Cuando Cristóbal Colón se lanzó a atravesar los grandes espacios vacíos al oeste de la Ecúmene (la zona habitada de la Tierra), había aceptado el desafío de las leyendas.
“(…) Y el mundo era entonces el mar Mediterráneo con sus costas de ambigua proyección hacia el África y Oriente. Los navegantes portugueses aseguraban que el viento del oeste traía cadáveres extraños y a veces arrastraba leños curiosamente tallados, pero nadie sospechaba que el mundo sería, pronto, asombrosamente multiplicado”.
Así es como el uruguayo Eduardo Galeano comienza su clásico “Las venas abiertas de América Latina”, un libro publicado en 1971 que narra la historia de la región y su lugar en el mundo.
El escritor, así como toda la historiografía occidental, parte del primer viaje del navegante genovés en 1492 para contar el primer encuentro entre los habitantes de lo que se conocería como América y los exploradores que llegaban desde otras partes del planeta.
El encuentro, narrado por Colón, aparece en respetadas colecciones como la “Historia de América Latina” del historiador británico Leslie Bethel, o en los volúmenes de “Historia de la Conquista”, escritos por el estadounidense William Prescott en la primera mitad del siglo XVIII.
En los márgenes, están las historias de posibilidades alternativas, como la de que los vikingos de Groenlandia tenían colonias en el litoral de Canadá, o de que la “gran tierra, fértil y de clima delicioso” encontrada y descrita supuestamente por un capitán fenicio al otro lado del océano en el año 500 a.C. era América.
Aquel contacto inédito —relatado por Colón— marcaría el inicio de toda la historia de invasiones europeas y de posteriores colonizaciones de los territorios y pueblos existentes de este lado del globo, y sería también el marco inaugural de una narrativa hegemónica que perdura hasta hoy en torno de un “descubrimiento de América” por parte de Europa.
El “descubrimiento” chino
Hace casi dos décadas, sin embargo, se extendió una historia alternativa del “descubrimiento” de América.
En oposición al consenso historiográfico, esta historia dice que flotas encabezadas por dos almirantes chinos, Zhou Man y Hong Bao, habían navegado desde África hasta la desembocadura del río Orinoco, en la actual Venezuela, y que luego habían bajado por toda la costa del continente hasta el estrecho de Magallanes en el año 1421.
Es decir, 71 años antes del viaje de Cristóbal Colón.
Estos almirantes habían sido entrenados y dirigidos por el gran navegante chino de la época: el eunuco musulmán Zheng He.
Y, ahora, estas figuras históricas están siendo evocadas por la alta cúpula del gobierno chino para reafirmar los reclamos globales de la potencia asiática.
La tesis del “descubrimiento” chino, cuyas versiones existían antes, se hizo famosa a través de dos bestsellers escritos por el excomandante de la Armada británica Gavin Menzies a principios de la década de 2000: “1421: el año en que China descubrió el mundo” (Bertrand, 2006) y Who Discovered America? The Untold History of the Peopling of the Americas (“¿Quién descubrió América? La historia oculta de la ocupación de las Américas”, sin traducción).
A pesar de que la tesis ha sido fuertemente criticada por algunos historiadores por el tratamiento poco ortodoxo de la evidencia histórica, la discusión permanece abierta entre expertos de todo el mundo.
Algunos de ellos afirman que, aunque los chinos, de hecho, no navegaron por la costa americana antes de Colón, es posible decir que tenían los medios para hacerlo.
“Tecnológicamente hablando, China estaba en condiciones de llegar a América u otras tierras, y ni siquiera podemos descartar que esto haya sucedido”, explica Rita Feodrippe, investigadora de la Escuela de Guerra Naval, especializada en la marina china.
“Muchos navegantes pudieron haber llegado allí y morir a su regreso, o incluso haber dejado constancia de los descubrimientos. Sin embargo, la cuestión es que la tecnología por sí sola no responde a esta pregunta.
“Los europeos salieron a explorar el Atlántico porque el Mediterráneo estaba cerrado y necesitaban encontrar nuevos mercados. China, por el contrario, tenía un comercio terrestre muy bien establecido con África, con lo que ahora llamamos Oriente Medio e incluso con Europa.
“Como hubo un relativo éxito comercial, económico, cultural y migratorio, no habría habido necesidad de buscar nuevas tierras, incluso con la tecnología disponible “, dice la investigadora.
Lee la nota en BBC MUNDO
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.