Una película que no tuvo reparos en mostrar un 2020 peligroso fue Al filo del mañana, protagonizada por Tom Cruise y que cuenta cómo los humanos afrontan una invasión extraterrestre hasta que logran un gran avance tecnológico para derrotar a sus enemigos. Todo a través de un militar que queda atrapado en un bucle temporal que lo hace morir, revivir y seguir luchando.
Y como las batallas parece dar resultado, el director mexicano Guillermo del Toro también quiso hacer un retrato de destrucción en ese año con Pacific Rim (Titanes del Pacífico), en la que monstruos gigantescos quieren acabar con la Tierra.
Eso lleva a que se tenga que desarrollar una tecnología de robots gigantescos que están conectados a la mente de un grupo de pilotos, que dirigen la lucha contra las bestias que llegaron de un universo paralelo.
Pero antes, en 1979, el todavía no tan famoso y polémico Mel Gibson se dio a conocer con la película Mad Max, que se convirtió en una pieza de culto al retratar la vida de un policía en un mundo en plena decadencia social.
Los monstruos eran en esta ocasión motociclistas y la brutalidad tenía como escenario las carreteras.
Pandillas, ciudades destruidas y una fuerza policial que no podía frenar el ambiente de tensión fue el panorama que construyó el realizador australiano George Miller explorando un caos que solo se podía atacar con venganza.
En la producción, de bajo presupuesto, se daban los primeros trazos de un conflicto mundial por el petróleo y una transformación salvaje del estilo de vida y la convivencia, bajo el lema del poder del más fuerte.
Pero el afán de relacionar a 2020 con hechos catastróficos, inexplicables o que cambian radicalmente la vida de las personas, tuvo otro giro en el retrato de ese futuro cercano con la cinta Gigantes de acero (Real Steel), protagonizada por Hugh Jackman.
En su trama hay un espíritu más esperanzador, pero, eso sí, en una sociedad que recalca ciertos desequilibrios y desorden general, matizados con una tierna historia de amor entre un padre y su hijo.
Además de un robot boxeador que termina convirtiéndose en un camino de redención para los protagonistas.
El terror y el suspenso no podían estar fuera de la lista. Y el mejor ejemplo de eso es la cinta A Quiet Place, que se centra en una familia en un 2020 en el que no se puede emitir ningún sonido, ya que eso atrae a unas criaturas que devoran a quien rompa esa regla.
Dirigida por John Krasinsky, la película también apuesta por jugar con el cambio brusco en la manera de vivir de la humanidad, que tiene que adaptarse a una realidad muy difícil y aprender otras maneras de comunicación para sobrevivir.
Lo más intenso no son las criaturas que acosan a los protagonistas, sino la manera como estos logran sobrevivir día a día.
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