Una ola de calor es un período con temperaturas altas inusuales que persiste durante varios días y noches en una zona de un país o en una región. Por el impacto del cambio climático que sufre el planeta Tierra (que ha sido provocado principalmente por la quema de combustibles fósiles, como carbón, petróleo y gas), las olas de calor serán cada vez más frecuentes hasta la década de 2060 -independientemente de si los seres humanos logran mitigar el cambio climático-, según advirtió la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Esos fenómenos extremos no solo afectan la salud y la economía y trastocan la vida cotidiana de los seres humanos. También las olas de calor alteran a las especies animales. Ya existen estudios científicos que lo han comprobado y otros que, a través de modelos de simulación, pronostican impactos para el futuro.
En diálogo con Infobae, la doctora Nora Ruth Ibargüengoytía, directora del Laboratorio de Ecofisiología e Historia de vida de reptiles del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Ambiente (INIBIOMA), del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue en Bariloche, comentó que “la humanidad debería tener más conciencia de los efectos de la mayor frecuencia de olas de calor por el cambio climático no solo porque la afectará. También hay una enorme diversidad de especies de la vida silvestre que debería ser tenida en cuenta. Las olas de calor podrían causar una pérdida masiva de especies”.
La investigadora, que estudia las consecuencias del cambio climático sobre lagartos y lagartijas específicamente, señaló que “las especies de animales que viven entre ríos o cerca de montañas o que no se pueden desplazar a grandes distancias podrían ser las más afectadas por el calentamiento global. Ese tipo de animales difícilmente puedan soportar las olas de calor”.
Pero las consecuencias del cambio climático no son inexorables. Para la doctora Ibargüengoytía, la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, frenar las deforestaciones, hacer evaluaciones de impacto ambiental antes de realizar cualquier modificación en los ecosistemas, no introducir especies exóticas (porque afectan a las poblaciones nativas) y crear más áreas naturales protegidas son medidas importantes que se deberían adoptar para afectar menos a la biodiversidad de especies.
Investigadores de Israel, Suiza y los Estados Unidos han pronosticado que más del 40% de todos los animales vertebrados terrestres podrían verse sometidos a episodios de calor extremo para el año 2099 si se mantienen las actuales estimaciones máximas de las futuras temperaturas del planeta.
El calor extremo afecta a la fauna silvestre: hace que los animales se reproduzcan menos y que se reduzca el tamaño de sus poblaciones. Esto significa que la frecuencia mayor de picos de temperatura supondría una amenaza sustancial para la biodiversidad futura.
Gopal Murali, becario posdoctoral de la Universidad de Arizona, Estados Unidos, que llevó a cabo la investigación en la Universidad Ben-Gurión del Néguev en Israel, y sus colegas trazaron un mapa de la exposición de 33.600 animales vertebrados terrestres a los fenómenos de calor extremos en distintos escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero.
Pronosticaron que el 41% de las especies experimentarán fenómenos térmicos extremos en al menos la mitad de su distribución terrestre si se considera un escenario de emisiones de gases de invernadero elevadas en el que se prevé que el calentamiento alcance los 4,4 °C.
“Para el año 2099, en el escenario de emisiones de gases de efecto invernadero más elevado, calculamos que 2 de cada 5 especies de vertebrados terrestres experimentarán episodios térmicos extremos con temperaturas superiores a sus niveles históricos en al menos la mitad de su área de distribución”, expresó Murali, quien publicó su artículo en la revista Nature.
En cambio, el impacto sobre los vertebrados será menor en un escenarios con un menor nivel de emisiones. El 28,8% de las especies serán afectadas por fenómenos de calor extremos en escenarios intermedios-altos si el calentamiento solo alcanza los 3,6 °C y al 6,1% en escenarios de bajas emisiones (un calentamiento limitado a 1,8 °C).
Es probable que los anfibios y los reptiles sean los que corran mayor riesgo. Se estimó que el 55,5% de los anfibios y el 51,0% de los reptiles pueden sufrir episodios de calor extremo en escenarios de emisiones altas, en comparación con el 25,8% de las aves y el 31,1% de los mamíferos.
Los expertos señalaron que las regiones más afectadas por las olas de calor serán el desierto de Mojave en Estados Unidos; el Gran Chaco, que se extiende por parte de los territorios de Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay; el Sahel y el Sáhara en África, y partes de Irán y Afganistán.
En tanto, otras investigaciones aportaron las pruebas sobre los impactos ya ocurridos. Una de ellas fue dirigida por científicos de la Universidad de Washington, Estados Unidos, en base a los datos recogidos por residentes de playas que van desde el centro de California hasta Alaska.
Hallaron que las persistentes olas de calor provocan la muerte masiva de aves marinas meses después. Según contó Julia Parrish, coautora del estudio, catedrática de Ciencias Acuáticas y Pesqueras de la UW y directora ejecutiva del Equipo de Observación Costera y Estudio de Aves Marinas (COASST por su sigla en inglés), se observó un dramático efecto retardado”.
“Un océano más cálido, y desde luego un océano súbitamente más cálido como ocurre durante El Niño o una ola de calor marina, provocará la muerte de cientos de miles a millones de aves marinas entre uno y seis meses después del aumento de temperatura”, alertó Parrish.
El pasado martes 4 de julio, la OMM, que depende de las Naciones Unidas informó que están presentes las condiciones necesarias para el desarrollo del fenómeno de El Niño, y que es muy probable (90%) que estas condiciones se mantengan durante los próximos meses.
El estudio de Parrish y su equipo, que fue publicado en la revista Marine Ecology Progress Series, utilizó datos sobre aves varadas en las playas entre 1993 y 2021 entre el centro de California y Alaska. Los eventos de mortalidad muy masivos, con un número de muertes que probablemente superó el cuarto de millón de aves, ocurrieron aproximadamente una vez por década. Pero entre 2014 y 2019, cinco eventos alcanzaron ese umbral de mortalidad.
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En la Argentina, también hay evidencias del impacto de las olas de calor sobre los animales. El 19 de enero de 2019, la colonia reproductiva de pingüinos patagónicos o de Magallanes que se encuentra en Punta Tombo, provincia de Chubut, experimentó el mayor evento de mortalidad por calor y la temperatura máxima más alta (44°C a la sombra) desde que había registros en 1982.
Las científicas Katie Holt y Dee Boersma, de la Universidad de Washington, en Seattle, Estados Unidos hicieron el trabajo que demostró que la mortalidad de los pingüinos adultos se distribuyó de forma desigual por toda la colonia de Punta Tombo.
Esto dio indicios de que la presencia de microclimas o un acceso más fácil a la playa fue un factor importante para la supervivencia de los pingüinos. En una sección central de la colonia murieron el 5% de los adultos, informaron en el trabajo publicado en la revista Ornithological Applications.
Muchos pingüinos se encontraron muertos en los caminos de salida de la colonia o en las playas: habrían muerto por deshidratación. Los pichones muertos tenían el estómago lleno de comida y parecían estar bien hidratados, lo que sugiere que no fueron capaces de regular el flujo sanguíneo para liberar calor o generaron calor adicional con la digestión, afirmaron las científicas en su trabajo.
Entre los reptiles, las lagartijas que son llamadas matuastos en Chile o lagartos cola piche en Argentina pueden ser muy afectadas por el aumento de las temperaturas. Habitan ambientes rocosos de alta montaña o estepa patagónica.
“Como los reptiles no pueden termorregular eficientemente (a diferencia de los mamíferos y las aves), el impacto del cambio climático puede ser más letal. No solo por acción directa asociada al aumento de temperaturas, sino también por pérdida de hábitats nativos y el aumento del nivel del mar”, según dijo a Infobae el doctor Federico Kacoliris, investigador en biología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata y el Conicet.
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