Los datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indican que más de 1.500 millones de personas a nivel mundial “experimentan algún grado de pérdida auditiva. De estos, se estima que 430 millones tienen pérdida auditiva de gravedad moderada o mayor en el oído con mejor audición”.
Se estima que para 2050 esa cifra podría superar los 700 millones (una de cada diez personas), según postulan desde la entidad sanitaria internacional. “Se dice que alguien sufre pérdida de audición cuando no es capaz de oír tan bien como una persona cuyo sentido del oído es normal, es decir, cuyo umbral de audición en ambos oídos es igual o mejor que 20 decibelios. La pérdida de audición puede ser leve, moderada, grave o profunda. Puede afectar a uno o ambos oídos y entrañar dificultades para oír una conversación o sonidos fuertes”, informan en la Organización Mundial de la Salud (OMS), que avala entre sus efemérides al Día Mundial de la Audición, que se conmemoró el 3 de marzo.
En ese sentido, a medida que el tiempo pasa, el cuerpo humano experimenta un proceso de transformación inevitable que repercute en una variedad de órganos y funciones, y la audición no es la excepción. No obstante, es crucial subrayar que estos cambios no son universales, pues cada organismo responde de manera particular al proceso de envejecimiento. De ahí la importancia de consultar a profesionales médicos para evaluar la salud individual.
Un reciente video de una secuencia de audio ha captado la atención al ofrecer una particular manera de calcular la “edad” de nuestros oídos en función de la salud auditiva. La premisa es sencilla pero reveladora: la secuencia aumenta progresivamente en Hercios (Hz). A medida que esta frecuencia aumenta, resulta más difícil para algunas personas detectar los sonidos, lo que proporciona una aproximación de la mencionada “edad auditiva”.
El fundamento de este contenido radica en la relación entre la salud auditiva y la edad de una persona. Es que a medida que envejecemos, la capacidad del oído para percibir ciertos tonos y frecuencias tiende, en algunos casos, a disminuir gradualmente. Por caso, según Mayo Clinic, “la pérdida auditiva que aparece poco a poco a medida que envejeces -que también se conoce como presbiacusia- es frecuente. El envejecimiento y la exposición a ruidos fuertes pueden causar pérdida auditiva. Otros factores, como un exceso de cerumen, pueden reducir el funcionamiento de los oídos durante un tiempo”.
De acuerdo a los expertos del centro de salud estadounidense, “hay tres tipos de pérdida auditiva: conductiva, que afecta al oído externo o medio; neurosensorial, que afecta al oído interno; mixto, que es una mezcla de las dos anteriores”. En tanto, “los síntomas de la pérdida auditiva pueden incluir amortiguación del habla y de otros sonidos; dificultad para entender las palabras, especialmente cuando se está en una multitud o en un lugar ruidoso; dificultad para escuchar las letras del alfabeto que no son vocales; pedirles con frecuencia a los demás que hablen más lento, con mayor claridad y más alto; necesidad de subir el volumen de la televisión o la radio; evitar algunos entornos sociales; sentir molestias por el ruido de fondo; zumbido en los oídos, lo que se conoce como tinnitus”.
En ese contexto, Santiago Jesús Pérez Ruiz, doctor en Ingeniería Eléctrica y responsable del Laboratorio de Acústica y Vibraciones del Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología (ICAT), perteneciente a la Universidad Nacional de México (UNAM), resaltó que “estamos sobreestimulados y tendemos a abusar de los sonidos, lo que provoca desgaste”.
También aseguró que se debe tener conciencia de que la audición llega a su máxima sensibilidad alrededor de los 20 años y después declina de manera inevitable. “Tardaremos en experimentar problemas que nos dificulten la comunicación oral, pero si nos exponemos a sonidos indeseables y estruendosos de forma constante, se darán de forma temprana”, afirmó en una reciente publicación de la casa de altos estudios.
En diálogo con Infobae, la doctora Carolina Binetti (MN 97025), jefa del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Británico de Buenos Aires, precisó: “Hay varias pruebas de este estilo, que evalúan hasta dónde escuchás porque ponen primero sonidos más graves y después sonidos más agudos. Lo primero que se pierde en la audición con la edad son los sonidos agudos, entonces se busca en dónde está ese corte de pérdida de audición en las frecuencias agudas”.
“El resultado que da el video es algo muy aproximado: es la audición de tono puro y no implica que la persona no comprenda bien las palabras. Es un juego y está bien para tener una idea de qué tantos agudos uno tiene perdidos, pero es un resultado muy general y no implica para nada cuál es el grado de discriminación de palabras”, siguió Binetti.
Al tiempo que destacó: “En una persona adulta, los estudios para evaluar la audición son la audiometría tonal, que estudia la capacidad de discriminar sonidos que no tienen un significado, y la logoaudiometría, que es una prueba en la que se evalúa la capacidad de discriminar palabras. Lo que se estudia es qué capacidad tiene el paciente para escucharlas y, en el caso de las palabras, de comprender cuál es la palabra o cuál es el sonido emitido y repetirlo. También existen estudios como la audiometría de alta frecuencia, en la que se estudian las frecuencias más allá de los 8000 Hertz, que es hasta donde evalúa la audiometría tonal habitual. Estas altas frecuencias suelen ser las primeras en dañarse, tanto por edad como por ruidos, a veces, y también por traumas acústicos”.
En segundo lugar, Binetti hizo referencia a las llamadas células ciliadas externas, que tienen “la característica de ser neuronas con la capacidad de contraerse. Entonces, cuando se genera un estímulo sonoro en el oído, éste responde a ese estímulo porque esas neuronas se contraen y dan una respuesta especial que los profesionales pueden captar”. Esta información se puede utilizar, según la profesional, en un estudio de emisiones acústicas en los bebés recién nacidos o en los niños pequeños.
“Hay que cuidar la audición de los sonidos fuertes y de golpes, como traumatismos en el oído o a veces en la cabeza. Por ejemplo, si uno pasa cerca de una fábrica con ruido en funcionamiento, debería cubrirse los oídos, reduciendo así el volumen sonoro al que está expuesto. Luego, está la exposición recreativa, que puede ser, por ejemplo, la práctica de tiro. Aunque uno esté en un espacio al aire libre, la exposición a sonidos en recitales, fiestas, lugares como un boliche, generan un ruido muy alto. Por lo tanto, llevar protección auditiva, como tapones para los oídos, y tener cuidado con el lugar donde uno se ubica es esencial. Si se encuentra en el centro de la pista, el volumen sonoro será mucho más alto que si se ubica en la periferia o cerca de la barra o las mesas”, sugirió Binetti
Otro profesional consultado por Infobae fue el doctor Carlos Boccio, jefe del Programa de Implantes Cocleares e Hipoacusia del servicio de Otorrinolaringología del Hospital Italiano: “En referencia a estos tipos de test que ayudan con datos e incluso con inteligencia artificial, es absolutamente imprescindible que la evaluación de la audición en un paciente presumiblemente con déficit auditivo se haga con la tecnología que actualmente tenemos disponible los profesionales, que son los audiómetros, los impedanciómetros y los equipos de potenciales evocados auditivos”.
“Estos software, que son realmente muy novedosos, sirven para hacer autotest y orientar un poco ante una eventual falla, sobre todo muy marcada y evidente”, agregó Boccio, y advirtió que en cualquier caso el paciente debe concurrir “al otorrinolaringólogo y a la audióloga para que lo evalúen presencialmente y ratifiquen o no la eventualidad de una pérdida auditiva”.
“La tecnología es bienvenida, simplifica las cosas, las acorta; sirve para screening o para sospecha, pero de ninguna manera sirve para la confirmación de una enfermedad auditiva -advirtió el especialista-. ¿Cómo se evalúa la salud auditiva? El pediatra, el clínico o después el otorrinolaringólogo o el otólogo examina al paciente, lo escucha, lo interroga y, secundariamente, una vez que sabe que no hay ninguna interferencia para hacer una prueba auditiva (tapón de cera u otro problema clásico y común), lo envía al audiólogo para su evaluación. Después, con los resultados audiológicos, se llega a la conclusión de cuál es el problema y cuál debería ser la conducta terapéutica, si así lo amerita”.
“A medida que los niños crecen, la exposición al ruido se convierte en un potencial problema, especialmente entre adolescentes y jóvenes adultos, debido al uso frecuente de fuentes sonoras de alta intensidad. Además, ciertas ocupaciones, como la metalurgia y el trabajo en fábricas, también aumentan el riesgo auditivo, por lo que es importante tomar medidas preventivas en esos ámbitos. En cuanto a los adultos mayores, con el aumento de la esperanza de vida, se observa un incremento en la cantidad de personas que necesitan dispositivos de ayuda auditiva, los audífonos”, señaló Boccio.
Y cerró: “A pesar de ello, los adultos mayores siguen siendo socialmente activos y requieren integrarse adecuadamente en su entorno familiar y social. Muchos de ellos necesitan audífonos para mantener una buena calidad de vida. Sin embargo, es importante destacar un tema muy bien explicado por la medicina en los últimos años, que es que la desconexión auditiva puede llevar al aislamiento, depresión y problemas cognitivos en esta etapa de la vida”.
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