El consumo regular de carne roja, procesada y de ave (tres veces o más a la semana) incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, diabetes y neumonía, entre otros trastornos, según concluyó un grupo de científicos de la Universidad de Oxford. Los investigadores publicaron este martes los resultados de su estudio en la revista BMC Medicine.
A diferencia de los estudios anteriores que ponían de relieve la correlación ya demostrada y profundamente explorada entre el consumo excesivo de carne roja y procesada y un mayor riesgo de sufrir cáncer colorrectal, esta investigación se centró en las enfermedades no cancerosas.
Los hallazgos se basan en el análisis de los historiales médicos de casi 475.000 británicos de mediana edad. Los científicos estudiaron sus dietas, ingresos hospitalarios y datos de mortalidad durante una media de 8 años.
«Por término medio, los participantes que declararon consumir carne con regularidad (tres veces o más por semana) tenían más comportamientos y características de salud adversas que los participantes que consumían carne con menos regularidad», apunta la investigación.
Según determinaron los científicos, la mayor ingestión de carne roja no procesada y procesada conlleva mayores riesgos de sufrir cardiopatía isquémica, neumonía, enfermedad diverticular (un trastorno del colon), pólipos en el intestino grueso y diabetes. En particular, los padecimientos cardíacos causados por estos alimentos se deben a su alta concentración de ácidos grasos, que, a su vez, pueden aumentar el nivel del llamado colesterol malo (lipoproteínas de baja densidad).
Mientras, el consumo regular de la carne de ave puede provocar trastornos como gastritis, duodenitis o enfermedades de la vesícula biliar, junto con diabetes y la enfermedad diverticular.
Sin embargo, los científicos puntualizan que los que corren más riesgos de padecer de alguna de las enfermedades mencionadas son las personas con obesidad.
Al tener en cuenta los índices de masa corporales (IMC) de los investigados, los especialistas rebajaron sustancialmente los riesgos mayores relacionados con la ingesta regular de carne, ya que «el IMC fue un fuerte factor de confusión o un posible mediador para muchas de las asociaciones entre la carne y la enfermedad».
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