México rompe la barrera psicológica de un millón de casos confirmados y 100.000 fallecimientos por coronavirus con hartazgo, desgaste y más dudas que certezas sobre el fin de la pandemia.
El desconocido que arribó a México en febrero resultó ser un enemigo que se reinventaba cada mes y que ya ha cruzado la barrera de los 100.000 muertos. Oficiales, porque la mortandad es mucho mayor. 100.000 vidas rotas —el octavo país del mundo en fallecidos por millón de habitantes— entre las que se incluyen las de miles de sanitarios: no hay lugar donde hayan perecido más. México recibió la pandemia con unos servicios debilitados por años de corrupción, pero con la veteranía de haber enfrentado al H1N1 una década antes; la afrontó con un Gobierno reacio a cambiar sus planes de emergencia cuando la situación lo ha requerido y ahora mira al futuro con la esperanza de recibir pronto la vacuna. Un país sumido también en una profunda crisis económica que habla de rebrote vírico, aunque quizá la epidemia nunca perdió la intensidad suficiente para mencionar un renacimiento.
Los últimos días de marzo, cuando México registraba menos de un centenar de “casos importados” de coronavirus y las autoridades sanitarias pronosticaban que la epidemia duraría 12 semanas cuando menos, Gabriela González, una embarazada de alto riesgo, con más de 40 años, llegó al hospital tras haber estado cuidando de su padre, que había enfermado y fallecido el 18 de ese mes. Un día después, fue el velorio y un doctor se acercó a dar el pésame. Todavía nadie hablaba de cubrebocas, de “sana distancia” ni de calles vacías. El virus era una incógnita.
Esa misma semana, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) había recibido al “paciente cero” de Monclova (Coahuila), un chófer que se contagió en Estados Unidos y que estuvo en contacto con una decena de trabajadores sanitarios, entre ellos el doctor que había ido al sepelio. Alrededor de ocho familiares se contagiaron, incluidos Gabriela y su esposo, Pedro Grande. El 1 de abril ingresaron a la embarazada y dos días después, Grande conoció “por foto” a José Luis, su segundo hijo y el primer bebé que nació en México de una madre con la covid-19. Nunca más volvió a ver a Gabriela. “No te despides, porque no piensas que va a pasar lo que pasó”.
Para el 30 de marzo ya habían fallecido el chófer y el doctor que acudió al funeral. Y explotó el escándalo. A las puertas de los hospitales, los médicos protestaban por falta de apoyo. El personal sanitario está, meses después, exhausto. México tiene otro triste récord: es el país donde más trabajadores de la salud han muerto por coronavirus, al menos 1.320 profesionales, según un informe de Amnistía Internacional publicado en septiembre y aunque médicos y personal de enfermería están acostumbrados a lidiar cada día con la muerte, la pandemia les ha sobrepasado. No hay datos oficiales respecto a la situación actual.
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