Su Majestad volvió a los 38 para potenciar a los Wizards, el equipo del que era accionista. Y lo hizo, en lo deportivo y en popularidad. El análisis de un retorno que pocos recuerdan lo sorpresivo y bueno que fue. En 1998 había dejado la vara demasiado alta.
Aquel 25 de septiembre del 2001, Estados Unidos todavía estaba de duelo, cuando Michael Jordan hizo el anuncio que había guardado por meses bajo siete llaves. Y que, justamente, había demorado un par de semanas por aquellos estremecedores atentados, en simultáneo, a edificios icónicos del país dominante del planeta. Y así, 14 días después de la tragedia que había conmovido al mundo, en la misma ciudad, cuando todavía se podía sentir el sufrimiento y la consternación, el que conmovía a todos era el -probablemente- deportista más significativo de la historia. De repente, a los 38 años, luego de más de tres de inactividad y después de haber dejado la vara en el cielo, Su Majestad nos contaba que volvía a jugar. Otra vez. Como en 1995. Aquella vez había sido con los Bulls de Chicago, logrando un regreso de ensueño, histórico, mítico, para completar la saga de seis anillos, dejando un aura de invencibilidad que se agigantó con aquel último tiro en Utah para festejar el sexto título… Ahora el retorno era para jugar en los mediocres Wizards de Washington, la franquicia de la que tenía el 10% de las acciones, desde hacía un año y medio. Un equipo que no terminaba de arrancar en lo deportivo, en lo popular, en lo económico. ¿Y qué mejor que el más grande de todos para intentarlo?
“En este año y medio como miembro de la dirigencia de los Wizards disfruté mucho trabajando con los jugadores y compartiendo mis experiencias. Siento que no hay mejor forma de enseñar a nuestros jóvenes jugadores que estando en la cancha con ellos como compañero, no solo en los entrenamientos sino en partidos reales”, manifestó MJ, dejando claro que no tenía miedo a las críticas ni a dañar la imagen impactante que había dejado tras aquel épico final, en 1998. “Siento que nada puede borrar el pasado y yo estoy firmemente enfocado en el futuro y los desafíos competitivos frente a mí”, cerró, luego de confirmar que ganaría el sueldo mínimo (un millón de dólares en cada una de sus dos temporadas) para un jugador de su antigüedad en la NBA pero que ese salario sería donado íntegramente a las familias de las víctimas de los ataques terroristas.
Justamente una tragedia que había demorado del anuncio, tanto como otras cuestiones legales: la venta del 10% de sus acciones (está prohibido ser jugador y, a la vez, dueño en la NBA) y el nuevo acuerdo con la NBA por sus derechos de imagen. Pero, claro, el regreso no se había sido algo intempestivo. MJ lo había planeado, desde muchos meses antes, en silencio. Aseguran que todo comenzó a fines de 1999, de a poco, primero con un plan de alimentación que le permitió ir bajando 15 kilos y otro de acondicionamiento con Tim Glover, su preparador físico personal.
Michael se fue escuchando, a sus sensaciones y a su cuerpo. Un debate interno con muchas cosas en la balanza, no sólo el amor por el juego, como declaró. La necesidad de nuevos desafíos fue determinante, el ver si podía competir con la nueva camada de estrellas, tras una inactividad demasiado larga y a una edad compleja. La experiencia de Mario Lemieux, figura del hockey sobre hielo que volvió a la NHL en el 2000, a los 35 años, terminó de convencerlo de que era posible volver a brillar a una edad avanzada. El resto lo hicieron su ego y el talento que, sentía, seguía intacto.
El último condimento que le permitió madurar la decisión fue posicionar a los Wizards, el equipo que lo tenía como dueño (minoritario). Jordan no volvió para ser campeón, sabía que con Washington era imposible. Quería despertar pasión en el equipo, en la ciudad, meterlo en playoffs y, a la vez, él medirse con las nuevas estrellas, Kobe Bryant, Vince Carter, Allen Iverson y Trady McGrady, entre otros. Desafíos. De los que siempre MJ vivió…
Y mal no le fue. Logró casi todos los objetivos se propuso. Mejoró mucho a un equipo que venía de ser el tercero peor en la temporada anterior (marca de 19-63), lo tuvo en ambas temporadas a tiro de la postemporada y compitió de igual a igual contra las figuras de la actualidad, con un nivel muy bueno, aunque lógicamente terrenal, demostrando que al paso del tiempo no le gana nadie…
Tal vez por eso, por haber dejado aquella imagen de Dios del básquet, para algunos no fue tan bueno lo que hizo, pero si nos apartamos de sus genialidades anteriores, es imposible no reconocer su vigencia. En sus dos campañas, que disputó entre sus 38 y 40 años, promedió 21.2 puntos, 43% de campo, 5.9 rebotes, 4.4 asistencias y 1.5 robo en 36 minutos. Jugó 142 de los 164 partidos posibles, incluyendo los 82 de la segunda temporada. Sólo perdió 22 en la primera temporada, justo cuando estaba en su mejor momento y los Wizards se encaminaban a los playoffs.
MJ volvió poco más de dos semanas más tarde del anuncio de su regreso, el 11 de octubre. Fue en el primer partido de pretemporada del equipo, en la derrota por 95-85 ante los Pistons. El 30, casi 20 días después, llegó el oficial, nada menos que en el Madison Square Garden. Vimos a un MJ más lento, sin el ritmo necesario, fallando más de lo habitual, pero dejando claro que su talento seguía ahí: 19 puntos, 6 asistencias y 5 rebotes, pero con 7-21 de campo y 3 pérdidas, en la nueva caída, 93-91 ante los Knicks. Enseguida se vio que Michael debería hacer magia en este equipo, que perdió 9 de los 11 partidos y en ese inicio se mostró muy verde, falta de talento y oficio.
El plantel tenía a un N° 1 del draft, el pivote Kwame Brown, que justamente MJ había seleccionado, directo desde el secundario. Una elección por la que había recibido merecidas críticas… Cerca del aro también tenía a un talentoso Brendan Haywood y a otros internos que eran fuertes pero limitados (Jahidi White y Etan Thomas) o otros que estaban en decadencia (Christian Laettner, Popeye Jones). Lo mejor, sin dudas, lo tenía en el perímetro, con Rip Hamilton, un escolta que iba camino a ser una figura, Courtney Alexander y Hubert Davis, como buenos recambios. Ty Lue, un campeón con los Lakers que no rindió lo esperado, y Chris Whitney, formaban una correcta dupla de bases. Como DT se eligió a Doug Collins, un viejo conocido de Jordan, el DT de los Bulls en aquellos primeros años, antes de la llegada de Phil Jackson. Un coach de la vieja guardia, exigente duro, el perfil que quería Jordan para llevar al límite a pibes con poca ambición.
Por kilos, falta de movilidad y también para evitar el desgaste, el N° 23 decidió jugar mucho más de alero que de escolta, su posición natural. Buena decisión. De a poco, con el correr de los partidos, se fue poniendo en forma y ganando ritmo hasta alcanzar, en diciembre, su mejor momento -y del equipo, que encadenó nueve triunfos al hilo-, terminando una primera parte de temporada por encima de lo esperado. Justamente a fin de año, puntualmente el 29 de diciembre, dio su última gran exhibición anotadora. Aquella noche anotó 51 puntos, con 21 de 38 tiros de campo, y además sumó siete rebotes y cuatro asistencias. Justo contra Charlotte Hornets, el equipo del que hoy es propietario luego de vender las acciones de los Wizards, en 2003.
Washington alcanzó las 26 victorias en 47 partidos para llegar al All Star con chances reales de meterse entre los ocho mejores del Este que jugarían los playoffs. Pero, claro, tanto tirar del carro -promedió 35 minutos- en un equipo limitado tuvo consecuencias. En enero comenzó con dolores en la rodilla que lo llevaron a una lesión en el partido previo al All Star y a una posterior operación de rodilla, a fin de febrero que terminaría su temporada y el sueño de postemporada. Jordan finalizó con la friolera de 22.9 puntos, 5.7 recobres, 5.2 pases gol y 1.4 robo. Tremendos números para un jugador de 39 años que había estado parados durante tres…
La mejora de 18 triunfos, con respecto a la temporada anterior, le dio buenos signos a MJ, aunque con la certeza de tener que seguir metiendo mano en el equipo. Así fue que llegaron mejores jugadores, como Jerry Stackhouse (sería el goleador con 21.5 puntos), Larry Hughes (12.8) y Juan Dixon (6.4). La presencia de MJ, el upgrade del roster y un año más de experiencia hicieron que Kwame Brown (7.4 puntos y 5.3 rebotes) y Haywood (6.2 y 5) jugaran mejor. El problema radicó en que se fue Hamilton a los Pistons (donde sería estrella) con sus 20 puntos de media, dejando rengo al equipo en poder anotador. La ayuda, entonces, siguió siendo insuficiente.
Jordan, tras la operación y la recuperación, hizo un trabajo especial entre temporadas que rindió sus frutos: se mantuvo lejos de las lesiones y logró ser el único jugador del plantel en jugar los 82 partidos, teniendo 39/40 años. Arrancó siendo el sexto hombre, el primer suplente, pero terminó siendo titular, forzando bastante, ante las necesidades que tenían los Wizards… En aquella segunda campaña, MJ llegó al All Star, lo que pocos creían posible, y terminó con 20 puntos, 45% de campo, 6 recobres, 3.8 asistencias y 1.5 robo en 37 minutos. Washington llegó a tener marca de 29-29, pero otra vez se quedó sin nafta. Terminó con el mismo récord que la temporada anterior (37-45), con un MJ que intentó todo, elevando el nivel del equipo, pero no logrando el objetivo de llegar a la postemporada.
Justamente hoy, hace 20 años, se produjo el nunca bien recibido último juego de MJ. Fue en el estadio First Union Center de Filadelfia y con una derrota dura por 107-87. Mike anotó 15 puntos, el último desde la línea de libres, además de cuatro rebotes y cuatro asistencias. El partido ni llegó a terminar porque pocos segundos antes, con el partido definido, MJ se paró del banco de suplentes para saludar y los camarógrafos y fotógrafos invadieron la cancha mientras el estadio lo ovacionaba -con míticas estrellas en primera fila, como el Doctor J, Pat Ewing y Moses Malone- y los rivales querían saludarlo, especialmente Allen Iverson, figura local (sumó 35 puntos, 6 asistencias y 6 rebotes aquella noche) y quien años después admitiría en el Salón de la Fama que MJ había sido su gran inspiración para dejar atrás su pasado y convertirse en una estrella.
En resumen, en este regreso los dolores en las rodillas le quitaron explosión en el primer paso y, lógicamente, redujeron su capacidad de salto. Fue, como nunca, un Jordan de piso y ya no de aire, como nos había acostumbrado especialmente en los 80 y, en menor medida, en los 90. “Fue un auto lujoso aunque ya no un auto de carrera”, fue la brillante comparación de Collins. La falta de piernas, especialmente por el desgaste que tuvo que hacer dentro de un equipo mediocre, conspiró contra su tiro largo, por caso. Apenas 19% y 29% en triples, en ambas campañas. Claro, esto es hilando fino. No hay que perder de vista su inactividad, la edad y lo poco acompañado que estuvo. MJ se sacó el gusto, potenció al equipo y lo puso en el mercado mundial. Cosas que sólo Su Majestad podía hacer.
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