Artesanales o no, la excavación de pozos se convirtió para muchos caraqueños en la solución para volver a tener agua, un servicio cuyas fallas se han acrecentado durante la cuarentena por COVID-19. Sin importar el estrato social, los ciudadanos de Caracas se las arreglan para explotar el acuífero de la ciudad
Luego de dos años de discusiones, diatribas y hasta confrontaciones los vecinos del Petunia II tomaron una decisión que cambiará sus vidas. Algunos días verán correr agua por las tuberías de sus apartamentos más allá de los 20 minutos de todas las tardes. Los habitantes de este edificio, ubicado en Chacao, volverán a tener agua tras cinco años y sin el cronómetro que les cierre el chorro.
Pero no lo lograron con el apoyo de Hidrocapital o con alguna solución que incluyera el respaldo gubernamental: las 46 familias de este conjunto reunieron todo lo que les fue posible y contrataron una empresa privada que por una suma que podría superar los 20.000 dólares construirá un pozo que vaya directo al acuífero caraqueño y dote de agua a la edificación directamente y sin intermediarios.
Mientras, al extremo este de la ciudad, en la parroquia La Dolorita, del municipio Sucre, los vecinos hace tiempo que comprendieron eso de que si querían tener agua era necesario proveérsela ellos mismos. Por eso la comunidad, en sectores como la calle Sucre o El Chorrito, está minada de pozos artesanales, unos más elaborados que otros, desde donde abastecen a sus familias y venden el recurso en esta zona que desde hace 10 años no recibe agua potable en sus tuberías y “desde siempre” ha tenido problemas con el suministro, tal como cuentan los vecinos.
“La explotación de las aguas subterráneas a corto plazo no revierte ningún peligro y es una solución para las comunidades, pero no para la ciudad, pues la sobreexplotación le puede pasar factura a Caracas”. Así resume esta situación el ingeniero Jaime Gallardo, presidente de la Asociación Venezolana de la Industria de Aguas Subterráneas (Avias).
En entrevista telefónica concedida a El Pitazo, el especialista recordó que un pozo es una obra de ingeniería y que por tanto debe revestir normas de ejecución convenidas y establecidas en las normas Covenin 589-79, en donde quedan claros los parámetros de construcción con permisología de ejecución incluida. Pero en la práctica la realidad es otra.
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El ingeniero Gallardo explica que el descontrol en la construcción de pozos artesanales y pozos profundos podría derivar en la sobreexplotación al no tener control de cuánta agua se saca del acuífero de la ciudad, que puede aportar hasta 2.500 litros por segundo de líquido de forma segura. “Caracas necesita 20.000 litros por segundo y con la explotación del acuífero no se resuelve, sino de forma muy local el problema de la escasez”, aclara.
El señor Barreto con su pozo confirma la tesis del ingeniero: “Nosotros llevamos el agua y le hicieron estudios, pero nunca ha venido a supervisar nadie y aquí todo el mundo tiene pozos, el que no entonces compra a los que sí tenemos”.
Los vecinos de La Dolorita aseguran que solo en el sector El Chorrito debe haber unos 30 pozos excavados. Muchos de ellos en casas de familias que viven de la venta del recurso y que por día pueden vender hasta 40 litros de agua. Al respecto, Gallardo aclara que es la falta de seguimiento y de permisos lo que podría derivar en un daño al acuífero caraqueño.
Con información de El Pitazo
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