El cohete de exploración construido por Boeing para la NASA, el Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS), llevó a cabo este sábado su última prueba antes de su primer lanzamiento, un proyecto del gobierno de EEUU retrasado durante años y que se enfrenta a la creciente presión de la tecnología emergente del sector privado.
El test del SLS, que se realizó con éxito en el Centro Espacial Stennis de la NASA, en Mississippi, puso fin a una campaña de pruebas de casi un año de duración para validar el diseño del cohete.
El ensayo de este sábado se considera un paso vital antes del primer lanzamiento no tripulado de la nave, previsto para finales de 2021 bajo el programa Artemis de la NASA, el proyecto de la Administración Trump para que los humanos vuelvan a pisar la Luna en 2024.
La prueba consistió en el encendido simultáneo de los cuatro motores RS-25 del cohete Aerojet Rocketdyne durante unos ocho minutos, imitando los niveles de empuje necesarios en el despegue.
“Esta es una prueba única para toda una generación”, dijo a Reuters Jim Maser, vicepresidente de Aerojet Rocketdyne. “Esta será la primera vez que cuatro RS-25 se enciendan juntos al mismo tiempo”, explicó horas antes del ensayo.
El proyecto lleva tres años de retraso y ha superado en casi 3.000 millones de dólares el presupuesto inicial. Muchos expertos defienden desde hace tiempo que la NASA pase de las tecnologías centrales de la era del transbordador -que tienen un costo de lanzamiento de 1.000 millones de dólares o más por misión- a nuevas alternativas comerciales que prometen menores costos.
En comparación, lanzar el enorme pero menos potente Falcon Heavy desde el SpaceX de Elon Musk cuesta tan sólo 90 millones de dólares. Hacerlo desde el Delta IV Heavy de United Launch Alliance unos 350 millones.
Los partidarios del SLS, no obstante, argumentan que se necesitarían dos o más lanzamientos en esos cohetes para lanzar lo que el SLS podría llevar en una sola misión.
El proyecto, en cualquier caso, todavía puede enfrentarse a nuevos escollos.
Reuters informó en octubre que los asesores espaciales del presidente electo Joe Biden pretenden retrasar el objetivo de Trump para 2024, lo que arroja nuevas dudas sobre el destino a largo plazo del SLS, justo cuando SpaceX y el Blue Origin de Jeff Bezos luchan por sacar al mercado una nueva capacidad de carga pesada.
Con información de Reuters
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