Colombia vive la situación más grave desde el inicio de la crisis del coronavirus.
Por BBC Mundo
El país acumula más de 76.000 muertes por covid-19, según la Universidad Johns Hopkins.
Desde marzo registra un aumento sostenido de muertes y contagios, y ocupa el tercer lugar en número de casos en América Latina, después de Brasil y Argentina.
Solo poco más del 3% de toda la población ha sido completamente vacunada y el sistema de salud amenaza con colapsar.
Varias ciudades principales como Bogotá y Medellín han llegado a superar el 90% de su capacidad de cuidados intensivos.
En ese escenario comenzó su carrera el doctor Antonio Nirta, un joven de 27 años que se graduó de medicina justo al comienzo de la pandemia.
Nirta tomó la decisión de ir a trabajar a una sala de urgencias en un hospital público en un municipio cerca de Medellín, una de las ciudades más golpeadas por el virus en Colombia.
En este relato, cuenta a BBC Mundo cómo salió de las aulas a enfrentar la peor crisis de salud de los últimos años, cómo lidia con un virus impredecible, y con la impotencia de ver morir a pacientes porque, muchas veces, simplemente no tiene cómo ayudarlos.
Lo que sigue, es su relato en primera persona.
Miedo
En marzo de 2020 yo estaba haciendo unas prácticas de atención primaria en salud.
Faltaba un mes para graduarme cuando llegó un correo de la universidad diciendo que suspendiéramos todas las actividades académicas, porque iban a comenzar un proceso de aislamiento para no exponer a los estudiantes al contagio.
Así comencé a trabajar haciendo teleconsultas con pacientes de covid-19.
Duré unos meses así, pero sentía que tenía que ayudar de una manera diferente.
La teleconsulta es un mecanismo muy bueno, pero funciona cuando se le dan garantías a los pacientes, como las tomas de las pruebas o las terapias en casa, pero en Colombia las entidades prestadoras de salud no le garantizan a los pacientes una atención adecuada.
Muchas veces un paciente que tenía una infección respiratoria aguda, leve o moderada no recibía la atención adecuada, porque se presumía que no se iba a complicar, no se le garantizaba que se les pudiera hacer la prueba PCR, o llevarle oxígeno a la casa.
Yo me decepcioné de la teleconsulta y decidí hacer lo que siempre quise: trabajar en un equipo de urgencias.
Mis padres no estaban contentos, para nada. Sobre todo mi papá, estaba muy asustado, me decía que no era justo que yo me expusiera de esa manera.
Le dije que yo estudié medicina para poder ayudar a las personas. Hubo una discusión fuerte, pero mi decisión estaba tomada y él la respetó.
En enero de este año comencé a trabajar en el hospital Santa Isabel, en San Pedro de Los Milagros, a una hora de Medellín.
Mi mayor conflicto en ese momento era saber que podía contagiarme, contagiar a mis padres y a mis hermanas, pero me llené de valor y comencé a trabajar en el servicio de urgencias.
De todos modos claro que siento miedo, porque esta enfermedad es una ruleta rusa. Hay personas que son asintomáticas, pero hay otras que mueren.
Impotencia
El miedo viene también de saber que además de la covid-19, a urgencias llegan otros tipos de pacientes, y en este momento no tenemosdónde ubicar a esas personas.
Por ejemplo, llega alguien que en un accidente ha sufrido un trauma cráneoencefálico severo, que necesita una intubación o un ventilador mecánico, y saber que no se lo podemos dar genera mucho miedo, porque te sientes limitado.
Siga leyendo en BBC Mundo
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.