El sistema inmune es una compleja red de células, tejidos y órganos especializados que reconocen las sustancias extrañas, principalmente a los microorganismos como bacterias, virus, parásitos y hongos, y defienden al cuerpo humano. En el caso del COVID-19, se trata de una infección por un coronavirus. Pero ahora hay más evidencias que señalan que la reacción del mismo sistema inmune del paciente podría contribuir a que la enfermedad tenga un peor pronóstico. Científicos de los Estados Unidos y Colombia descubrieron que los niveles elevados de unas moléculas especiales que forman parte de la defensa del sistema inmunitario están estrechamente relacionadas con la mala evolución de las personas hospitalizadas con COVID-19.
El equipo de investigadores fue liderado por las científicas Ana Rodríguez y Claudia Gomes, de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York en los Estados Unidos. Entre otros investigadores, también colaboró Maria Fernanda Yasnot-Acosta, de la Universidad de Córdoba, Montería, Córdoba, Colombia. Publicaron su investigación en la revista en la revista Life Science Alliance, una publicación de acceso abierto de EMBO Press, Rockefeller University Press, y Cold Spring Harbor Laboratory Press, en los Estados Unidos.
A través del estudio, detectaron anticuerpos autoinmunes en la sangre de más de un tercio de los hombres y mujeres que ingresaron en el hospital y a los que se les confirmó la enfermedad COVID-19. Entre los nuevos hallazgos del estudio se encuentra que un subconjunto de estos anticuerpos autoinmunes que se unen al ADN o a un tipo particular de molécula de grasa, un lípido llamado “fosfatidilserina”, eran dos veces más abundantes al inicio de la infección por coronavirus en aquellos cuyas condiciones empeoraron rápidamente en relación a los pacientes cuya salud no empeoró.
Los pacientes con los niveles elevados de anticuerpos autoinmunes tenían entre cinco y siete veces más probabilidades de desarrollar cuadros graves de COVID-19 en comparación con aquellos cuyos niveles de anticuerpos eran estables. Según los investigadores, esas personas hospitalizadas con casos de COVID-19 con los niveles aumentados de esos anticuerpos requerían más la atención en cuidados intensivos y un ventilador mecánico para ayudarles a respirar. Mientras que los que tenían niveles más bajos de estos autoanticuerpos solían respirar por sí mismos y se recuperaban en gran medida.
Para explicar la diferencia, el equipo de científicos se basan en la naturaleza de los anticuerpos, que son proteínas del sistema inmune que atacan a las bacterias y los virus invasores. En cambio, los anticuerpos autoinmunes atacan a las propias células y moléculas de una persona infectada. Esto incluye los lípidos y el material genético, que se sabe que se dispersan en el torrente sanguíneo cuando las células son eliminadas por la enfermedad, como el COVID-19.
“Los resultados de nuestro estudio muestran que los niveles iniciales de anticuerpos antiADN o antifosfatidilserina en la sangre estaban directamente relacionados con la gravedad de la enfermedad en los enfermos de COVID-19”, afirmó la coinvestigadora del estudio, la doctora Claudia Gomes, becaria postdoctoral de Langone Health de la Universidad de Nueva York.
“Aunque es necesario realizar más pruebas, nuestros hallazgos sugieren que una prueba para detectar la presencia de anticuerpos anti-ADN y anti-fosfatidilserina podría ayudar a identificar a los pacientes con COVID-19 ingresados en el hospital que tienen más riesgo de necesitar cuidados intensivos y que deben ser controlados más estrechamente”, señaló Marisol Zúñiga, coautora del estudio en Nueva York.
Para el nuevo estudio, los investigadores examinaron las historias clínicas y los análisis de sangre de 115 hombres y mujeres blancos, negros, asiáticos e hispanos hospitalizados por COVID-19 en los hospitales de Langone Health de su universidad entre abril y junio de 2020. Un número similar tuvo una enfermedad grave de la que sobrevivieron o murieron, o no requirieron cuidados intensivos y se recuperaron rápidamente. Los resultados de más de 100 mediciones, como los niveles de oxígeno en sangre, las enzimas hepáticas y la función renal, se compararon con los niveles de anticuerpos autoinmunes.
Los investigadores diseñaron el análisis para saber si los anticuerpos autoinmunes comunes estaban presentes en el COVID-19, como ya habían sugerido otros estudios en otras enfermedades infecciosas, y si las variaciones en los niveles sanguíneos estaban o no relacionadas con el grado de enfermedad de las personas.
Se descubrió que el 36% de los participantes en el estudio tenían anticuerpos autoinmunes cuando ingresaron en el hospital. Los niveles de anticuerpos anti-ADN y anti-fosfatidilserina estaban entonces fuertemente relacionados con la gravedad de la enfermedad. Detectaron que el 86 y el 93 por ciento de los pacientes con niveles elevados de anticuerpos anti-ADN y anti-fosfatidilserina, respectivamente, experimentaron el COVID-19 grave.
Los niveles de anticuerpos anti-ADN también se relacionaron con el aumento de la coagulación sanguínea (trombosis) y la muerte celular, especialmente en el tejido muscular. Los investigadores afirman que en los casos más graves de COVID-19 se han observado tanto la trombosis, que puede dar lugar a coágulos sanguíneos potencialmente mortales, como los daños en el tejido muscular, especialmente en el corazón.
“Nuestras observaciones generales sugieren que, en los casos graves de COVID-19, la producción de anticuerpos autoinmunes desempeña un papel fundamental en la coagulación de la sangre y la muerte celular”, afirmó la científica española Ana Rodríguez. “Nuestro estudio suma evidencia a la premisa subyacente de la enfermedad de que la respuesta equivocada del sistema inmune hace más daño que la propia infección viral”.
La doctora Rodríguez advierte que serán necesarios más experimentos para determinar si los anticuerpos autoinmunes son realmente la “causa o el efecto” de la coagulación de la sangre y la lisis celular observadas en el estudio de su equipo. Si se descubre que es la causa del daño celular, los nuevos tratamientos con COVID-19 podrían incluir inyecciones de anticuerpos de donantes sanos para diluir la presencia de anticuerpos autoinmunes. Otras terapias experimentales que se están estudiando consisten en antígenos biodegradables que se adhieren a los anticuerpos autoinmunes y los neutralizan, pero no dan lugar a una reacción inmunitaria duradera de anticuerpos propios.
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