Nuevo varapalo del régimen bielorruso a los medios de comunicación independientes. En plena oleada de registros de las fuerzas de seguridad a domicilios de informadores y activistas de derechos humanos, un tribunal de Minsk ha condenado este jueves a las periodistas Ekaterina Bajválova y Daria Chultsova a dos años de prisión por “organizar eventos públicos destinados a alterar el orden civil”. Las dos reporteras, del canal polaco Belsat, dirigido a la audiencia bielorrusa y de corte opositor, fueron arrestadas el pasado 15 de noviembre en la capital bielorrusa mientras cubrían en directo una protesta contra el líder autoritario del país, Aleksandr Lukashenko, y en repulsa de la muerte bajo custodia de un joven. Desde entonces, Bajválova y Chultsova, de 27 y 23 años respectivamente, estaban en prisión preventiva. Las organizaciones de derechos civiles y de libertad de prensa han exigido la liberación de las dos periodistas, declaradas presas políticas.
Al escuchar el veredicto, Bajválova y Chultsova se abrazaron en la jaula con barrotes blandos donde escucharon, de pie, la lectura del caso, y formaron con los dedos una V, como símbolo de victoria y también de la paz. Las dos mujeres han denunciado que se trata de un caso “fabricado” que, además, pretende servir de medida ejemplarizante y de advertencia para otros medios, cuando se han cumplido seis meses de las protestas por la democracia y contra el régimen de Alexandr Lukashenko desencadenadas tras las denuncias de fraude electoral de los comicios presidenciales del pasado agosto, que el líder autoritario se atribuye con el 80% de los votos. “No he hecho nada ilegal. Todos los materiales recabados demuestran mi inocencia. Espero un veredicto justo y absolutorio”, dijo Chultsova. “No pido, exijo que me absuelvan y liberen junto con mis colegas”, recalcó Bajválova (también conocida con el apellido de Andreeva), que reclamó la libertad para los “centenares de presos políticos”.
Las Federaciones Europeas e Internacionales de Periodistas (EFJ-IFJ) han rechazado el veredicto, que consideran que tiene motivaciones políticas, y han exigido la revisión del caso, la liberación de las dos informadoras y “el fin de la persecución de periodistas y medios de comunicación en Bielorrusia”. “Esta condena está destinada a intimidar a toda la profesión, a criminalizar el periodismo”, ha declarado el presidente de la EFJ, Mogens Blicher Bjerregard, en un comunicado, en el que ha pedido la Unión Europea, al Consejo de Europa y a la OSCE que reaccionen ante la situación en la antigua república soviética. El año pasado, la UE y Estados Unidos impusieron sanciones a un grupo de altos funcionarios bielorrusos, en respuesta a la represión de las manifestaciones pacíficas en el país. Un portavoz de la Asociación Bielorrusa de Periodistas (BAJ) denunció que la pena contra las dos reporteras de Belstat busca asustar a los medios para que dejen de informar sobre eventos de importancia social. “Eso significa la prohibición de la profesión”, insistió.
La juez Natalia Buguk atendió la petición de la fiscal que había solicitado dos años de reclusión para Chultsova y para Bajválova, que tendrán que cumplir en una colonia penal de máxima seguridad (una cárcel donde las reclusas deben trabajar). Chultsova, operadora y cámara, y Bajválova, reportera, fueron detenidas en la conocida como “Plaza de los Cambios” de Minsk, una glorieta en un vecindario de la capital que se convirtió en uno de los centros de las protestas prodemocráticas cuando apareció pintado en una pared un grafiti con la imagen de dos artistas detenidos en verano por pinchar en una marcha oficialista la canción Cambios del rockero soviético Víktor Tsoi, un himno de la rebeldía postsoviética que se ha convertido también en símbolo de las movilizaciones contra Lukashenko, que lleva 26 años a los mandos de Bielorrusia. Un grafiti que la policía ha borrado una y otra vez y que alguien siempre volvía a pintar en el mismo lugar, hasta que la policía puso un equipo de vigilancia en el lugar.
En esa simbólica plaza y durante una movilización fue detenido en noviembre por agentes enmascarados el pintor Roman Bondarenko. Solo unas horas después le dejaron en un hospital con graves heridas y conmoción cerebral. Murió poco después y su fallecimiento provocó de nuevo una oleada de protestas. Bajválova y Chultsova cubrían estas manifestaciones desde un apartamento de la conocida glorieta cuando fueron arrestadas. Las autoridades sostienen además que al darle voz a las movilizaciones las amplificaron y provocaron un efecto de llamamiento. El abogado de las periodistas, Serguéi Zikratski, argumentó que el día de la retransmisión en directo no había internet en Minsk y que los manifestantes no podían ver en directo las imágenes transmitidas por Belstat, por lo que la información de las dos reporteras no pudo actuar como efecto llamada para acudir a la plaza.
Bajválova y Chultsova estaban acusadas también de provocar con sus acciones la interrupción del transporte público: 13 rutas de autobús, tres de trolebús y tres tranvías; daños que los fiscales cuantifican en más de 11.000 rublos bielorrusos (unos 3.500 euros).
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