Mientras Bolivia luchaba a fines del año pasado para asegurar acuerdos con grandes firmas farmacéuticas para suministrar vacunas COVID-19, el presidente entrante, Luis Arce, pidió ayuda a Rusia.
Daniel Ramos | Aislinn Laing | Cassandra Garrison | Reuters
A fines de diciembre, Bolivia logró su primer acuerdo importante de vacuna COVID-19, con suficientes inyecciones para aproximadamente el 20% de la población. Las primeras dosis de Sputnik V llegaron al país a fines de enero, justo cuando aumentaban los casos de virus.
“Fue una tarea realmente maratónica”, dijo el ministro de Comercio boliviano, Benjamín Blanco, sobre la búsqueda de adquisiciones, pero la voluntad política de Rusia lo hizo posible. Los fabricantes de vacunas occidentales «nos dijeron a los países en desarrollo que teníamos que esperar hasta junio». No dio nombres.
La dependencia de Bolivia de Moscú subraya cómo los gobiernos de la región han recurrido al medicamento ruso Sputnik V en medio de temores de quedarse atrás en la lucha mundial por las vacunas. Dado que muchas naciones desarrolladas más ricas han firmado grandes acuerdos con grandes farmacéuticas como Pfizer Inc y AstraZeneca PLC, los países de América Latina han enfrentado dificultades para asegurar el suministro adecuado de vacunas.
Para Rusia, la aceptación en América Latina otorga legitimidad a su vacuna, que se enfrentó al escepticismo inicial. También le brinda a Moscú la oportunidad de abrirse camino en la región rica en recursos en un momento en que las vacunas COVID-19 se están convirtiendo en una herramienta para el poder blando. El Sputnik V lleva el nombre del satélite de la era soviética que desencadenó la carrera espacial, en un guiño a la importancia geopolítica del proyecto para el presidente ruso Vladimir Putin.
La apuesta rusa de América Latina parece una apuesta más fuerte después de que los científicos dijeron que tenía casi un 92% de efectividad en su primer estudio revisado por pares, publicado a principios de febrero en la revista internacional The Lancet.
Para Rusia, la aceptación en América Latina otorga legitimidad a su vacuna, que se enfrentó al escepticismo inicial. También le brinda a Moscú la oportunidad de abrirse camino en la región rica en recursos en un momento en que las vacunas COVID-19 se están convirtiendo en una herramienta para el poder blando. El Sputnik V lleva el nombre del satélite de la era soviética que desencadenó la carrera espacial, en un guiño a la importancia geopolítica del proyecto para el presidente ruso Vladimir Putin.
La apuesta rusa de América Latina parece una apuesta más fuerte después de que los científicos dijeron que tenía casi un 92% de efectividad en su primer estudio revisado por pares, publicado a principios de febrero en la revista internacional The Lancet.
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