Un pequeño pueblo situado sobre las aguas del lago de Maracaibo es consumido poco a poco por el lodo. La principal fuente de ingresos y de vida de este medio millar de personas va desapareciendo mientras la polarización y las revanchas partidistas impiden que llegue una solución que salve al pueblo.
EFE | Macarena Soto y Rocío Muñoz-Ledo
«Érase una vez en Venezuela, Congo Mirador» es la historia de este pueblo, pero también la del resto de Venezuela, donde la división política afecta a todos los niveles de la sociedad y lastra el desarrollo del país.
«Como artistas, como venezolanos y como seres humanos nos identificamos mucho con esta situación porque venimos de una historia en la que nuestras familias, la sociedad y el país se han dividido, y a raíz de esto vivimos bajo una dinámica del ejercicio del poder muy abusivo y aplastante», cuenta a Efe la directora de este documental, Anabel Rodríguez.
A su paso por España, donde la cinta se estrena este viernes en varias salas del país, Rodríguez analiza en una entrevista la situación de su país con Congo Mirador como catalizador de los problemas nacionales y asume que cuando regrese en apenas un mes la situación habrá empeorado desde la última vez que estuvo, antes de la pandemia.
Durante cinco años, el equipo de rodaje del documental estuvo acudiendo a Congo Mirador para seguir el proceso de sedimentación que acabó por forzar la migración de gran parte de sus habitantes.
A pesar de los intentos por parte de una de las protagonistas –la alcaldesa chavista del pueblo, entre otros– de buscar apoyo institucional, el lodo acaba conquistando las aguas, matando el hábitat natural y provocando nuevas infecciones en la zona.
«Lo que he visto (durante los cinco años de rodaje) son las consecuencias de esa polarización, que se han hecho mucho más profundas. En el caso de Venezuela se mezcla con una migración masiva, con cinco millones fuera, de los que tres están en situaciones muy difíciles… Lo que logro ver es que la gente que era vulnerable es aún más vulnerable», explica.
La cineasta critica la situación que atraviesa su país y asegura que la población no se siente cercana al gobierno, pero tampoco a la oposición, y resuelve que será la sociedad civil organizada la que pueda hacer una nueva propuesta para salir de la encrucijada actual.
«Quienes se quedan en el país están tan vulnerables que simplemente mueren por falta de comida o tratamientos médicos. Por nuestra experiencia en Congo hemos sido testigos de esto. A menos que tengas un apoyo caritativo, las consecuencias son devastadoras», lamenta la cineasta.
En Congo Mirador quedan ya pocas casas habitadas. Durante el rodaje del documental de Anabel Rodríguez también había un grupo armado que controlaba el pueblo y una rivalidad exacerbada entre la alcaldesa, «que tiene todos los pocos recursos que llegan desde el gobierno», y la maestra de la única escuela de la zona.
«Nos centramos en ellas porque en ese necesitar el apoyo del Gobierno se ve claramente la polarización política, que no está solo en este pueblo sino en toda Venezuela. Llegó a sitios tan remotos como Congo; es un fenómeno que atravesó el país», asegura.
A la división política y social, se suma una pobreza que va calando en la sociedad y, según la documentalista, llega a lugares recónditos del país donde la situación se agrava por su aislamiento geográfico.
«Las carencias en el estado Zulia (donde se encuentra Congo Mirador) son muchísimas. Están volviendo enfermedades que no existían ya como la tuberculosis; no hay gas para las cocinas y la gente está cocinando con leña… Y leña y tuberculosis es igual a la fosa del cementerio», describe la cineasta.
A todo ello se suma una pandemia que hace más difícil la migración e incluso provoca regresos a los países origen.
El caso de Congo no es una excepción: «La tendencia es irse a Colombia; llegaron algunos congueros a Lima, pero en tiempos de COVID ya no se sabe dónde se puede estar peor».
Según la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas (Acnur), hasta principios de 2020 unos cinco millones de venezolanos se vieron forzados a salir de su país y casi dos millones de ellos recalaron en Colombia, aunque debido a la pandemia y las duras condiciones en las que vivían, miles de ellos han regresado a Venezuela.
EFE
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