No podrán usar sus limusinas, ni aparecer rodeados de una numerosa delegación, ni aterrizar en Heathrow con sus aviones privados. Londres no podrá acoger a las decenas de mandatarios que estarán presentes en el funeral de Estado si no pone cada uno de su parte y acepta comportamientos más propios de la gente de la calle. Entre otros, viajar en vuelos comerciales, desplazarse en los autobuses que el gobierno inglés pondrá a su disposición para llegar a la Abadía de Westminster, escenario de la solemne ceremonia religiosa, un honor de una reina que conoció, por ejemplo, a 14 presidentes estadounidenses.
Quien desee volar en su aeronave, deberá buscar un aeródromo alternativo o uno alejado de la capital inglesa. Y, en ningún caso, el Ejecutivo de Liz Truss pondrá helicópteros a disposición de los ilustres invitados para llegar a Londres. Deberán ir por carretera y someterse, después, a las innumerables limitaciones de tráfico que impondrán el domingo 18 y el lunes 19. Londres, que ha declarado festiva la jornada, será una ciudad cercada por los cierres. Si cada día hay nuevas restricciones de paso en el centro de la ciudad, no hay duda de que esas jornadas serán un tormento para los capitalinos.
De todas formas, habrá tal avalancha de dignatarios, que ni ajustándose a las recomendaciones tendrán sitio para acoger a todos los que desearían estar presentes. “Lamentamos que, debido al espacio limitado en el funeral de estado y eventos asociados, ningún otro familiar del principal invitado, su equipo o entorno será admitido”, reza el comunicado gubernamental, dirigido a las diferentes delegaciones diplomáticas.
“La unidad del funeral real estará agradecido, por tanto, si las delegaciones acompañantes son lo más pequeñas posibles. Ello también reducirá los inconvenientes y los tiempos de tránsito en los aeropuertos. Cuando sea posible, deberán planear llegar al Reino Unido al menos un día antes del funeral”, sigue el documento.
Joe Biden se ha convertido en la piedra en el zapato para el gobierno de la nueva primera ministra Liz Truss, puesto que Washington exige unas estrictas medidas de seguridad que no están dispuestos a abandonar. Habrá que ver si hacen excepciones con el presidente más poderoso del planeta en su estancia en una nación que ha sido duramente golpeada por el terrorismo.
Colombia, cabe recordar, se ceñirá a las recomendaciones, puesto que solo estarán presentes el canciller Álvaro Leyva y la primera dama Verónica Alcocer.
Al margen de las personalidades, esperan que más de un millón de ciudadanos quieran estar presentes en el recorrido que harán a pie Carlos III, la reina consorte Camila y el resto de la familia real, detrás del carruaje con el féretro de Isabel II. De alguna manera, la imagen podrá ser un calco de lo vivido cuando enterraron a Diana de Gales, toda una estrella planetaria, en el momento de su muerte.
Durante el fin de semana no ha cesado de correr, hacia el Palacio de Buckingham, ríos humanos para depositar un ramo de flores en memoria de la reina. También en el Palacio de Windsor, residencia de Isabel II y, también, de los príncipes de Gales, William y Kate, han sido constantes las muestras de cariño hacia su soberana de la ciudadanía.
Las numerosas personas entrevistadas por SEMANA en Londres reiteran que su admiración hacia la reina fallecida la sustentan en sus 70 años de entrega, de sentido del deber, de servicio al país, sin dar un solo escándalo, así como la estabilidad que su figura imprimió al sistema político de monarquía parlamentaria y sentirla cercana, puesto que la han visto toda la vida. “Aunque tenía 96 años y sabíamos que no viviría eternamente, ha sido un golpe duro”, dijo una londinense que le llevaba flores. “Pero la monarquía continuará igual con Carlos III”.
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