Caeleb Dressel tiene claro el camino a seguir. La línea sucesoria al trono de Michael Phelps apunta hacia él. Se trata de la máxima figura de la natación estadounidense en los últimos años. El apabullante récord de medallas de Phelps parece imposible para cualquier ser humano, pero más allá de lo numérico, el vacío que deberá llenar Dressel en Tokio 2020 será enorme. Sus múltiples medallas en campeonatos del mundo y la experiencia olímpica de Río 2016 (donde ganó un oro en 4×100) lo sitúan como una referencia obligada. Es el nadador más rápido de la historia; sin embargo, además de cargar con las expectativas propias, deberá lidiar con una inevitable comparación.
Como si el destino hubiera conspirado en favor de las casualidades, Dressel nació en Filadelfia, igual que Phelps. La natación se cruzó en su vida demasiado pronto. Rápidamente sus condiciones llamaron la atención de sus entrenadores, quienes veían un potencial enorme en él. Las condiciones hay que pulirlas si se pretende sacar algún rédito de ellas. Dressel creció con las hazañas planetarias de Phelps en las pupilas. Si había un ejemplo a seguir, era él. En ese espejo tenía que reflejarse todo aspirante a atleta. El portentoso físico que posee (1,92 metros; 88 kilos) le otorga ventajas sobre sus rivales. “Es el nadador del futuro”, ha dicho el exnadador español Javier Soriano para RTVE.
Las 27 medallas olímpicas de Michael Phelps son insuperables en el imaginario colectivo. Durante 12 años su nombre fue sinónimo de gloria. Debutó en Sydney 2000, con solo 15 años, pero el estallido llegó en Beijing 2008. El mundo asistió a una exhibición dominante que se prolongaría en Londres y Río. Phelps estableció el nivel. Nada fue igual a partir de su irrupción en el olimpismo. Todo aquel que quisiera estar a su altura tendría que llevar sus capacidades al límite. Lo suyo fue un don innato que la naturaleza le concedió, sí. Pero también horas infinitas de obsesivo trabajo para alcanzar la perfección. En este nivel no se regala nada a nadie.
Dressel carga con el peso de esa historia. No le gustan las luces. Ajeno al ruido, también se ha mostrado reacio a entrar en el juego de comparaciones con su antecesor. Aunque ha puesto de manifiesto su talento en todas las competencias, las analogías son inevitables. El recuerdo que dejó Phelps en la memoria colectiva es insuperable: junto a Usain Bolt marcó a una generación entera. Lejos de aquellos de días en los que Phelps conmocionó al mundo con cada nueva medalla, la realidad dicta que su rapidez ha sido superada. Dressel ostenta dos récords mundiales: en 100 metros mariposa en piscina larga y piscina corta, así como en 50 libres y 100 estilos en piscina corta.
En Río 2016 subió a lo más alto del podio acompañado del legendario Phelps. Alumno y maestro, rey y sucesor. En ese momento sabía que su historia quedó trazada para siempre. Pero el punto de inflexión llegó un año más tarde, en el mundial de Budapest. La resonancia mediática no le acompañó, pero en aquella competencia Dressel se erigió como el nadador más dominante del orbe. Obtuvo un total de siete medallas de oro. La métrica no bajaría en los años siguientes. En 2018, en el campeonato mundial de piscina corta se llevó seis medallas de oro. Y en el mundial de Gwangju de 2019 ya no había dudas: con seis oros, Dressel tiranizó la competencia.
Los logros de Caeleb cuentan, además, con un mérito extra: lo ha hecho con bañador textil. En la década pasada el uso del bañador impermeable se extendió con unanimidad entre los nadadores. Su uso permitió a los competidores alcanzar mejores tiempos. La teoría y los hechos empataron. Pero Caeleb Dressel se ha encargado de desmontar ese postulado con pura evidencia. En 2020 rompió cuatro récords mundiales. Y en Tokio ya repitió el oro en 4×100 de Río. Fue la primera. En espera, hay otras seis medallas de oro. El pasado es glorioso para la natación estadounidense. Dressel quiere contar su propia historia.
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