El terremoto más profundo jamás registrado se produjo a una profundidad de 751 kilómetros por debajo de la superficie de la Tierra, muy superior a la habitual en los movimientos telúricos, según han revelado los científicos.
Debido al intenso calor y la presión, los sismos a una profundidad de más de 300 kilómetros bajo la corteza terrestre son muy raros. Sin embargo, a esta profundidad, los terremotos pueden producirse cuando las altas presiones empujan los poros llenos de fluidos de las rocas, forzándolos a salir, explicó Pamela Burnley, profesora de la Universidad de Nevada en un artículo publicado este lunes, en LiveScience.
El sismo «ultraprofundo» sacudió en 2015 las remotas islas Ogasawara, parte de un archipiélago perteneciente a Japón, como réplica a un terremoto de 7,9 grados en la región y fue detectado utilizando el conjunto de estaciones sísmicas Hi-net del país asiático, considerado el sistema más potente de detección en la actualidad, según John Vidale, sismólogo de la Universidad del Sur de California que no participó en el estudio y aclaró que aún es necesario alcanzar un consenso científico para confirmar la profundidad del terremoto.
Al producirse a una profundidad de 751 kilómetros, el temblor no se pudo sentir en la superficie y se necesitaron equipos sensibles para localizarlo en el manto inferior, una zona en la que los sismólogos creían que era imposible que se produjeran terremotos.
Los sismos profundos suponen un misterio para los científicos, aunque una de las teorías sostiene que el límite entre el manto superior y el inferior puede no estar donde los sismólogos creen que está, explicó Heidi Houston, geofísica de la Universidad del Sur de California.
La investigación se publicó por primera vez en junio de este año en la revista Geophysical Research Letters.
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