Pedir una canasta roja a domicilio, buscar sal en una casa vecina o enviar un emoji por el teléfono móvil está ayudando a miles de mujeres ecuatorianas a denunciar el abuso doméstico, que en medio del confinamiento por la pandemia de coronavirus ha crecido silenciosamente en el país andino.
Reuters
Las restricciones de movilidad impuestas por el Gobierno desde mediados de marzo para contener el brote limitaron el acceso de las víctimas a los canales normales para denunciar a sus agresores, pero despertaron la creatividad de grupos de apoyo de mujeres para alertar sobre la violencia de género.
Una llamada de una mujer o alguien de su círculo cercano pidiendo “una canasta roja” alerta al Centro Integral de Protección de Derechos “Warmi” de la Prefectura de Pichincha sobre un caso de abuso doméstico en algún lugar de la provincia.
El código, que surgió a raíz de la entrega de canastas con alimentos por parte de la autoridad local a grupos prioritarios por la pandemia, ha ayudado a “salvar la vida de varias mujeres”, según Pamela Quishpe, coordinadora del proyecto.
“Recibimos la llamada de quiero una canasta roja y activamos el protocolo. Se hace enlace con el (Servicio Integrado de Seguridad) ECU 911, la policía y la fiscalía, se activa inmediatamente todo el operativo”, agregó a Reuters.
Naciones Unidas ha dicho que este flagelo está azotando a América Latina, una región que ya sufría altos niveles de violencia de género con casi 20 millones mujeres y niñas sufriendo abuso sexual y físico, y que el confinamiento aumentó los casos en México, Brasil y Colombia, mientras que en Argentina el número de femicidios se duplicó.
En Ecuador las llamadas de auxilio han caído en un 30% durante el confinamiento pero eso no significa que la violencia de género este disminuyendo, sino que el encierro obligado limitó las posibilidades de las mujeres para pedir ayuda a la red del Gobierno, operativa desde antes de la pandemia, según la secretaria de Derechos Humanos, Cecilia Chacón.
La cuarentena está obligando a las mujeres a estar encerradas con sus perpetradores, una situación que junto al habitual consumo de alcohol y la dura crisis económica que ahora enfrentan los hogares ecuatorianos, está subiendo el riesgo.
El fin de semana cada tres minutos se recibe una llamada de auxilio por violencia de género en el país, aún durante la pandemia, según la Secretaría de Derechos Humanos.
Chacón agregó que el Gobierno ha apoyado con medidas de protección a casi 7.000 mujeres en riesgo inminente en medio de la crisis sanitaria y que en mayo, cuando el brote fue más fuerte, se registró cada día y medio una muerte violenta de una mujer o una niña. Sólo en ese mes hubo 20 femicidios, dijo.
En Ecuador 65 de cada 100 mujeres han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida y una de cada cuatro fueron abusadas psicológicamente en los últimos 12 meses, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) publicada en noviembre del 2019.
Denunciar la violencia contra las mujeres se vuelve más complicado en las zonas rurales por la falta de un teléfono móvil o por las largas distancias que tienen que recorrer las víctimas para acudir a una institución de ayuda estatal.
“Pedir sal a la vecina era la clave para decir que algo malo está pasando con el marido. La sal es algo negativo”, explicó Dioselinda Iza, coordinadora de la Organización de Mujeres Indígenas y Campesina Sembrando Esperanza, que por años ha combatido la violencia de género en la provincia de Cotopaxi.
Iza dijo que las 1.500 mujeres de la organización se mantienen en vigilancia permanente durante el confinamiento y que no se ha registrado violencia física en las comunidades.
“No ocupamos a la policía. Nosotras mismas tenemos que buscar alternativas para defendernos”, dijo la líder indígena. Contó que son las mismas mujeres de la comunidad quienes bañan con agua fría al agresor y lo ortigan como castigo de acuerdo a sus costumbres y han logrado que los hombres tomen conciencia con talleres de teatro.
En otras ciudades, el teléfono ha sido un mecanismo clave a la hora de pedir auxilio no sólo en tiempos de cuarentena, según Alexandra Moncada, directora de CARE en Ecuador.
En la provincia amazónica de Sucumbíos, las mujeres utilizan mensajes por el móvil con un emoji, que cambia frecuentemente por seguridad, para alertar sobre abuso doméstico al grupo de apoyo de la red de CARE en esa jurisdicción.
“Es la innovación que tienen las mujeres para poder salvarse y salvar a otras”, dijo Moncada a Reuters.
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