El segundo impeachment a Donald Trump es una partida que se sabe cómo va a acabar: con el expresidente de EE.UU., de nuevo, sin castigo. Mañana comienza el juicio político en el Senado, el órgano que deberá decidir si condena o no a Trump por «incitación a la insurrección» en el asalto violento al Capitolio que protagonizó una turba de sus seguidores el pasado 6 de enero. El impeachment solo puede tener dos consecuencias: sacar a un presidente de su cargo e inhabilitarle para cargo público. Lo primero lo hicieron las urnas el 3 de noviembre y lo segundo no lo van a conseguir los senadores porque no habrá apoyo suficiente.
La cámara alta está partida en dos entre demócratas y republicanos, 50 a 50, con el voto decisivo en caso de empate de la vicepresidenta de EE.UU., Kamala Harris, que actúa como presidenta del Senado. Pero para condenar a un presidente en un impeachment se necesita una mayoría reforzada de 67 senadores. Es decir, que los demócratas voten en bloque –se espera que así sea– y que haya 17 defecciones entre los republicanos, algo más que improbable.
Hace dos semanas, cuando se decidió impulsar el impeachment desde la Cámara de Representantes, con mayoría demócrata, 45 de los senadores republicanos votaron a favor de considerarlo inconstitucional. Una prueba definitiva de que el apoyo de 17 de su bancada es una quimera.
Con la condena descartada, lo decisivo es qué ocurrirá durante el juicio y a quién podría beneficiar. Se espera un proceso corto, de alrededor de una semana y sin muchos testigos. Los testigos, en este caso, son los propios legisladores, a los que la turba trumpista buscó presionar para evitar la certificación de la victoria de Joe Biden en las presidenciales.
Los demócratas buscarán cimentar en la opinión pública –al menos entre sus votantes y con la confianza de llegar a los republicanos moderados que vieron con horror el asalto al Capitolio– la idea de la presidencia de Trump como una erosión al sistema democrático, rematada con un episodio vergonzoso y trágico.
Al mismo tiempo, será una oportunidad para tratar de ensanchar la brecha que ha provocado en los republicanos el asalto alentado por Trump. Líderes en el Congreso como Mitch McConnell, el republicano de mayor rango en el Senado, y Liz Cheney, tercera en la Cámara, han apoyado el impeachment.
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