Una de las soluciones frente a la pandemia, cuando arrecia la variante ómicron, altamente contagiosa, puede estar bajo nuestros pies.
AFP
La epidemiología basada en aguas residuales o WBE, por sus siglas en inglés, complementa los estudios clínicos y permite que las autoridades «cuenten con una herramienta amplia, sostenible, temprana y equitativa para mejorar las respuestas de salud pública», sostiene el Banco Mundial en un comunicado publicado este martes.
Las heces de una persona con covid-19 transportan el virus, que pasa de esa forma a las aguas residuales.
Los empleados de los servicios de agua y saneamiento de las ciudades pueden recoger muestras de aguas residuales que, una vez analizadas, permiten determinar la concentración del virus para estimar el alcance de la enfermedad en la población que usa el sistema de alcantarillado.
Con 1,56 millones de muertos desde el comienzo de la pandemia, América Latina y el Caribe «pueden beneficiarse de la utilización de su infraestructura de agua y saneamiento para la vigilancia de los riesgos para la salud pública, como el covid-19», estima Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para la región.
Más barato
Según el Banco Mundial, la mayoría de los países de bajos ingresos no ha comenzado a utilizar esta tecnología en la lucha contra la pandemia pese a que «dados sus bajos requisitos de recursos en comparación con otros enfoques de vigilancia, estos son los que más se beneficiarían con este tipo de pruebas».
En América Latina hay algunas excepciones como Ecuador, Perú, México, Uruguay y Argentina que están interesados, afirma Jaramillo, quien añade que el Banco Mundial movilizará el financiamiento y la experiencia técnica «para ayudar a los países que están listos para implementarlo».
El bajo coste es uno de los puntos fuertes de esta solución innovadora.
Según Douglas Manuel, profesor de la universidad de Ottawa, la vigilancia en aguas residuales tiene el mejor retorno sobre la inversión ya que cuesta en torno a 60 centavos estadounidenses por persona.
No es su única ventaja: permite detectar los brotes de forma precoz (al incluir a los asintomáticos), vigilar a toda la población (incluidos aquellos que viven en zonas remotas sin acceso a los tests clínicos), controlar a sectores específicos (campus universitarios, prisiones, barrios periféricos) y descubrir nuevas variantes, enumera Douglas Manuel, uno de los integrantes de un panel virtual del Banco Mundial celebrado este martes.
Esta epidemiología se ha aplicado en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil «con éxito, lo que ha brindado una experiencia muy sólida», declaró la ministra de Salud de Ecuador, Ximena Garzón-Villalba, otra de las invitadas, que destaca su bajo coste.
La pandemia de covid-19 ha supuesto para muchos países de América Latina y el Caribe «la pérdida de años de logros en materia de desarrollo y ha puesto de manifiesto la necesidad de desarrollar nuevas herramientas para poder prepararse y responder mejor a futuras crisis», estima Jaramillo.
Pero para que esta epidemiología funcione se necesita financiamiento, invertir en equipos y capacitación de personal e incrementar la capacidad de análisis de las muestras, avisa Humberto Marengo, subdirector general de la comisión nacional del agua de México.
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