La figura del papa Francisco trae la historia de una inmigración que no fue impulsada por una necesidad económica, sino por la necesidad del abuelo Giovanni de mantener unida la familia. Los boletos estaban listos para zarpar en el Principessa Mafalda, que naufragó en las costas de Brasil, pero gracias a que tuvieron que quedarse más tiempo en Italia para vender sus bienes, su destinó cambió. A tres años de su llegada a la Argentina, la empresa de los Bergoglio se fundió, perdieron todo y volvieron a empezar. Esta es su historia.
Por Nunzia Locatelli y Cintia Suárez / Infobae
Portacomaro: el punto de partida
Viajamos a Portacomaro, Italia, a buscar los orígenes de la familia Bergoglio. Desde 2013 este pueblo empezó a tomar relevancia porque allí podían encontrarse miembros de la familia Bergoglio. El lugar ya no solo sería famoso por el vino moscato y el lugar natal del poderoso y controvertido cardenal Angelo Sodano, sino que empezaría tomar relevancia con la elección del papa Francisco.
La pequeña localidad a 484 kilómetros de Roma, que no llega a los dos mil habitantes, está situada en la provincia de Asti, región del Piamonte.
Como si fuese un buen presagio desde el altar de la iglesia de Portacomaro, un pequeño pueblo en Piamonte, Italia, se ve la casa de los Bergoglio. Así lo expresa Valter Pierini, quien fuera el intendente de esa localidad, en el documental El camino del Ángel: “Desde la plaza principal a lo lejos se ve una casa roja y amarilla. Esa era la casa del abuelo del Papa”, enfatiza el funcionario.
Ante la presencia de la cámara, cuando rodamos el documental en 2014, muchos de los habitantes del pueblo se atribuyeron un parentesco con el papa Francisco -aunque no lo fueran- y se agolpaban para ser entrevistados.
A bordo del Giulio Cesare
El 15 de febrero de 1929 llegó a la Argentina la familia Bergoglio, compuesta por el matrimonio de Giovanni y Rosa y su hijo de Mario, de 21 años, quien luego fue el padre del actual pontífice. Ingresaron a Buenos Aires a bordo del barco Giulio Cesare, como quedó registrado en los archivos del Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA). Giovanni y Rosa Bergoglio habían comprado los pasajes para el transatlántico Principessa Mafalda que cubría el servicio Génova- Buenos Aires. La suerte hizo que no se embarcaran en esa nave, que terminó hundida frente a las costas de Bahía al norte de Brasil, con 1261 pasajeros a bordo, de los cuales se salvaron 938. Lo que impidió que se embarcaran fue el retraso en la venta de los bienes que poseía la familia y debían ser vendidos antes de partir con destino a América.
“Era una familia que estaba bien afincada, acá, en Italia y seguramente lo tuvieron que pensar muy bien el tema de viajar a la Argentina, porque acá dejaron mucho. No era la clásica familia que emigra para buscar una mejor suerte o una mejor posibilidad de trabajo”, afirmó Stefano Masino, periodista de la Gazzetta di Asti, desde Portacomaro.
Al llegar al puerto de Buenos Aires la pasajera Rosa Vasallo de Bergoglio no pasó inadvertida cuando bajó de la embarcación Giulio Cesare, porque a pesar del intenso calor con la que los recibió Buenos Aires ella vestía un abrigo con cuello de zorro. Parecía inadecuada la vestimenta y seguramente lo era, pero la señora llevaba cosidos en el forro del tapado todos sus ahorros, lo recaudado de la venta de los bienes en Italia. Todo lo que la familia poseía lo cargaba Rosa en sus hombros. Así lo describen distintas biografías del papa Francisco.
El destino de los Bergoglio no era como el de casi la totalidad de los pasajeros que debían permanecer en el Hotel de los Inmigrantes hasta encontrar un trabajo y vivienda. Previamente se habían instalado en la Argentina tres hermanos de Giovanni, el abuelo del Papa. Tenían una industria, una empresa de pavimento, que estaba funcionando bien en Paraná, y hasta habían construido un edificio bautizado como Palacio Bergoglio.
“Tres hermanos de mi abuelo estaban acá desde el año 1922 y habían creado una empresa de pavimentos en Paraná. Allí levantaron el Palacio Bergoglio, de cuatro pisos, que fue la primera casa de la ciudad que contó con ascensor. Tenía una cúpula muy linda, parecida a la de la confitería El Molino de Buenos Aires, que después fue sacada del edificio. En cada piso vivía un hermano. Con la crisis de 1932 se quedaron sin nada y tuvieron que vender hasta la bóveda de la familia”.
Así contó el entonces cardenal Jorge Bergoglio a Francesca Ambrogetti y a Sergio Rubin en su libro El jesuita. En esa oportunidad el Sumo Pontifice reveló cómo la familia afrontó la crisis económica y volvió a abrir una nueva empresa. Expresó: “Papá, que era contador y que en la pavimentadora trabajaba en la administración, ayudaba [a su padre] haciendo el reparto de la mercadería con una canasta, hasta que consiguió un puesto en otra empresa. Empezaron de nuevo con la misma naturalidad con la que habían venido. Creo que eso demuestra la fuerza de la raza”, expresó Bergoglio en la entrevista.
Sus padres se conocieron en una iglesia
Regina Maria Sivori y Mario Bergoglio se conocieron en 1934 en el barrio de Almagro en el oratorio salesiano de la iglesia de San Antonio. Ella era una ama de casa con origen piamontés de parte de madre y él era argentino descendiente de una familia de Génova.
Un año después se casaron y el jueves 17 de diciembre de 1936 a las 21 horas nació Jorge Mario Bergoglio, el futuro pontífice, en la calle Varela 268, del barrio porteño de Flores. Jorge Mario fue el primero de cinco hijos. Después de trece meses nació Oscar, siguieron Marta, Alberto y María Elena. La mamá de Bergoglio quedó paralitica después del quinto parto, pero con el tiempo se recuperó. Fue ella quien le enseñó a cocinar.
Giuseppina la prima que siempre esperaba a Jorge
Giuseppina Ravedone es la prima política del papa Francisco. Originaria de Portacomaro, Asti, lugar natal de la familia Bergoglio desde donde emigraron para la Argentina, la entrevistamos en 2014 para el documental “El camino del Ángel”. Amable, simpática, contó la relación estrecha que siempre mantuvo con su querido pariente: “Me llamaba muy seguido antes de ser papa. Yo tenía su número del arzobispado y también lo llamaba: sabía a qué hora estaba y podía llamarlo cuando quería. Creo que si él hoy tuviese un celular tal vez uno lo molestaría, porque tiene que recibir un montón de personas”.
Un día Bergoglio fue a visitarla durante la cuaresma: “Vino a mi casa, mi marido había fallecido. Yo le dije: ‘Mirá Jorge no preparé nada de comer porque tenemos que hacer ayuno y abstinencia’. Él me dijo: ‘Nosotros ya hemos pasado la edad’. Entonces lo llevé abajo a comer al restaurante”.
-¿Su primo tenía el deseo de convertirse en Papa o no estaba en sus planes?
-Yo solo le puedo decir que antes del cónclave él dijo: “He comprado el boleto de ida y vuelta. Elijan o no el Papa yo el domingo tengo que regresar”. Le pregunté si vendría a visitarme, y él me respondió: “No, porque el boleto es de ida y vuelta y no voy a pasar por Turín“. Dijo “el domingo tengo que irme”, pero el domingo se quedó acá.
Viaje al pueblo de su familia
A finales de noviembre del año pasado el papa Francisco viajó a Portacomaro para festejar los 90 años de una de sus primas, Carla Rabezzana. En ese viaje aprovechó para visitar la iglesia de la Santísima Virgen de los Ángeles, un lugar más que simbólico para la familia Bergoglio.
Los vecinos de la localidad italiana se apresuraron a salir a las calles con pancartas para darle la bienvenida al pontífice. Cuando se encontró con su prima Carla el papa le advirtió: “Para los 90 años no se puede llorar”. Semanas antes cuando Francisco le anunció que iría a visitarla le advirtió con humor: “Tratá de no morirte”.
De esta manera Francisco como papa nuevamente visitó la tierra desde donde sus familiares partieron hacia la Argentina.
La historia de migración de los antepasados del papa Francisco seguramente marcó su identidad. De una manera casi fortuita e inesperada, ese recorrido que unió a Italia con Argentina fue el que hizo, 84 años después, pero desde Argentina a Italia, uno de los descendientes Bergoglio para convertirse en Sumo Pontífice y obispo de Roma.
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