El arzobispo de Río de Janeiro, Orani Tempesta, encendió este lunes una «llama de la esperanza» en un cementerio de la ciudad en homenaje a los científicos que buscan una vacuna contra la covid-19, dentro de los actos con motivo del Día de los Muertos.
EFE
La pira arderá en el cementerio de la Penitencia, en la zona portuaria de la capital fluminense, hasta que se descubra una vacuna y ésta sea reconocida por la comunidad y los órganos sanitarios.
«Rezamos para que puedan ser iluminados nuestros científicos», afirmó a los periodistas Tempesta, quien remarcó que la Iglesia católica siempre ha incentivado las campañas de inmunización, después de que el presidente Jair Bolsonaro asegurara que la futura vacuna contra el COVID-19 no será obligatoria en el país.
Brasil, con una población de unos 212 millones de habitantes, es uno de los países más castigados por la pandemia junto con Estados Unidos y la India, al contabilizar hasta el momento 160.074 fallecidos y 5.545.705 infectados.
Una vela con la «llama de la esperanza» fue entregada a Nísia Trindade, presidenta de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), institución que coordina en Brasil los ensayos de la potencial vacuna desarrollada por la farmacéutica británica AstraZeneca y la Universidad de Oxford.
Según Trindade, la expectativa es que el proceso de inmunización comience en el país «en el primer trimestre de 2021», una vez la fórmula sea aprobada por la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), vinculada al Ministerio de Salud.
Debido a la alta incendia del virus, en el país también se están experimentado las vacunas candidatas que han elaborado el laboratorio chino Sinovac, la multinacional estadounidense Johnson & Johnson y el consorcio formado por BioNTech (Alemania) y Wyeth/Pfizer (EE.UU.).
GLOBOS BLANCOS Y UN MEMORIAL POR LAS VÍCTIMAS DE LA PANDEMIA
Los actos encabezados por el arzobispo Tempesta comenzaron con una misa y culminaron con la liberación de decenas de globos blancos al cielo de Río, en recuerdo a las víctimas que perdieron la vida durante la pandemia, que, aunque ha remitido, aún presenta un riesgo de contagio elevado en Brasil.
El religioso también ‘bautizó’ un jardín en memoria de los fallecidos por la crisis sanitaria, en un área de 1.000 metros cuadrados pensado para reflexionar y conectarse con las almas que se llevó el virus.
Gisele Peixoto, de 55 años, asistió a la ceremonia para recordar a su padre, Geraldo Diniz Gonçalves, de 81 anos, un coronel del Ejército retirado que falleció tras contraer el coronavirus.
«Es como si estuviera teniendo una conexión con mi padre. Siento que le estoy honrando», afirmó.
«Le echo mucho de menos… Es difícil no emocionarse. Tengo bastantes fotos de él, dan ganas de alcanzarlo y aquí lo consigo. Es como si estuviera presente conmigo», completó con un nudo en la garganta.
El espacio también alberga un columbario formado por 157 estructuras tubulares de tres a seis metros de altura que desembocan en un espejo de agua. La obra, denominada DNA Humano, fue inspirada en la secuencia numérica de Fibonacci, el célebre matemático italiano de la Edad Media.
Este Día de Muertos estuvo marcado por las restricciones sanitarias aún vigentes en muchos de los 27 estados brasileños y que también afectan a los cementerios, en muchos de los cuales solo se permitió la entrada con mascarilla y previo análisis de la temperatura corporal.
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