Son los padres más destacados del mundo animal. Juegan, asean y transportan a sus crías. Se ocupan si enfrentan alguna situación de salud o de riesgo, y le comparten la comida más frecuentemente que las hembras. Se trata de los asombrosos monos mirikiriná, que habitan en árboles de ambientes selváticos de América Latina, desde el territorio de Panamá hasta el de la Argentina.
Los monos tienen una cabeza pequeña con grandes ojos que le posibilitan una excelente visión nocturna. En cambio, su hocico y orejas son pequeños. Los adultos pesan 1,200 kilogramos.
La vida de estos monos transcurre con desplazamientos con pequeños saltos entre los árboles. Usan la cola para estar en contacto, como si se agarraran de las manos.
Viven en pequeños grupos, que está conformado por una pareja de adultos, y 2 o 3 infantes y jóvenes. También hay monos solitarios.
Las parejas tienen una cría por año que nace casi siempre entre octubre y diciembre. Cada pareja ocupa hasta 8 hectáreas de selva, en las que viven y se reproducen.
Están casi siempre juntos. “Las parejas están a menos de 5 metros de distancia todo el tiempo”, detalló Fernández-Duque.
“Nunca pensamos que íbamos a encontrar familias de mamíferos con fidelidad total, pero estos monos nos sorprendieron. No solo tienen hijos, sino que se trata de una monogamia genética: comprobamos que todos los hijos son del mismo padre y madre”, dijo el investigador, quien acaba de publicar un libro sobre los monos Mirikiná en América Latina, con más de 50 coautores, con la reconocida editorial Springer Press.
En muchos animales que viven socialmente monógamos, encontramos que hay alguna cría cuyo progenitor no es un individuo de la pareja. En cambio, en las parejas de Aotus azarae hay fidelidad total. No hay otro mamífero en el mundo en que se haya encontrado tanta evidencia de fidelidad genética.
Pero la fidelidad puede no ser para toda la vida. Las parejas con frecuencia se rompen. En promedio, duran unos 9 años, con casos de hasta 15 y 18 años.
Las rupturas ocurren generalmente porque un macho o hembra -que llaman “flotador”- viene y se “mete” en el territorio de la pareja. Es como un “divorcio forzado”, comentó. Así, tanto machos como hembras se ven amenazados por solitarios del mismo sexo. Se pelean, a veces se matan. Las “madres” o los “padres” pueden ser expulsados del grupo.
Por eso, “muchas crías no viven con su mamá y su papá: el 30% de los infantes juveniles en algún momento de sus vidas tienen un padrastro, madrastra o los dos”, señaló.
“Los machos están entre los mejores padres en el mundo: transportan la cría o los acicalan (que incluye revisarle la piel). Son los que primero responden si la cría tiene alguna emergencia. Tenemos evidencia preliminar sobre el vínculo emocional que sugiere que los jóvenes siguen más al padre que a la madre”, expresó. El equipo está llevando a cabo más estudios para investigar las bases neurológicas y endocrinológicas sobre por qué los machos adultos tienen un vínculo tan fuerte con las crías.
Una vez que nace la cría, pasa solo una semana con la madre. Luego, el macho es el que se encarga de su cuidado. Lo acerca a la hembra solo para amamantarlo y lleva a la cría por la selva en su espalda. Los machos hacen todas las tareas parentales, menos amamantar.
Cuando tienen más de 2 años, los monos juveniles se separan de sus familias. Se van de “casa”, del territorio que la pareja. Comienzan a ser solitarios hasta que encuentran un grupo para insertarse como machos de hembras reproductoras.
Se enamoran, se aparean, se separan, juegan o se alimentan, pero en el caso de los Aotus azarae todo pasa entre episodios cortos de actividad y de sueño tanto durante el día como durante la noche. “Su actividad varía según las fases de la Luna y la estación del año. Son más activos de noche cuando hay luna llena. En invierno andan más de día. En verano, que hace más calor durante el día, andan más de noche”, aclaró el científico.
Se alimentan de hojas, flores, frutos de especies, como guabiyú, aguaí, pindó, espina corona, y ñangapiri. Pero también come hongos y algunas especies de insectos.
Más allá de que los monos no dejan de asombrar a Fernández-Duque y a sus colegas por su modo de vida y comportamiento, hay preocupación por el estado de conservación de las poblaciones. Se considera que la especie está en la categoría “vulnerable”.
La gran amenaza es la deforestación que los seres humanos han practicado en los ambientes que habitan los monos para transformarlos en actividades dedicadas a la agricultura. Esta modificación redujo la conectividad de los bosques a lo largo de los corredores de los ríos y eso genera aislamiento entre las poblaciones. Por lo cual se favorece la pérdida de la diversidad genética.
El científico publicó recientemente un estudio con otros colegas en la revista Science. Lograron hacer el mapa genómico de primates más completo hasta el momento. Fue a partir de la secuenciación del genoma de 233 especies diferentes, incluyendo al mono Aotus azarae de Formosa. Lo hizo como parte de la Fundación ECO que el biólogo creó junto con su esposa y colega, Claudia Valeggia.
“La principal amenaza es el desmonte, y -en menor medida- su captura como mascotas”, subrayó Fernández- Duque. “Se deberían establecer más áreas naturales protegidas sobre los territorios en los que habitan las poblaciones de Mirikiná. Las áreas protegidas ayudarían a conservar las poblaciones y favorecían el desarrollo del turismo sustentable en la región”, dijo.
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