Solo hubo un actor protagonista de Wimbledon al que no afectó el parón de dos años por la pandemia. Y seguramente sea el más importante de todos. La hierba de Wimbledon, la que viste las 18 pistas principales del complejo londinense, no sufrió ni un ápice los efectos del mayor parón de tenis en el All England Club desde el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Manuel Sánchez Gómez / EFE
«Incluso sin la disputa del torneo, tuvimos miembros jugando el resto del año, así que todo fue más o menos normal», dijo Neil Stubley, jefe de jardinería de Wimbledon, en una reducida charla con medios en la que estuvo Efe.
«A final de temporada, en septiembre, siempre hacemos una renovación de las pistas, así que la preparación ha sido la misma. Hacemos lo mismo se juegue el torneo o no se juegue. Las semillas, el corte, la altura, la forma en la que plantamos, todo sigue siendo igual», añadió Stubley que lleva 26 años trabajando para que las canchas del All England luzcan igual de relucientes que las flores que impregnan las paredes y macetas de todo el complejo.
Para lograr la mejor superficie posible, se utiliza una semilla compuesta al 100 % por ‘Perennial Ryegrass’, la que asegura la hierba más resistente posible. Esta mezcla se cambió en 2001, cuando se utilizaba otra semilla que solo contenía un 70 % de ‘Perennial Ryegrass’, lo que permitía unos botes más uniformes y un juego más rápido.
Esto, unido a cambios en los cordajes de las raquetas y de las pelotas ‘Slazenger’, provocó que el tenis se ralentizara y los jugadores de fondo predominaran incluso en la superficie más veloz, como demostraron los finalistas de 2002, Lleyton Hewitt y David Nalbandian, en contraposición total a los de 2001, Goran Ivanisevic y Patrick Rafter.
«Aquel cambio tuvo un efecto en el juego, claro. Cambiamos el tipo de hierba para que durara más, porque se llegaba al final de Wimbledon con la superficie muy gastada. Con el nuevo compuesto el pasto se mantenía más compacto», manifestó Stubley.
«La ‘Perennial Ryegrass’ es una hierba que es más tolerante a las enfermedades, que resiste bien las lluvias y las sequías».
Y es que es cuando más pega el sol cuando la hierba sufre. «Cuando llueve cubrimos las pistas al momento, aunque puede quedar un poco de aguar por debajo. Suele depender del viento y de la humedad también». El mimo para su cuidado es máximo. No se utiliza pintura para las líneas, sino un compuesto blanco de dióxido de titanio. Para evitar desperfectos, cada pista, de la que se encargan tres o cuatro personas, se repasa cada día y tanto el bote de la pelota como la solidez del suelo se comprueba también a diario.
Nada se deja al azar. Los días antes del torneo, las pistas se ponen a prueba por miembros del club. Desde las exteriores a la propia pista central, la más sagrada. Un grupo de cuatro mujeres -socias del club- juegan un set de exhibición para comprobar que tanto la hierba como el resto de elementos (la red, el ojo de halcón, el marcador…) está en perfectas condiciones.
Ni siquiera la eliminación a partir de 2022 del tradicional ‘Middle Sunday’, el día de descanso para la hierba y los vecinos, alterará la calidad de la alfombra de Wimbledon. «Llevamos muchos años investigando y buscando la mejor forma de conservar la hierba. Su mantenimiento ha mejorado mucho en los últimos años y no habrá problema», mantuvo Stubley.
En total, nueve toneladas de semillas son las que dan vida al torneo que viste de verde. A un Wimbledon que no sería nada sin su hierba. Una de las tradiciones más arraigadas y el protagonista principal.
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