Luego de una dura travesía, en la cual embarcó a su hijo menor, José desde el pasado mes de junio logró ingresar al país, al igual que miles de sus connacionales.
Pero ese papel que le comentaron sus traficantes, no era más que un parole, es decir una especie de libertad condicional humanitaria, que, para los efectos reales y legales, no le ofrece ningún estatus legal. Mucho menos para tener derecho a trabajar.
Como José, cerca de 16,500 inmigrantes que llegaron a la ciudad de Nueva York entre mayo y octubre, ahora se encuentran en un complicado y oscuro túnel. En algunos casos, con pocas salidas, siquiera para iniciar un trámite migratorio, que le garantice a largo plazo una autorización oficial para trabajar.
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