Buscar un lugar sin contaminación lumínica, con pocos obstáculos para la vista, como edificios o árboles, ser paciente y no utilizar instrumentos ópticos que limiten el campo de visión son algunos de los consejos para «perseguir» perseidas, la «lluvia de estrellas» protagonista de este año.
Y es que este es un año excelente para observarlas, puesto que su máximo de actividad, la noche del 12 al 13 de agosto, se producirá tres días antes de la luna nueva. «Afortunadamente, la fina luna decreciente ofrecerá excelentes condiciones para la observación durante toda la noche», destaca el Instituto Geográfico Nacional (IGN) de España
Pero que no haya luna llena, como el año pasado, no es suficiente para ver las comúnmente llamadas «estrellas fugaces» (son en realidad meteoros). El lugar de observación puede ser cualquiera con tal de que proporcione un cielo oscuro, sin nubosidad, y hay que evitar el uso del móvil para adaptar los ojos a la oscuridad.
Los modelos estándar dicen que su actividad en condiciones perfectas se sitúa entre los 100/150 meteoros cada hora, pero luego la realidad es algo distinta, pues «la lluvia» no es regular -no hay que esperar una cascada de meteoros- y la cantidad varía en función de la hora, del lugar elegido o de la agudeza visual del observador.
Aunque su momento de máxima actividad tiene lugar en las noches de este fin de semana, las perseidas comienzan habitualmente a verse hacia el 17 de julio y terminan alrededor del 24 de agosto.
Para los que quieran disfrutar del fenómeno desde casa, la noche del sábado 12 y el domingo 13 de agosto el canal sky-live.tv lo transmitirá.
Es una de las lluvias más abundantes y se produce durante las cálidas noches de verano, lo que permite a los observadores del cielo contemplarlas cómodamente, resume la agencia espacial estadounidense.
A diferencia de la lluvia del año pasado, que coincidió con la luna llena, este año se podrá ver incluso alguno de los meteoros más pequeños.
Las lluvias de estrellas se producen cuando la traza de partículas de polvo y rocas que dejan los cometas en su órbita alrededor del Sol entran en la atmósfera de la Tierra y se volatilizan produciendo un efecto luminoso: los meteoros.
Estos fenómenos se pueden prever con antelación, ya que todos los años la Tierra en su camino alrededor del Sol atraviesa la trayectoria de varios cometas, en este caso el 109P/Swift-Tuttle.
La órbita de este cometa está llena de miles de partículas pequeñas como granos de arena que, cuando se cruzan con la Tierra, impactan contra su atmósfera.
Este choque produce, en estos minúsculos fragmentos, un aumento de temperatura de hasta cinco mil grados en una fracción de segundo, lo que hace que se desintegren y emitan un destello de luz, meteoro o estrella fugaz.
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