John Edward Jones era un joven estadounidense de 26 años que disfrutaba de hacer espeleología, una actividad que se basa en la exploración de cuevas. Cuando era niño, solía realizar todo tipo de expediciones junto con su familia y a partir de aquel entonces eso se convirtió en su pasión. Sin embargo, nunca imaginó que ese pasatiempo iba a causarle la muerte.
El joven se encontraba de vacaciones con su hermano Josh (23) y otros nueve amigos, cuando el 24 de noviembre del 2009 decidieron explorar una profunda cueva llamada Nutty Putty, ubicada al sudeste de Utah, en los Estados Unidos. Según consignó la revista de ciencia Howstuffworks, era un lugar favorito entre los famosos Boy Scouts y los estudiantes universitarios. No obstante, la popularidad de su encanto decayó cuando varias personas vivieron situaciones de tensión y miedo al quedar atrapadas allí. Si bien muchos de ellos tuvieron la suerte de salir, el caso de John fue distinto y, aquella expedición, fue la última que realizó.
Si bien ya no realizaba la actividad con tanta frecuencia, ya que la mayor parte de su tiempo estaba exclusivamente dedicada a su esposa Emily y a su hija Lizzie, y cursaba sus estudios en Medicina en la Universidad de Virginia, volvió al ruedo. Gracias a la motivación del grupo con el que estaba, se animó a probar una nueva experiencia y decidió ingresar al sitio.
Apenas una hora comenzada la expedición, las cosas comenzaron a complicarse. Tras pasar por las estrechas profundidades rocosas, John se desvió del resto de las personas y se metió en un pasaje que creyó era el que muchos llamaban “canal de nacimiento”. Si bien el espacio no propiciaba una verdadera comodidad, decidió pasar la cabeza, luego el pecho y finalmente las piernas.
A los pocos minutos, se percató de que cometió un grave error: el lugar donde estaba no era el que él pensaba. “Dio un giro equivocado y terminó en una sección sin mapear de la cueva cerca de lo que se conoce como Ed’s Push. Ante su desesperación, trató de pasar y dar la vuelta, pero quedó atascado en un ángulo de 70 grados”, detalló el citado medio.
Cuando notó que los intentos por volver atrás eran en vano, siguió su camino y avanzó, pero el espacio de 25 centímetros de ancho y 45 de alto lo dejó inmovilizado. Le costaba respirar y pidió ayuda a gritos. “Su hermano fue el primero que lo encontró. Él trató de agarrar sus piernas, pero lo deslizó aún más hacia abajo. Para aquel entonces, sus brazos tampoco podían moverse”, explicó la revista arqueológica Allthatsinteresting.
Sin más opciones, Josh salió del lugar, abrumado por la situación. Lo primero que hizo fue llamar a las autoridades, mientras su hermano mayor estaba atrapado 30 metros por debajo de la superficie. Llevar al equipo de rescate no resultó fácil y el tiempo era muy valioso. No obstante, el aviso de la noticia llegó rápidamente y, una vez que arribaron al sitio, comenzaron con las tareas de auxilio.
La primera persona que llegó al sector donde estaba John fue una mujer llamada Susie Motola, con quien, según el medio The Salt Lake Tribune, el joven mantuvo una breve conversación. “Gracias por venir, pero realmente quiero salir”, le habría dicho. En ese momento, se encontraba sofocado y con problemas para respirar. Llevaba tres horas atrapado y lo único que visualizaba la rescatista eran sus zapatillas deportivas color negro y azul.
Durante las siguientes 24 horas, un centenar de rescatistas trabajaron arduamente para sacarlo de la cueva con vida. ¿El mecanismo que eligieron? Atarlo con un sistema de poleas y cuerdas para movilizarlo.
Si bien en un principio todo salió a la perfección, a los pocos minutos la operación terminó de forma abrupta: una de las poleas se saltó de su punto de anclaje a causa de la arcilla viscosa que había en la superficie y John regresó a la posición inicial. El ángulo en el que se encontraba no era el más adecuado, ya que le generaba una gran tensión en el cuerpo, especialmente en sus órganos vitales.
Sin más opciones, el personal que trabajó en el lugar se vio frustrado por lo sucedido y alcanzaron pocas horas más para recibir la desoladora noticia: John tuvo un paro cardíaco y murió. Rápidamente, los medios locales transmitieron lo ocurrido: aquel hombre de fe católica y un carisma que todos sus seres queridos remarcaban, dejó de respirar. Era ya 25 de noviembre y había pasado un día del inicio de la expedición. Tenía apenas 26 años.
“Será recordado por su buen carácter, su encantador sentido del humor, su fuerte ética de trabajo, un amor genuino por las personas, una habilidad magistral para relacionarse con los niños, un amor y una fe inquebrantable”, expresaron en un comunicado sus familiares, poco después del trágico día.
Luego de su muerte, la Administración de Tierras de Fideicomiso Escolar e Institucional de Utah explicó que para recuperar el cuerpo debían hacer un esfuerzo sobrehumano, por lo que llegaron a un acuerdo con sus familiares para dejarlo en la cueva y cerrarla permanentemente. Si bien hubo grupos de espeleólogos que intentaron oponerse, no lo lograron y finalmente el sitio se selló con hormigón. Nadie más pudo volver a entrar. A modo de homenaje, sus seres queridos colocaron una placa en el exterior.
Lo que comenzó como una jornada de aventura se convirtió en una verdadera pesadilla. Los rescatistas que trabajaron ese día, así como los familiares de John, se volvieron un verdadero ejemplo de cómo mantener la tranquilidad en medio del drama. Si bien el desenlace fue fatal, se aseguraron de que no ocurra nunca más una muerte en el área.
Seguir adelante, pese al dolor
Tiempo después de la muerte de Jones, y gracias al apoyo de su familia, su esposa Emily logró sobreponerse a la pérdida y rehizo su vida. Volvió a formar pareja y tuvo dos hijos, uno de ellos fue llamado John. Actualmente, vive en Peoria, Illinois. La última vez que se refirió a la tragedia fue durante una entrevista con el medio Deseret, donde explicó que siempre recordará a quien fue, según dijo, una de las personas que más la marcó.
La tragedia de John Edward Jones en el cine
El 16 de septiembre de 2016 el director cinematográfico Isaac Halisma realizó un largometraje llamado The Last Descent, que trata sobre la tragedia que puso en vilo a todo Utah. Se trata de la única película que muestra la historia completa de aquella fatídica jornada.
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