El temor de que la crisis económica global por la pandemia fuese a disparar, al mismo tiempo, una crisis financiera, parece haber desaparecido. El dinero inyectado al sistema financiero por los países más ricos no solo evitó que los inversores entraran en pánico sino que fue más allá, impulsando las bolsas hasta tocar máximos históricos. En cuanto a los mercados se refiere, esta prueba ya fue superada. ¿O no? Inversores de alto perfil, expertos y observadores de los mercados debaten sobre el futuro próximo. Se preguntan qué pasará cuando llegue a su fin esta política monetaria expansiva que ha estado apuntalando las acciones y bonos de deuda que cotizan entre las capitales financieras del mundo. En el mejor de los casos, los mercados responden de manera ordenada. En el peor, países en América Latina tienen las de perder. Los fantasmas de la inflación, la desigualdad y la fuga de capitales acechan en el fondo.
A partir de la pandemia y los primeros confinamientos obligatorios, el Banco Central Europeo y la Reserva Federal en Estados Unidos, indicaron que las tasas de interés seguirán en cero para incentivar a los bancos a seguir prestando. Adicionalmente, ambos anunciaron que comprarán miles de millones en activos financieros para impulsar la liquidez en el sistema. Japón vino después, anunciando programas similares en los billones de yenes. Casi un año después, las compras por parte de la la Fed, como se le conoce a la Reserva Federal, ha alcanzado niveles sin precedentes, a veces comprando billones de dólares en bonos y otros instrumentos en un solo día. El apoyo monetario ha sido, en corto, espectacular y nunca antes visto.
La Fed se ha convertido en una especie de comprador cautivo que ha declarado abiertamente que desea inundar de dinero los mercados financieros, impulsando así los precios. A la par, el hecho de que su tasa de interés sea cero, ha llevado a Wall Street a comprar deuda de países emergentes, muchos de ellos en Latinoamérica, porque ofrecen tasas más altas. Dos realidades aparentemente opuestas convergen aquí: mientras la región es señalada como la más dañada por la pandemia y espera una recuperación lenta en comparación con el resto del mundo, los inversores corren a prestarles dinero, el cual solo podrán pagar si se recuperan en tiempo y forma. Los inversores están tomando un riesgo, pero no queda claro si lo han medido bien.
“Con tanto estímulo desplegado, tratar de averiguar si la economía está en recesión es como tratar de evaluar si uno tuvo fiebre después de tomarse una gran dosis de aspirina”, escribió el inversor Seth Klarman en una carta a clientes de su exclusivo fondo Baupost, según el Financial Times. “Pero como ocurre con las ranas en el agua que se calienta lentamente hasta que hierve, los inversores están condicionados a no reconocer el peligro”, agregó.
Jeremy Grantham, reconocido inversor británico que encabeza su propia firma, GMO, advirtió que los mercados apuntan en este momento a una burbuja que inevitablemente estallará “por mucho que la Fed intente respaldarla, con los efectos perjudiciales sobre la economía y los portafolios de inversión que corresponden. No se equivoque: para la mayoría de los inversores de hoy, este podría ser el evento más importante de su carrera.”
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