por ciento de infantes en Venezuela en riesgo de desnutrición o con una talla menor a la correspondiente según su edad, de acuerdo con la Encuesta de Condiciones de Vida elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas.
Con información de La Voz de América
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