La cuenta atrás de 72 horas para la portuguesa Isabel Brilhante, embajadora de la Unión Europea (UE) en Caracas, comenzó el miércoles cuando recibió del canciller Jorge Arreaza su declaración de «persona non grata». Nicolás Maduro aprovechó su intervención televisiva, horas después, para explicar la expulsión de la diplomática europea: «Sin ton ni son, a la UE le dio un ataque de locura y comenzó a agredir a Venezuela».
A diferencia de la crisis entre el chavismo y Bruselas del año pasado, en esta ocasión la UE ha bajado su tono con respecto a 2020, cuando amenazó con expulsar a la delegada de Maduro en Bélgica, Claudia Salerno. «La UE lamenta profundamente y llama a anular la decisión… Esa acción solo lleva a aislar internacionalmente más a Venezuela y socava los esfuerzos para superar la crisis con diálogo y negociación», pronunció Nabila Massrali, portavoz del Alto Represante, Josep Borrell.
La postura de firmeza del 2020 forzó a Maduro a dar marcha atrás en su decisión y Brilhante no regresó finalmente a Europa. «Nosotros no queríamos hacer eso, pero no podemos aceptar que nadie venga a ofender o a agredir a Venezuela. Agredieron al poder legislativo, al sistema judicial, al poder electoral», subrayó el «presidente pueblo».
Las últimos sanciones europeas, que impiden la entrada a los 27 países miembro y el congelamiento de sus activos financieros, han golpeado de lleno a personajes clave gracias a los cuales Maduro se mantiene en el poder, comenzando por el comandante Remigio Ceballos, número dos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y por los directores de las Fuerzas Especiales (FAES) («escuadrones de exterminio», según Naciones Unidas) y de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim).
La nueva presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Indira Alfonzo, ofició la elecciones fraudulentas de diciembre tal y como ordenó la cúpula bolivariana. Los magistrados del Supremo han mantenido el hostigamiento continuo contra la oposición y la Asamblea Nacional (AN) legítima, presidida por Juan Guaidó.
«¿Qué se creen? La cúpula cree que puede dirigirse a los países de América Latina como si fuésemos colonia. ¡No, así no! Nosotros estábamos buscando diálogo, pero así no. O ustedes rectifican o no hay más trato de ningún tipo. Venezuela tiene dignidad y sabrá responder a las agresiones, vengan de donde vengan. ¡Dios con nosotros y quién en contra! Ni la UE podrá con nosotros», arengó el jefe revolucionario.
Maduro aprovechó su intervención para, de forma misteriosa, desvelar que «se habían dado pasos importantes con un país de Europa para restablecer el diálogo con todos los sectores de oposición y el chavismo». El «hijo de Chávez» cuenta con el ex jefe del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero para reanudar algún tipo de conversaciones con la que reducir la presión de las sanciones, sobre todo las estadounidenses.
En España, el gobierno «instó a que se reconsidere la expulsión» y constató el papel «comprometido y constructivo» de la UE en Caracas. En medio de la debacle venezolana, la oficina europea en Venezuela es fundamental para llevar adelante varios programas de ayuda a los más vulnerables. «El afectado siempre es el pueblo más pobre», recordó el opositor Henrique Capriles, la carta que desde el año pasado juegan Madrid y Bruselas en el tablero venezolano.
«Expulsar a la embajadora de la UE es una decisión dirigida a los públicos internos de la élite chavista, pero es inmadura e impopular y nos aleja de cualquier solución negociada, condenándonos al aislamiento y la primitivización», apuntó el politólogo Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
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