A nadie le extrañan ya los casos de familias en las que algunos miembros se infectan y otros no pese a compartir vivienda, e incluso cama en el caso de las parejas. ¿Cómo es posible que esto ocurra? Un estudio científico realizado en Londres y Milán lo ha descubierto.
En una investigación anterior, ya se puso de manifiesto que una buena parte de la población (un 38 % de las personas que participaron en el estudio) contaba con una defensa celular importante frente al coronavirus debido a que poseían inmunidad celular. Y eso pese a que jamás habían estado expuestos a la covid y, por supuesto, nunca habían contraído la enfermedad. Es decir, tenían defensas naturales para enfrentarse a una dolencia con la que nunca habían estado en contacto.
Ahora, un último estudio en este sentido, publicado en la revista ‘Nature Inmunology’ y desarrollado en Milán y Londres, así como en otras ciudades europeas, revela la importancia de la inmunidad innata, que no es otra que la que se genera desde niños. En la inmunidad innata está muy presente la MbI (Mannose Binding Lectina, elemento en el que se ha centrado el estudio), que es uno de los denominados «ancestros funcionales de los anticuerpos«.
La MbI contiene proteínas capaces de atacar al virus de forma similar a como lo harían los anticuerpos, lo que explicaría por qué una persona es capaz de hacer frente al virus de manera natural y sin haber establecido contacto previo con él. «Descubrimos que la Mbl se une a la proteína pico del virus y la bloquea», explica el profesor Alberto Mantovani, director científico de parte del proyecto. «Y hemos comprobado -añade- que la MbI es capaz de bloquear el virus con todas las variantes probadas, incluida ómicron«.
De hecho, en las pruebas en laboratorio, la MbI «demostró ser ligeramente menos potente que los anticuerpos producidos por pacientes recuperados de covid», apostilla otra de las científicas participantes en el estudio.
El objetivo ahora es saber si la MbI puede convertirse en un medicamento. «El camino es largo», anuncia la profesora Cecilia Garlanda, coordinadora de la investigación. De momento, MbI ya se ha utilizado «como terapia en sujetos con deficiencia energética completa y ha sido bien tolerado», describe, lo que abre la puerta a la esperanza, aunque insiste en que, hoy por hoy, lo mejor es vacunarse para conseguir los anticuerpos necesarios para hacer frente al virus.
Qué es la inmunidad innata
Es el sistema de protección con el que todos nacemos y que se activa desde el momento de nuestro alumbramiento para brindarnos barreras naturales frente a los agentes externos. La inmunidad innata es la primera línea de defensa del organismo frente a virus, bacterias y demás patógenos que pueden atacar nuestro cuerpo y enfermarnos.
Incluye células del sistema inmunitario que atacan a estos virus mediante la elaboración de una respuesta conjunta y adecuada al problema que se les presenta mientras aguardan a que el cuerpo se prepare con una defensa completa y dirigida, la llamada inmunidad adquirida. Esta es la inmunidad que acumulamos gracias a haber estado expuestos a virus, haber superado enfermedades o, de manera artificial, a haber recibido vacunas. Los anticuerpos que se generan con la inmunidad adquirida, sobre todo la que se consiguen de forma natural (contacto con patógenos y enfermedades), son mucho más duraderos y resistentes que la protección que brinda la inmunidad innata.
Algunos de los componentes de la inmunidad innata son la tos (evita que una bacteria pueda entrar en nuestro cuerpo a través del sistema respiratorio), las enzimas de las lágrimas, el moco (impiden que los patógenos asciendan desde la nariz hacia el interior del organismo), la grasa de la piel, o incluso los ácidos del estómago.
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