El viernes 16 de septiembre Arianna Pérez jugaba en las afueras de la casa de una prima; hacía arepas de barro con su hermana. A las 10:30 am, Arianna levantó un bloque y, antes de que pudiera hacer o decir algo, había sido mordida por un animal.
Por El Nacional
No lloró ni salió corriendo; se quedó en el sitio, paralizada. Fue su hermana, menor que ella, la que corrió y avisó que a Arianna la había mordido un gusano.
Carlos, uno de los tíos de las niñas, junto con un primo, salió a ver qué había pasado. Para su sorpresa, cuando levantó el bloque, ahí estaba el animal; un Bothrops atrox, una serpiente que en la jerga popular es conocida como Mapanare o Macagua, dos de sus tantos nombres. Era una serpiente pequeña, de unos 30 centímetros, que alcanzó a morder el dedo medio de la mano izquierda de Arianna.
Todos en la casa se alarmaron. Carlos buscó Chimó y se lo untó en la herida porque, según las creencia populares, aplicar esta pasta caliente, hecha a base de tabaco, funciona para curar picadas de animales venenosos. Mientras que su hermano, el tío mayor de Arianna, buscó un torniquete y se lo puso en el dedo. Con esto impediría que el veneno circulara por el torrente sanguíneo.
Pero lo que no sabían en ese momento es que estaban recurriendo a prácticas que lejos de ayudar, complican la evolución del afectado, agravan las lesiones locales y pueden complicar el cuadro clínico, con infecciones sobreagregadas posteriores.
Arianna tiene 5 años y vive con su familia en la parroquia Fila de Mariches, una de las zonas más pobres del estado Miranda. Su casa y la de sus tíos están ubicadas en un área donde crece la maleza y habitan las serpientes. El hospital más cercano es el Domingo Luciani, en Petare. Allí la llevaron, en busca de suero antiofídico. Cuando la atendieron, lo primero que hicieron fue quitarle el torniquete, ponerle solución fisiológica y remitirla al Hospital Universitario de Caracas, porque ellos no contaban con el suero.
«Pero nosotros no hicimos caso», dice Jasmely Martínez, la mamá de Arianna.
Sus familiares no quisieron llevarla al Hospital Universitario porque no les dio confianza la atención que pudieran prestarle allí. Prefirieron el Periférico de Coche, donde ingresó a las 2:30 pm. Allí le hicieron exámenes de laboratorio y, aunque había suero antiofídico, la pediatra no se lo suministró porque no sabía administrarlo, y la toxicólogo del hospital ya se había ido.
La sangre no coagulaba y por no recibir el suero a tiempo, el veneno le causó anemia. La herida estaba necrosada y tenía ampollas; se le inflamó la mano y el brazo. Cuatro horas más tarde, a las 6:30 pm, llegó la toxicólogo, la única que hay en el hospital, y atendió el caso de Arianna.
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