La Organización Mundial de la Salud (OMS) certificó este viernes oficialmente que Cabo Verde está libre de malaria, lo que incluye a este archipiélago de África occidental en un total de 43 países y un territorio del mundo que han alcanzado esa meta.
“La malaria ha afectado a la humanidad durante milenios (…), pero, a partir de ahora, hablaremos de la malaria en Cabo Verde en pretérito“, dijo durante una ceremonia celebrada en la capital del país, Praia, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien tildó este momento de “histórico“.
La medida “tiene un impacto enorme y ha sido necesario mucho tiempo para llegar a este punto“, señaló, por su lado, en un comunicado conjunto con la OMS el primer ministro caboverdiano, Ulisses Correia e Silva.
Además, la certificación “es muy buena para la imagen externa del país, tanto para el turismo como para todo lo demás“, añadió el dirigente.
Según la OMS, las infraestructuras construidas para combatir la malaria (paludismo) “han fortalecido” el sistema sanitario del país y serán utilizadas para luchar contra otras enfermedades transmitidas por mosquitos, como el dengue.
Antes de los años cincuenta del pasado siglo, el paludismo podía encontrarse en la totalidad de las diez islas que componen Cabo Verde, lo que dio lugar a diferentes epidemias en las zonas más densamente pobladas del país, explicó la OMS.
Cabo Verde consiguió en dos ocasiones eliminar la enfermedad, en 1967 y 1983, pero “posteriores fallos en el sistema de control de vectores (los mosquitos que la transmiten)” provocaron su retorno.
Desde el último “pico” de casos registrado a finales de los años ochenta, la malaria había sido confinada a dos de las islas caboverdianas, Santiago y Boa Vista, que han estado ya libres de la enfermedad desde 2017.
Cabo Verde incluyó este objetivo en su política sanitaria nacional en 2007 y lanzó un plan estratégico entre 2009 y 2013 centrado, por ejemplo, en el tratamiento temprano o la oferta de diagnóstico y tratamiento gratuito a todos los turistas internacionales y migrantes, a menudo procedentes de África continental.
Para conseguir esta certificación oficial de la OMS, los países no sólo deben demostrar que “la cadena de transmisión autóctona de la malaria se ha interrumpido a nivel nacional” durante al menos los últimos tres años consecutivos, sino que también deben probar su capacidad de impedir que la propagación se restablezca.
El Fondo Mundial para la Lucha contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis, que proporciona el 65 % de la financiación internacional para programas contra el paludismo, celebró la noticia y destacó en un comunicado la importancia de ayudar a Cabo Verde a “sostener” este logro.
“Con este objetivo en mente, continuaremos financiando intervenciones de control de vectores y garantizando una gestión de casos de calidad y la vigilancia de la enfermedad durante otros tres años“, aseguró en un comunicado su director, Peter Sands.
El paludismo es una enfermedad causada por parásitos que se transmiten a los humanos por la picadura de mosquitos del género Anopheles infectados.
El continente africano es el principal foco de contagio en el mundo, al representar aproximadamente el 95 % de las muertes por malaria a nivel global y el 94 % de los casos en 2022.
Si bien es una afección prevenible y curable, puede ser mortal si los pacientes no reciben la atención médica y los medicamentos que necesitan, sobre todo en los casos de menores de cinco años, mujeres embarazadas y personas con VIH o con baja inmunidad.
En 2021 la RTS,S -producida por el gigante farmacéutico británico GSK- se convirtió en la primera vacuna contra la malaria recomendada para uso generalizado por la OMS, pero las investigaciones demostraron que su efectividad era del 60 % y disminuía con el tiempo. EFE
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